VATICANO, 26 Abr. 16 / 06:16 am (ACI).-El Papa envió una carta al
Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, el Cardenal Marc
Ouellet, en el que habla de la misión de los laicos en la vida pública y recuerda que es una de las
mayores riquezas del Concilio Vaticano
II.
Con motivo de la reciente Asamblea Plenaria que celebró dicha Comisión
sobre la misión de los fieles en la vida pública de latinoamérica, Francisco
cuenta cómo se reunió con ellos e intercambiaron algunas reflexiones. Sobre
esto mismo pide que “el espíritu de discernimiento y reflexión ‘no caiga en
saco roto’; nos ayude y siga estimulando a servir mejor al Santo Pueblo fiel de
Dios” y alerta de los peligros del clericalismo.
El Pontífice señala que los obispos “como pastores estamos continuamente
invitados a mirar” al Santo Pueblo fiel de Dios (los laicos) para “proteger,
acompañar, sostener y servir”.
“Un padre no se entiende a sí mismo sin sus hijos. Puede ser un muy buen
trabajador, profesional, esposo, amigo pero lo que lo hace padre tiene rostro:
son sus hijos. Lo mismo sucede con nosotros, somos pastores. Un pastor no se
concibe sin un rebaño al que está llamado a servir”.
El Pontífice también explica en el mensaje que “al pueblo se lo sirve
desde dentro”. “Muchas veces se va adelante marcando el camino, otras detrás
para que ninguno quede rezagado, y no pocas veces se está en el medio para
sentir bien el palpitar de la gente”.
Uno de los consejos es que los obispos miren “continuamente al Pueblo de
Dios” porque “nos salva de ciertos nominalismos declaracionistas (slogans) que
son bellas frases pero no logran sostener la vida de nuestras comunidades”.
“Por ejemplo, recuerdo ahora la famosa expresión: "es la hora de
los laicos" pero pareciera que el reloj se ha parado”, añadió a
continuación.
A su vez, recuerda que “todos ingresamos a la Iglesia como laicos”
puesto que “el primer sacramento, el que sella para siempre nuestra identidad y
del que tendríamos que estar siempre orgullosos es el del bautismo”.
Francisco destaca que el Bautismo “nos hace bien recordar que la Iglesia
no es una élite de los sacerdotes, de los consagrados, de los obispos, sino que
todos formamos el Santo Pueblo fiel de Dios”.
“Olvidarnos de esto acarrea varios riesgos y deformaciones tanto en
nuestra propia vivencia personal como comunitaria del ministerio que la Iglesia
nos ha confiado. Somos, como bien lo señala el Concilio Vaticano II, el Pueblo
de Dios, cuya identidad es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en
cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo. El Santo Pueblo
fiel de Dios está ungido con la gracia del Espíritu Santo, por tanto, a la hora
de reflexionar, pensar, evaluar, discernir, debemos estar muy atentos a esta
unción”.
Clericalismo
En el mensaje el Papa argentino pide poner atención al clericalismo,
“fruto de una mala vivencia de la eclesiología planteada por el Vaticano II”.
“Esta actitud no sólo anula la personalidad de los cristianos, sino que
tiene una tendencia a disminuir y desvalorizar la gracia bautismal que el
Espíritu Santo puso en el corazón de nuestra gente. El clericalismo lleva a la
funcionalización del laicado; tratándolo como ‘mandaderos’, coarta las
distintas iniciativas, esfuerzos y hasta me animo a decir, osadías necesarias
para poder llevar la Buena Nueva del Evangelio a todos los ámbitos del quehacer
social y especialmente político”.
Además, “el clericalismo lejos de impulsar los distintos aportes,
propuestas, poco a poco va apagando el fuego profético que la Iglesia toda está
llamada a testimoniar en el corazón de sus pueblos. El clericalismo se olvida
de que la visibilidad y la sacramentalidad de la Iglesia pertenece a todo el
Pueblo de Dios (cfr. LG 9-14) Y no solo a unos pocos elegidos e iluminados”.
Pastoral popular y
laicos en la vida pública
Otro de los puntos que el Pontífice trata en el mensaje es el de la
pastoral popular. “Ha sido de los pocos espacios donde el pueblo (incluyendo a
sus pastores) y el Espíritu Santo se han podido encontrar sin el clericalismo
que busca controlar y frenar la unción de Dios sobre los suyos”.
El Papa pide confiar “en nuestro Pueblo, en su memoria y en su ‘olfato’,
confiemos que el Espíritu Santo actúa en y con ellos, y que este Espíritu no es
solo ‘propiedad’ de la jerarquía eclesial”.
Respecto a la misión de los laicos en la vida pública, el Santo Padre
destaca que en muchas ciudades se descarta a las personas y donde no hay
esperanza. Pero los laicos en la vida pública pueden “buscar la manera de poder
alentar, acompañar y estimular todo los intentos, esfuerzos que ya hoy se hacen
por mantener viva la esperanza y la fe en un mundo lleno de contradicciones
especialmente para los más pobres, especialmente con los más pobres. Significa
como pastores comprometernos en medio de nuestro pueblo y, con nuestro pueblo
sostener la fe y su esperanza”.
“No es nunca el pastor el que le dice al laico lo que tiene que hacer o
decir, ellos lo saben tanto o mejor que nosotros. No es el pastor el que tiene
que determinar lo que tienen que decir en los distintos ámbitos los fieles.
Como pastores, unidos a nuestro pueblo, nos hace bien preguntamos cómo estamos
estimulando y promoviendo la caridad y la fraternidad, el deseo del bien, de la
verdad y la justicia. Cómo hacemos para que la corrupción no anide en nuestros
corazones”.
El Papa también denuncia que muchas veces se ha generado una ‘élite
laical’ creyendo que "son laicos comprometidos solo aquellos que trabajan
en cosas ‘de los curas’ y hemos olvidado, descuidado al creyente que muchas
veces quema su esperanza en la lucha cotidiana por vivir la fe”.
Francisco asegura que “por estar en medio de nuevas formas culturales
que se gestan continuamente tiene exigencias de nuevas formas de organización y
de celebración de la fe”.
“¡Los ritmos actuales son tan distintos (no digo mejor o peor) a los que
se vivían 30 años atrás!”, clama en el mensaje.
En definitiva, “esto requiere imaginar espacios de oración y de comunión
con características novedosas, más atractivas y significativas –especialmente–
para los habitantes urbanos”.
En relación a esto, habla de la ‘inculturación’: "un proceso que
los pastores estamos llamados a estimular alentado a la gente a vivir su fe en
donde está y con quién está. La inculturación es aprender a descubrir cómo una
determinada porción del pueblo de hoy, en el aquí y ahora de la historia, vive,
celebra y anuncia su fe", asegura.
Al terminar, el Papa pide no perder la memoria, puesto que
“desarraigarnos de donde venimos y por lo tanto, no sabremos tampoco a dónde
vamos”.
Por Alvaro de Juana
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