VATICANO, 05 Abr. 16 / 05:24 am (ACI).- No es lo mismo la “armonía”
que procede del Espíritu Santo que la “tranquilidad” y esta armonía es
destruída por la avaricia y el amor al dinero. Este es el tema sobre el que
reflexionó esta mañana el Papa Francisco en la Misa que presidió en la
Casa Santa Marta en el Vaticano.
“Nosotros podemos hacer acuerdos, una cierta paz… pero la armonía es una gracia interior que
solo puede hacerla el Espíritu Santo”, dijo Francisco al comentar las lecturas
de la liturgia del día y en referencia a los primeros cristianos. “Estas
comunidades vivían en armonía”, agregó.
“Los signos de la armonía son dos: ninguno tiene necesidad, es decir, todo lo tenían en común”, puesto que
“tenían un solo corazón, una sola alma y ninguno consideraba propiedad suya
aquello que le pertenecía, sino que entre ellos todo lo tenían en común”.
Por eso, “entre ellos no había ningún necesitados. La verdadera
‘armonía’ del Espíritu Santo tiene una
relación muy fuerte con el dinero: el dinero es el enemigo de la armonía, el dinero es egoísta. Y por eso, el
signo que da y que todos daban para que no hubiera ningún necesitado”.
Francisco puso algunos ejemplos de cómo en los Hechos de los Apóstoles
vendían sus propiedades y se lo daban a los demás.
Pero el Papa también mencionó otro episodio en
el que sucede lo contrario: el matrimonio de Ananías y
Safira, quienes fingen dar lo que ganan de la venta de un campo, pero en
realidad se quedan para ellos una pequeña parte del dinero. Esta elección
–recordó el Papa–tendrá para ellos un precio amargo, la misma muerte.
El Pontífice recordó que Dios y el dinero son
dos jefes, “entre los cuales el servicio es irreconciliable”. También explicó
que no se puede confundir la “tranquilidad” con la “armonía”. “Una comunidad puede estar muy tranquila,
ir bien: las cosas van bien, pero no
está en armonía”, comentó.
“Una vez escuché decir a un obispo algo sabio:
‘En la diócesis hay tranquilidad, pero si tú tocas este problema… o este
problema… o este otro problema,,, rápidamente estalla la guerra’”.
Por tanto, “esta sería una armonía negociada, y esta no es la del
Espíritu. Es una armonía, digamos, hipócrita, como la de Ananías y Safira con
lo que hicieron”.
El Papa terminó invitando a releer la lectura
del día de los Hechos de los Apóstoles sobre la vida en común de los primeros cristianos:
“Nos hará bien”.
“La armonía del Espíritu Santo nos da esta generosidad de no tener nada como propio,
mientras exista un necesitado. La armonía del Espíritu Santo nos da una segunda
actitud: con gran fuerza los apóstoles daban testimonio de la Resurrección del
Señor Jesús, y todos gozaban de grande favor, es decir, el coraje. Cuando
existe armonía en la Iglesia,
en la comunidad, existe el coraje, el coraje de dar testimonio del Señor
Resucitado”.
Lectura
sobre la que reflexionó el Papa Francisco:
Primera lectura
Hechos 4:32-37
La multitud de los creyentes no tenía sino un
solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo
era en común entre ellos.
Los apóstoles daban testimonio con gran poder de
la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía.
No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta, y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad.
No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta, y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad.
José, llamado por los apóstoles Bernabé (que
significa: «hijo de la exhortación»), levita y originario de Chipre, tenía un
campo; lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles.
Por Alvaro de
Juana
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