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Enmarcado
dentro de las prácticas del New Age, existe una corriente muy difundida de “comunicación con los ángeles”. Pretenden los
que llevan a cabo esta práctica- “comunicarse” a
voluntad con supuestos “ángeles”.
Como
hemos visto, el nombre de “Ángel” viene
del griego “mensajero”, pues los Ángeles -
los Ángeles buenos- entre otras cosas, son mensajeros de Dios. Son seres
inmortales, creaturas puramente espirituales, cuya función es servir a Dios, su Creador y obedecer solamente la
Voluntad Divina.
Los Ángeles pueden -pero
solamente si Dios así lo desea- servir de ayuda especial a los seres
humanos, como vemos en algunas narraciones de la Sagrada Escritura. Tal es el
caso de Tobías, que fue acompañado por el Arcángel Rafael, sin darse cuenta
de quién era su compañero (Tobías 5, 12). O también pueden servir de
mensajeros, como fue el Arcángel Gabriel para la Santísima Virgen María en la
Anunciación (Lucas 1, 26-37) y a San José cuando le habló en sueños en
dos oportunidades (Mateo 1, 18-24 y 2, 13-15).
Los demonios o ángeles caídos, igual que los Ángeles de Dios, son seres
puramente espirituales, que mantienen
todos sus poderes, con excepción de la gracia sobrenatural, que
perdieron con su caída al oponerse a Dios.
La
soberbia, el orgullo, fue la causa de la caída de los ángeles que ahora son
demonios. Es decir, quisieron ser
como Dios, actuar independientemente de Él. Liderizados por quien
fuera Luzbell, ahora Lucifer,
se negaron a obedecer a Dios, se rebelaron contra su Creador.
Es
artículo de fe católica que la caída del hombre vino por la tentación de Satanás (Lucifer) y que éste y los demás demonios continúan tentando y
persiguiendo a la humanidad. Así leemos en la primera Carta de San
Pedro (5, 8) y en el Concilio Vaticano II (G.S.13). Y nos apunta el
Catecismo de la Iglesia Católica (#394) que este intento es tan fuerte y tan
cierto, que Satanás trató de desviar al mismo Jesucristo de Su misión (Mateo
4, 1-11).
Los demonios siguen siendo
seres superiores en inteligencia y poderes a nosotros los seres humanos, con una capacidad de engaño digna de su
inteligencia y astucia, superiorísimas a las nuestras. No en vano Satanás es
el inventor o “padre de la mentira” (Juan
8, 44), el Engañador, que busca
engañar a los seres humanos sin descansar.
Tal es
el caso de esta corriente que se propagó por el mundo entero y que fomentó la
“comunicación” con supuestos “ángeles”. Es claro, sin embargo, que el concepto
cristiano de lo que son los Ángeles de Dios es muy distinto a lo que trata de
estimularse con esta corriente. Estas prácticas malignas son promovidas en
libros, revistas, programas de TV, y a través de cursos y conferencias, y de
toda clase de representaciones “angélicas” en
fotos, imágenes, estatuillas, artículos decorativos, de joyería, etc.
Aunque
las formas de hacer estos contactos con supuestos “ángeles”
puede variar de un sitio a otro o entre los diferentes grupos, en
general, según este movimiento, los ángeles supuestamente son “esferas de luz”, “energía pura”, dispuestos a
establecer contacto con los hombres a través de técnicas ocultistas
claramente enmarcadas dentro del “New Age”, tales
como meditaciones paganas, repetición de “mantras”,
apertura de “chakras”, entre otras,
para poder entrar en lo que se ha dado por denominar “rata
de vibración angélica”.
Los Católicos sabemos que los Ángeles
de Dios no están para responder a los deseos y caprichos de los seres
humanos, ni mucho menos están esperando ser contactados a través de prácticas
esotéricas. También sabemos que Satanás y
sus demonios sí “se disfrazan de ángeles de
luz” (2a. Cor. 11, 14), y que están prestos a proponernos engaños y a complacernos en todo lo
que pueda alejarnos de la Voluntad Divina.
Los Ángeles de Dios no están
para obedecer a los seres humanos: obedecen solamente las órdenes de su
Creador y sólo a Él sirven.
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