Los hijos nos abren un nuevo mundo y nos damos cuenta que no sólo enseñamos, sino que tenemos mucho que aprender de ellos también.
Antes de
que los hijos nazcan, los padres se ven a sí mismos como unos profesores de por
vida. Le enseñarán al hijo a andar en bicicleta, a leer lo que leían de chicos,
a ser generosos y honestos. ..
Lo que no
se imaginan es lo mucho que los niños enseñarán a sus padres, al enfrentarlos a
cientos de situaciones nuevas con las que aprenderán sobre su ser más profundo,
su relación con los demás y el mundo en general.
Si bien
la primera lección que los niños dan es demostrar la fuerza del instinto
paternal, también enseñan otras leyes de la vida:
1. El amor es infinito
“Cuando
tuve mi primera hija estaba tan feliz, que sentía que no podía quererla más.
Pero, con cada nueva cosa que iba haciendo y que la hacía ser más persona, la
quería más. Cuando iba a tener a mi segundo hijo, aunque estaba feliz, tenía un
poco de susto porque pensaba que no lo iba a querer tanto como al primero. iQué
equivocada estaba! Ahora tengo cuatro y todos son mi adoración “, cuenta
Patricia Espinoza, 34 años.
Pareciera
ser que, de alguna manera, cada nuevo hijo crea su propio espacio en nuestro
corazón y nos damos cuenta de que tenemos cada vez más amor que darles porque
es infinito.
2. No controlamos todo
“Lo único
que yo quería era tener mi hija con parto natural. Pero la niña venía enredada
en el cordón y tuve una cesárea de emergencia. Desde ese día supe que con un
hijo, muchas cosas ya no dependían de mí”, dice Claudia Cerda, 32 años.
“Teníamos
ese viaje pensado hace tiempo. Era la primera vez que dejábamos a la niña, pero
ya tenía siete meses. Creíamos que, después de tantas noches sin dormir; las
papas y todo, merecíamos un descanso. La mañana del día en que nos íbamos,
amaneció con 39 o de fiebre. Adiós viaje. Con los niños es demasiado real el
dicho “uno propone y Dios dispone”, cuenta Carolina Murillo, 4 hijos.
Los
niños, desde un comienzo, nos enseñan a esperar la inesperado, sobre todo
cuando se trata de planear nuestra vida. El secreto es ser flexibles con
nuestros planes. Mientras antes aprendamos a ser flexibles ya tener en cuenta
todas las circunstancias que pueden cambiar, nos sabremos tomar la vida mejor.
El humor es un buen remedio. Saber reírse y decir “para otra vez será”, ayuda a
evitar las frustraciones.
3. Todos tenemos
nuestro lado oculto
“Mi hija
tenía cólicos y no paraba de llorar: Era desesperante. Nunca pensé que iba a
sentir una rabia tan grande. Pero también aprendí que uno puede sentir algo
negativo y, apenas descansa, uno se olvida. Para ser mamá se necesita mucho
autocontrol”, confiesa María Paz Arellano, 33 años.
“Jamás me
imaginé que tuviera poca paciencia. Pero después de una tarde entera oyendo a
mis hijos pelear; no aguanto más y me dan ganas de irme y no volver: Pero a los
tres minutos, ya me he recuperado porque, a pesar de todo, son ¡adorables!”,
cuenta Carolina.
Los niños
nos exponen a situaciones nuevas que nos hacen reaccionar de una manera que uno
jamás pensó: rabia, impaciencia, frustración. Afortunadamente, aprendemos
también que uno puede experimentar un sentimiento, sin actuar de acuerdo a él.
El autocontrol es una importante lección que se tiene que desarrollar
rápidamente desde que el hijo nace.
4. Nuestros propios
intereses pasan a segundo plano
“Desde
que tengo niños, ya no me acuerdo ni de lo que era ir al baño, sin tener a
alguien necesitándome al otro lado de la puerta. Y la cosa es peor cuando uno
se siente mal…”, asegura María Paz Arellano, 4 niños ( el mayor tiene 5)
“Antes de
tener nuestra primera hija, éramos súper desordenados. Almorzábamos cualquier
cosa y nos acostábamos súper tarde los fines de semana. Con la guagua no nos
quedó otra que ordenarnos “, agrega Isabel Bravo, 29 años.
Con los
niños, los padres aprenden a postergarse. ElloS exigen todo nuestro tiempo y
dedicación. Se asumen responsabilidades y exigencias. Nuestra prioridad cambia:
ahora son ellos lo más importante en la vida.
5. Los niños no son
clones, son individuos distintos a nosotros.
“Hay
veces que la miro y pienso: esa niñita no es hija mía. Es que es súper loca e
hiperkinética… ¡Tan distinta a mí! Yo soy tranquilo, me gusta todo con calma…
La verdad es que no sé cómo tratarla “, cuenta Francisco Olea, 2 hijos.
“Cuando
chica vivía inventando cuentos y haciendo distintos personajes, pero mis hijas
son todo lo contrario. Prefieren los puzzles y la memoria. Aunque sé que
salieron concretas como el papá, me cuesta aceptarlo”, dice Claudia C.
Hay que
aprender a respetar las diferencias, personalidad y carácter de cada hijo. No
podemos tratar de que nuestros hijos sean iguales a nosotros. Conocerlos tal
cual son y quererlos por eso, ayudándolos a mejorar sus puntos débiles ya
resaltar sus virtudes, es el deber de los padres.
6. Nadie espera que
seamos perfectos
“A veces,
después de un día difícil y cansador; me doy cuenta de que estoy retando a mi
hijo porque está haciendo lo que cualquier niño de 2 años hace: lloriquear
porque quiere algo que no puede tener o mañosear cuando se acerca la hora de
comer; Pero incluso en esos momentos en que pierdo la paciencia y me enojo de
más, él me da un gran beso y un abrazo. Eso me hace sentir menos culpable y
entender que él no me está pidiendo que sea perfecta, sino que lo quiera porque
él me quiere igual”, cuenta Isabel E.
El amor
incondicional de los niños es una recompensa que nos conforta día a día. Si nos
equivocamos y se nos pasó la mano con el enojo, ellos nos hacen sentir que no
fue tan grave. Tenemos que tener presente que no somos perfectos y que nadie
nos está exigiendo que lo seamos. Mañana trataremos de controlarnos más y
seremos mejores. Ojalá pudiéramos ser así con ellos a la hora de sus errores.
7. No hay que juzgar a
los demás
“Cuando
esperaba a mi primer hijo, me hice un montón de ideas de lo que iba a hacer y
de lo que no iba a hacer con él, según lo que veía en los demás. No lo iba a
consentir tanto como Fulanita, no le iba a dejar ver tanta TV como Zutanita, ni
le iba a comprar barbies tan chica, como Menganita… De más está decir; que muy
luego me di cuenta que hacía lo mismo y mucho más. Es que “otra cosa es con
guitarra”, como dicen por ahí”, asegura Claudia.
Los niños
enseñan a no juzgar a los demás según cómo son como papás. Especialmente nos
hacen entender muchas actitudes de nuestros propios padres, que antes
criticábamos. Dejamos así de exigirle a los demás cosas que nosotros no podemos
cumplir con nuestros hijos. Esta es una importante lección que se puede aplicar
en todos los ámbitos de la vida.
8. Vivir el momento
“Cada vez
que salgo con los niños, no puedo creer lo poco que me cundió. Si tenía que
hacer cinco cosas, apenas alcancé a terminar dos. Para qué decir cuando uno
trata de hacer alguna tarea en la casa, como ordenar un closet. Puede que esté
toda la tarde y sólo alcance a ordenar tres repisas “, comenta Patricia.
“Cuando salgo
con los niños, miro las calles de otra manera. Es que a su ritmo, se ven
flores, pájaros, grúas y todo tipo de cosas que, si voy sola y apurada ni me
doy cuenta que existen “, opina Claudia.
Los
niños, especialmente de chicos, son los reyes en mostrarnos el valor de tomarse
las cosas con calma. Si vamos a pasar la tarde con ellos, hay que guardar el
estrés y la ansiedad, y saber que, para que todos lo pasemos bien, no queda
otra que ir al ritmo de ellos.
9. No se termina de
aprender
“Una de
las grandes sorpresas que he tenido siendo mamá es la cantidad de cambios que
un niño puede sufrir en tan poco tiempo. De ser una niñita adorable, pasó a
tener unas pataletas feroces cuando cumplió dos años. Después sacó una
personalidad loca y ahora está tímida. Creo que cada nueva etapa es como
empezar todo de nuevo “, asegura María Paz.
Patricia
agrega: “¡Y eso ocurre con cada hijo porque cada uno es distinto!”.
Con los
niños nunca se deja de aprender. Cada etapa es distinta y cada hijo es diferente,
por lo que tenemos que ser de una manera o de otra con cada uno. Esto nos
plantea un desafío enorme como padres, pero también nos da una inmensa
recompensa: el cariño de los hijos.
10. Los niños nos
despiertan virtudes olvidadas
En lo que
todos los padres consultados están de acuerdo es en la cantidad de virtudes que
nos muestran los niños y que nos hacen cuestionamos sobre nosotros mismos.
“Lo poco
rencorosos, lo espontáneos, la alegría, la espiritualidad, la sencillez, la
sensibilidad con los más débiles o los pobres, es maravilloso. En cierto
sentido, te despiertan al mundo”, coinciden.
Los hijos
nos hacen conocemos mejor, sacar facetas de nuestra personalidad que nunca
creímos tener y nos motivan a ser mejores personas.
Cecilia Fontaine T.
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