El Dr. J.L. Guinot las
expone en: De la angustia a la serenidad.
La esperanza mantiene las fuerzas para seguir
adelante cuando se tiene la certeza de no poder luchar más.
El médico oncólogo José Luis
Guinot lleva más de 30 años trabajando
con los enfermos de cáncer. Su experiencia le ha llevado a formular 10
estrategias que ayudan al enfermo a afrontar con serenidad la enfermedad e
incluso la cercanía de la muerte. De hecho, estas 10 estrategias son de una
sabiduría aplicable a la vida de todos, no sólo de los enfermos. Se trata de
una sabiduría de la vida que expone en su libro De la angustia a la serenidad:
Acompañando al paciente con cáncer (Editorial Ciudad Nueva).
1. Vivir el presente con intensidad
Enfrentarse al sufrimiento genera incertidumbre con respecto a lo que puede ocurrir a partir de ese momento. Esto ocurre cuando se interpreta la vida como si fuese para siempre. Al ver acercarse nuestra muerte quisiéramos dar marcha atrás en el tiempo, volver al pasado... pero eso no puede ser. Lo que sí puede ser es cambiar el enfoque del tiempo. Y esto no es sólo para enfermos graves, sino una posibilidad para cualquier persona que tome conciencia.
“Una paciente decía: ‘no sé adónde nos llevará la vida, pero si sé que se puede vivir el ahora plenamente’”, cuenta en el libro el doctor Guinot. Por tanto, lo adecuado es vivir intensamente, cada día, cada hora y cada minuto. En definitiva, la clave es disfrutar del tiempo, un regalo olvidado.
2. Apreciar los proyectos a corto plazo
Vivir el presente implica tomar decisiones que derivan en uno u otro camino. Incluye hacer proyectos que pueden o no realizarse, que se pueden llegar a convertir en una obsesión de no llegar a cumplir las metas fijadas. A menudo estas cosas ocurren, por ejemplo, cuando se planea la jubilación o se imagina cómo será la vida en el futuro. Se vive pensando en que esas cosas llegarán por justicia... pero la vida real no sigue esos reglamentos.
Una enfermedad o muchas otras cosas pueden llegar a truncar nuestros planes. Cada reto es un proceso que hay que superar. Un enfermo, por ejemplo, buscará objetivos más asequibles, pensando en hoy, en mañana, en el fin de semana... y no mucho más allá. Ese es el consejo que José Luis Guinot da a sus pacientes: hacer que el deseo de vivir “sea más fuerte cuando hay algo por lo que vivir”.
3. Cambiar la escala de valores
En la aparición de un cáncer, o ante una grave enfermedad, cosas que antes parecían importantísimas dejan de serlo. La escala de valores cambia. En estos momentos se comprueba qué pilares de la vida sirven como apoyo y cuáles no. El sufrimiento es una oportunidad para replantearse la vida, para aprovechar la inevitable situación para reconducir el tiempo que queda por delante. En estos momentos, se aprecia lo que de verdad vale y se aparta a un lado cualquier agobio, es una ocasión para cambiar el rumbo.
Lo sabio es, por lo tanto, recapacitar sobre nuestra esclaa de valores también cuando estamos sanos, repasar si de verdad apreciamos y aprovechamos lo verdaderamente valioso.
4. Valorar las pequeñas cosas
Existe una concepción errónea con respecto a los valores, dice el doctor Guinot. Se trata de la idea preconcebida de que para llegar a ser feliz hay que poseer muchas cosas. Las personas que se enfrentan a una enfermedad que implica amenaza de muerte aprenden a valorar las pequeñas cosas.
Cosas tan normales y rutinarias como acompañar a los niños al colegio, preparar la comida o dar un beso de buenas noches, etc., se convierten en algo hermoso y valioso. Lo normal pasa a ser excepcionalmente apreciado, una forma de vivir intensamente el momento.
5. Buscar apoyo en la familia y amigos
No hay objetivo más importante que el ser querido. El amor de la familia y los amigos verdaderos cuando se está pasando momentos complicados es lo que permanece para siempre. Y de hecho, es la clave para la felicidad de las personas, también de las que están sanas.
La enfermedad o el peligro de muerte enseña a comprender quién está al lado del que sufre. Una de las cosas más positivas de la supervivencia es saber quién está a nuestro lado en cada etapa de la vida, también en los momentos duros.
6. Aceptar lo inevitable
La aceptación es la clave para vivir la nueva experiencia del sufrimiento de la forma más serena posible y reconocer que hay cosas que no se pueden cambiar.
La sociedad occidental, con su publicidad, no enseña a aceptar los límites reales de la persona, a cerciorarse de que hay fronteras que no pueden atravesarse... empezando por la muerte o la enfermedad. A veces es necesario aceptar que una enfermedad no se va a curar, o que un problema laboral, o económico, va a perdurar. Con ese realismo se evitan frustraciones y se puede dar el paso de aceptar un nuevo reto.
7. Salir de uno mismo para reducir el sufrimiento
El sufrimiento acompaña muchas etapas de una enfermedad y abarca todas las dimensiones de la persona, puesto que supone un desequilibrio en todas las facetas del hombre.
Es algo que se experimenta en primera persona y cada uno es dueño de su propio sufrimiento, que tiene significados diferentes.
De lo que se trata es de no vivirlo aisladamente. Quien se centra en aliviar el sufrimiento de los demás, verá que se minimiza su propio sufrimiento. Pero no es fácil, supone esfuerzo y ejercicio particular. Por ejemplo, puede ser necesario combatir activamente nuestra irritabilidad, sabiendo que así hacemos un bien a los que nos rodean.
8. Buscar información para saber a qué enfrentarse
1. Vivir el presente con intensidad
Enfrentarse al sufrimiento genera incertidumbre con respecto a lo que puede ocurrir a partir de ese momento. Esto ocurre cuando se interpreta la vida como si fuese para siempre. Al ver acercarse nuestra muerte quisiéramos dar marcha atrás en el tiempo, volver al pasado... pero eso no puede ser. Lo que sí puede ser es cambiar el enfoque del tiempo. Y esto no es sólo para enfermos graves, sino una posibilidad para cualquier persona que tome conciencia.
“Una paciente decía: ‘no sé adónde nos llevará la vida, pero si sé que se puede vivir el ahora plenamente’”, cuenta en el libro el doctor Guinot. Por tanto, lo adecuado es vivir intensamente, cada día, cada hora y cada minuto. En definitiva, la clave es disfrutar del tiempo, un regalo olvidado.
2. Apreciar los proyectos a corto plazo
Vivir el presente implica tomar decisiones que derivan en uno u otro camino. Incluye hacer proyectos que pueden o no realizarse, que se pueden llegar a convertir en una obsesión de no llegar a cumplir las metas fijadas. A menudo estas cosas ocurren, por ejemplo, cuando se planea la jubilación o se imagina cómo será la vida en el futuro. Se vive pensando en que esas cosas llegarán por justicia... pero la vida real no sigue esos reglamentos.
Una enfermedad o muchas otras cosas pueden llegar a truncar nuestros planes. Cada reto es un proceso que hay que superar. Un enfermo, por ejemplo, buscará objetivos más asequibles, pensando en hoy, en mañana, en el fin de semana... y no mucho más allá. Ese es el consejo que José Luis Guinot da a sus pacientes: hacer que el deseo de vivir “sea más fuerte cuando hay algo por lo que vivir”.
3. Cambiar la escala de valores
En la aparición de un cáncer, o ante una grave enfermedad, cosas que antes parecían importantísimas dejan de serlo. La escala de valores cambia. En estos momentos se comprueba qué pilares de la vida sirven como apoyo y cuáles no. El sufrimiento es una oportunidad para replantearse la vida, para aprovechar la inevitable situación para reconducir el tiempo que queda por delante. En estos momentos, se aprecia lo que de verdad vale y se aparta a un lado cualquier agobio, es una ocasión para cambiar el rumbo.
Lo sabio es, por lo tanto, recapacitar sobre nuestra esclaa de valores también cuando estamos sanos, repasar si de verdad apreciamos y aprovechamos lo verdaderamente valioso.
4. Valorar las pequeñas cosas
Existe una concepción errónea con respecto a los valores, dice el doctor Guinot. Se trata de la idea preconcebida de que para llegar a ser feliz hay que poseer muchas cosas. Las personas que se enfrentan a una enfermedad que implica amenaza de muerte aprenden a valorar las pequeñas cosas.
Cosas tan normales y rutinarias como acompañar a los niños al colegio, preparar la comida o dar un beso de buenas noches, etc., se convierten en algo hermoso y valioso. Lo normal pasa a ser excepcionalmente apreciado, una forma de vivir intensamente el momento.
5. Buscar apoyo en la familia y amigos
No hay objetivo más importante que el ser querido. El amor de la familia y los amigos verdaderos cuando se está pasando momentos complicados es lo que permanece para siempre. Y de hecho, es la clave para la felicidad de las personas, también de las que están sanas.
La enfermedad o el peligro de muerte enseña a comprender quién está al lado del que sufre. Una de las cosas más positivas de la supervivencia es saber quién está a nuestro lado en cada etapa de la vida, también en los momentos duros.
6. Aceptar lo inevitable
La aceptación es la clave para vivir la nueva experiencia del sufrimiento de la forma más serena posible y reconocer que hay cosas que no se pueden cambiar.
La sociedad occidental, con su publicidad, no enseña a aceptar los límites reales de la persona, a cerciorarse de que hay fronteras que no pueden atravesarse... empezando por la muerte o la enfermedad. A veces es necesario aceptar que una enfermedad no se va a curar, o que un problema laboral, o económico, va a perdurar. Con ese realismo se evitan frustraciones y se puede dar el paso de aceptar un nuevo reto.
7. Salir de uno mismo para reducir el sufrimiento
El sufrimiento acompaña muchas etapas de una enfermedad y abarca todas las dimensiones de la persona, puesto que supone un desequilibrio en todas las facetas del hombre.
Es algo que se experimenta en primera persona y cada uno es dueño de su propio sufrimiento, que tiene significados diferentes.
De lo que se trata es de no vivirlo aisladamente. Quien se centra en aliviar el sufrimiento de los demás, verá que se minimiza su propio sufrimiento. Pero no es fácil, supone esfuerzo y ejercicio particular. Por ejemplo, puede ser necesario combatir activamente nuestra irritabilidad, sabiendo que así hacemos un bien a los que nos rodean.
8. Buscar información para saber a qué enfrentarse
Cuando no se conoce lo que está
por venir, la persona comienza a imaginarse cosas terribles y a ponerse en lo
peor. La desconfianza y el miedo hacen
que el camino sea interminable, se trata del miedo a lo desconocido.
En estas ocasiones la información resulta útil y esperanzadora porque orienta y limita los los caminos por los que va a discurrir el tiempo que está por venir. Pero mucha información puede desbordar y cegarse a lo que de verdad hay que enfrentarse. La información permite al paciente poder aumentar la sensación de control de la situación pero hay que contrastar la información, sopesando los pros y contras. Guinot cita al psicólogo Ramón Bayés, quien considera que “hay que proporcionar al enfermo en todo momento, tanta información y control como sean posibles”. Pero esto mismo puede aplicarse también a otros retos que no son la enfermedad y que encontramos en el día a día.
9. Confiar en los que saben
En el apoyo emocional la confianza y la esperanza son esenciales. En la enfermedad el paciente crea un vínculo con el médico que le trata, se pone literalmente en sus manos. También sucede con todo aquel que busca ayuda en sus retos y dificultades: dejarse ayudar implica confiar.
La confianza es el primer paso para la curación. En el caso de los enfermos, debe ir más allá de la confianza sólo en el médico, es positivo confiar en todo el equipo que atiende al paciente. También otras personas en dificultades (sociales, emocionales, económicas) harán bien en rodearse de un grupo de amigos, profesionales o asesores de confianza, y calibrar con humildad sus consejos y ayuda.
10. Mantener la esperanza
Enfrentarse a un problema que aparentemente no tiene solución hace caer en la desesperanza.
La esperanza mantiene las fuerzas para seguir adelante cuando se tiene la certeza de no poder luchar más. La esperanza debe mantenerse siempre al lado del sufrimiento mientras se vive la experiencia de afrontar la dificultad, es la única cura contra el miedo.
Si creemos que no vamos a poder superar un problema, será más fácil salir derrotados. "Creer tiene que ver con la fe, con la experiencia previa de que merece la pena luchar", dice el Dr. Guinot. "El creyente tiene la salvación en una esperanza que le permite mirar a un futuro desconocido con la fe que lo ha mantenido durante su vida, lo que también da paz".
(El libro del doctor José Luis Guinot, De la angustia a la serenidad: Acompañando al paciente con cáncer -17 euros, 328 páginas- puede adquirirse aquí en la Editorial Ciudad Nueva; Guinot forma parte de la Asociación Humanidad Nueva, ligada al movimiento de los Focolares, y de la asociación Viktor E.Frankl de Valencia, que reune a profesionales y voluntarios en el apoyo ante la enfermedad y la muerte).
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