martes, 23 de febrero de 2016

HIPOCRESÍA


"Después de esto, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo:

- Los maestros de la ley y los fariseos son los encargados de interpretar la ley de Moisés. Por lo tanto, obedecedlos y haced todo lo que os digan. Pero no sigáis su ejemplo, porque dicen una cosa y hacen otra. Atan cargas pesadas, imposibles de soportar, y las echan sobre los hombros de los demás, mientras que ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo. Todo lo hacen para que la gente los vea. Les gusta llevar sobre la frente y en los brazos cajitas con textos de las Escrituras, y vestir ropas con grandes borlas. Desean los mejores puestos en los banquetes, los asientos de honor en las sinagogas, ser saludados con todo respeto en la calle y que la gente los llame maestros.


Pero vosotros no os hagáis llamar maestros por la gente, porque todos sois hermanos y uno solo es vuestro Maestro. Y no llaméis padre a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el que está en el cielo. Ni os hagáis llamar jefes, porque vuestro único Jefe es Cristo. El más grande entre vosotros debe servir a los demás. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido."

 

El texto de hoy nos pone en guardia para no utilizar la religión en nuestro provecho. Mientras la Iglesia, la comunidad de los cristianos, fue perseguida, esta tentación era prácticamente inexistente. Es a partir de Constantino, es decir a principios del siglo IV, que la Iglesia toma una estructura jerárquica, los vestidos sacerdotales copiados de los sacerdotes de Roma y Gracia. La religión se alía con el poder y deja de ser aquella asamblea (eccesia, iglesia) de personas que buscan seguir el evangelio. Empiezan los títulos, el carrerismo, la búsqueda del poder.

Jesús indica un camino muy distinto. Un camino en el que todos somos hermanos y en el que manda ha de ser el servidor de todos. Utilizar la religión para medrar, para darse importancia, aunque se hable muy bien y se explique perfectamente el evangelio, no es sino hipocresía.

¿Diría hoy Jesús de nosotros que los demás hagan lo que decimos, pero que no sigan nuestro ejemplo? Si nuestra vida no se corresponde al evangelio, es inútil que asistamos a muchos actos religiosos, que prediquemos muy bien, que seamos importantes. Simplemente, somos hipócritas.

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