"Él comenzó a hablar, diciendo:
– Hoy mismo se ha
cumplido esta Escritura delante de vosotros.
Todos hablaban bien
de Jesús y estaban admirados de la belleza de su palabra. Se preguntaban:
– ¿No es este el
hijo de José?
Jesús les
respondió:
– Seguramente me
aplicaréis el refrán: 'Médico, cúrate a ti mismo', y me diréis: 'Lo que oímos
que hiciste en Cafarnaún, hazlo también aquí, en tu propia tierra.'
Y siguió diciendo:
–Os aseguro que
ningún profeta es bien recibido en su propia tierra. Verdaderamente había
muchas viudas en Israel en tiempos del profeta Elías, cuando no llovió durante
tres años y medio y hubo mucha hambre en todo el país. Sin embargo, Elías no
fue enviado a ninguna de las viudas israelitas, sino a una de Sarepta, cerca de
la ciudad de Sidón. También había en Israel muchos enfermos de lepra en tiempos
del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán, que era de
Siria.
Al oir esto, todos
los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira. Se levantaron y echaron del
pueblo a Jesús. Lo llevaron a lo alto del monte sobre el que se alzaba el
pueblo, para arrojarle abajo. Pero Jesús pasó por en medio de ellos y se
fue."
Este evangelio es la continuación
del evangelio del domingo pasado. Allí veíamos a los habitantes de Nazaret
admirados con Jesús. Aquí los vemos irritados, intentando despeñarlo. Saben que
es el hijo de José y no se explican sus palabras. Los exégetas nos dicen que
seguramente José era un nacionalista judío y que Jesús, en su cita del domingo
pasado, omite una frase que habla de venganza y la transforma en misericordia.
Aquí remacha el clavo mostrando dos ejemplos en los que Dios favorece a
extranjeros y no al pueblo judío. Lo que no entienden sus conciudadanos es su
nacionalismo universal, su idea de salvación universal. Por eso se rebelan y
quieren despeñarlo.
Los profetas son molestos porque quieren sacarnos de nuestra comodidad y cambiar nuestras vidas. Y si resulta que son personas a las que conocemos, aún nos molestan más.
Hay cristianos a los que les molesta que personas no creyentes sean ejemplares, luchen por la justicia y sean más honestas que ellos. Y Jesús nos enseña hoy que Dios puede estar junto a ellos y no junto a nosotros. Que no tenemos derechos especiales ni patentes de corso. Que el Amor de Dios es para todos, es universal. Porque no somos nosotros los que lo hemos elegido a Él, sino que es Él quien nos ha elegido a nosotros.
Otra lección que debemos sacar hoy, es que no debemos juzgar a las personas que nos rodean por las apariencias. Si nos es difícil penetrar en nuestro corazón, más lo es penetrar en el de los demás.
El Papa Francisco inició el Año de la Misericordia. Tenemos este año la ocasión de acercarnos a los demás con Amor. De ponernos en el lugar del otro, aunque sea alguien al que consideramos opuesto a nosotros. Seguramente lograremos un mundo mejor y descubriremos que TODOS somos dignos de misericord.
Enviat per Joan Josep Tamburini
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