Son varios los videntes que han tenido imágenes de
los sucesos previos y del propio nacimiento, los que iremos publicando para
completar una idea mejor de lo que rodeó al nacimiento, en el entendido que
estos materiales son poco difundidos.
Comenzaremos por una visión de la Beata Ana Catalina
Emmerich respecto a los Preparativos para el Nacimiento.
En aquel tiempo
Augusto César (Octavio) ordenó un censo para ser realizado a toda la gente y para esto era requerido que todos
fueran a la ciudad o al pueblo de sus propias familias, para registrar las
contribuciones impuestas por los Romanos. José, siendo de la casa y linaje de
David tenía que ir desde Nazareth en Galilea a Belén en Judea, cerca de 10 kms
de Jerusalén.
Desde hace varios
días veo a María en casa de Ana, su madre, cuya casa se halla más o menos a una
legua de Nazaret, en el valle de
Zabulón. La criada de Ana permanece en Nazaret cuando María está ausente y
sirve a José. Veo que mientras vivió Ana casi no tenían hogar independiente del
todo, pues recibían siempre de ella todo lo que necesitaban para su
manutención.
Veo desde hace
quince días a María ocupada en preparativos para el nacimiento de Jesús: cose
colchas, tiras y pañales. Su padre Joaquín ya no vive.En la casa hay una niña de unos siete años de edad
que está a menudo junto a la Virgen y recibe lecciones de María. Creo que es la
hija de María de Cleofás y que también se llama María. José no está en Nazaret,
pero debe llegar muy pronto. Vuelve de Jerusalén donde ha llevado los animales
para el sacrificio. Vi a la Virgen Santísima en la casa, trabajando, sentada en
una habitación con otras mujeres. Preparaban prendas y colchas para el
nacimiento del Niño.
Ana poseía
considerables bienes en rebaños y campos y proporcionaba con abundancia todo lo
que necesitaba María, en avanzado estado de embarazo.Como creía que María daría a luz en su casa y que
todos sus parientes vendrían a verla, hacía allí toda clase de preparativos
para el nacimiento del Niño de la Promesa, disponiendo, entre otras cosas,
hermosas colchas y preciosas alfombras.
Cuando nació Juan
pude ver una de estas colchas en casa de Isabel. Tenía figuras simbólicas y sentencias hechas con trabajos de aguja.
Hasta he visto algunos hilos de oro y plata entremezclados en el trabajo de
aguja. Todas estas prendas no eran únicamente para uso de la futura madre: había
muchas destinadas a los pobres, en los que siempre se pensaba en tales
ocasiones solemnes.
Vi a la Virgen y a
otras mujeres sentadas en el suelo alrededor de un cofre,trabajando en una colcha de gran tamaño colocada
sobre el cofre. Se servían de unos palillos con hilos arrollados de diversos
colores. Ana estaba muy ocupada, e iba de un lado a otro tomando lana,
repartiéndola y dando trabajo a cada una de ellas.
José debe volver
hoy a Nazaret. Se hallaba en Jerusalén donde había ido a llevar animales para
el sacrificio, dejándolos en una
pequeña posada dirigida por una pareja sin hijos situada a un cuarto de legua
de la ciudad, del lado de Belén. Eran personas piadosas, en cuya casa se podía
habitar confiadamente. Desde allí se fue José a Belén; pero no visitó a sus
parientes, queriendo tan sólo tomar informes relativos a un empadronamiento o
una percepción de impuestos que exigía la presencia de cada ciudadano en su
pueblo natal.
Con todo, no se
hizo inscribir aún, pues tenía la intención, una vez realizada la purificación
de María, de ir con ella de Nazaret al Templo de Jerusalén, y desde allí a
Belén, donde pensaba establecerse. No sé bien qué ventajas encontraba en esto, pero no gustándole la
estadía en Nazaret, aprovechó esta oportunidad para ir a Belén. Tomó informes
sobre piedras y maderas de construcción, pues tenía la idea de edificar una
casa. Volvió luego a la posada vecina a Jerusalén, condujo las víctimas al
Templo y retornó a su hogar.
Atravesando hoy la llanura de Kimki, a seis leguas
de Nazaret, se le apareció un ángel, indicándole que partiera con María para
Belén, pues era allí donde debía nacer el Niño. Le dijo que debía llevar pocas
cosas y ninguna colcha bordada. Además del asno sobre el cual debía ir María
montada, era necesario que llevase consigo una pollina de un año, que aún no
hubiese tenido cría. Debía dejarla correr en libertad, siguiendo siempre el
camino que el animal tomara.
Esta noche Ana se
fue a Nazaret con la Virgen María, pues sabían que José debía llegar. No parecía, sin embargo, que
tuvieran conocimiento del viaje que debía hacer María con José a Belén. Creían
que María daría a luz en su casa de Nazaret, pues vi que fueron llevados allí
muchos objetos preparados, envueltos en grandes esteras.
Por la noche llegó
José a Nazaret. Hoy he visto a la
Virgen con su madre Ana en la casa de Nazaret, donde José les hizo conocer lo
que el ángel le había ordenado la noche anterior. Ellas volvieron a la casa de
Ana, donde las vi hacer preparativos para un viaje próximo. Ana estaba muy
triste. La Virgen sabía de antemano que el Niño debía nacer en Belén; pero por
humildad no había hablado. Estaba enterada de todo por las profecías sobre el
nacimiento del Mesías que Ella conservaba consigo en Nazaret.
Estos escritos le
habían sido entregados y explicados por sus maestras en el Templo. Leía a
menudo estas profecías y rogaba por su realización, invocando siempre, con
ardiente deseo, la venida de ese Mesías. Llamaba bienaventurada a aquélla que debía dar a luz y deseaba ser tan
sólo la última de sus servidoras. En su humildad no pensaba que ese honor debía
tocarle a ella. Sabiendo por los textos que el Mesías debía nacer en Belén,
aceptó con júbilo la voluntad de Dios, preparándose para un viaje que habría de
ser muy penoso para ella, en su actual estado y en aquella estación, pues el
frío suele ser muy intenso en los valles entre cadenas montañosas.
LA FESTIVIDAD DEL SÁBADO
José preparó su
lámpara y se puso a orar en compañía de la Virgen Santísima, guardando la
observancia del sábado con piedad conmovedora. Comieron alguna cosa y descansaron sobre esteras extendidas en el
suelo.Vi a la Sagrada Familia permanecer allí todo el día. María y José oraban
juntos…
He visto a la mujer
del dueño de la posada pasar el día al lado de María con sus tres hijos. Alejose también aquella mujer que los había
hospedado la víspera, con dos de sus hijos. Se sentaron al lado de María
amigablemente, quedando muy impresionados por la modestia y la sabiduría de la
Virgen, que conversó también con los niños, dándoles algunas útiles
instrucciones.
Los niños tenían
pequeños rollos de pergamino. María les hizo
leer y les habló de modo tan amable que las criaturas no apartaban la vista ni
un instante de Ella. Era algo muy conmovedor ver esta atención de los niños y
escuchar las enseñanzas de María.
Al caer la tarde vi
a José paseando con el dueño de la posada por los alrededores, mirando los campos y los jardines y tratándose
familiarmente. Así veo a las personas piadosas del país en el día festivo del
sábado. Los santos viajeros quedaron en ese lugar la noche siguiente.
Los buenos esposos
de la posada se encariñaron sumamente con María y le pidieron que se quedara
con ellos hasta el nacimiento del Niño. Le mostraron una habitación muy cómoda, y la mujer se ofreció a
servirles de todo corazón y con amable insistencia.
Pero los
viajeros reanudaron su viaje por la mañana muy temprano y descendieron
por el Suroeste de la montaña, hacia un hermoso valle. Se alejaron aún más de
Samaria. Mientras iban descendiendo se podía ver el templo del monte Garizim,
pues se lo ve desde muy lejos. Sobre el techo hay figuras de leones o de otros
animales semejantes, que brillan a los rayos del sol.
Hoy los he visto
hacer unas seis leguas de camino. Al atardecer se encontraban en una llanura a
una legua al Sureste de Siquem. Entraron en una
casa de pastores bastante grande donde fueron recibidos bien.
El dueño de casa
estaba encargado de cuidar los campos y jardines, propiedad de una vecina
ciudad. La casa no estaba en la llanura
sino sobre una pendiente. Todo era fértil en esta comarca y en mejores
condiciones que el país recorrido anteriormente; pues aquí se estaba de cara al
sol, lo que en la Tierra Prometida es causa de una diferencia notable en esta
época del año.
Desde este lugar hasta Belén se encuentran muchas
de estas viviendas pastoriles diseminadas en los valles. Algunas hijas de pastores, que vivían en
estos lugares, se casaron más tarde con servidores que habían venido con los
Reyes Magos, y se quedaron en la comarca.
De uno de estos matrimonios era un niño curado por
Nuestro Señor, en esta misma casa, a instancias de María, el 31 de Julio de su
segundo año de predicación, después de su diálogo con la Samaritana. Jesús
eligió luego a este joven y a otros dos para acompañarlo durante el viaje que
hizo por Arabia después de la muerte de Lázaro. Este joven fue más tarde
discípulo del Señor.
He visto que Jesús
se detuvo aquí con frecuencia para predicar y
enseñar. Ahora José bendice a algunos niños que encontró en la casa.
LOS VIAJEROS SON RECHAZADOS EN
VARIAS CASAS
Hoy los he visto
seguir un sendero más uniforme. La Virgen
desmontaba a ratos, siguiendo a pie algunos trechos. A menudo se detenían en
lugares apropiados para tomar alimento. Llevaban panecillos y una bebida que
refresca y fortalece, en recipientes muy elegantes, con dos asas que parecían
de bronce por el brillo. Esta bebida era el bálsamo que tomaban mezclado con
agua. Recogían bayas y frutas de los árboles y arbustos en los lugares más
expuestos al sol.
La montura de María
tenía a derecha e izquierda unos rebordes sobre los cuales apoyaba los pies: de esa manera no quedaban en el aire, como veo a
la gente de nuestro país. Los movimientos de María eran siempre sosegados,
singularmente modestos. Se sentaba alternativamente a derecha e izquierda.
La primera
diligencia de José, cuando llegaban a un lugar, era buscar un sitio donde María
pudiese sentarse y descansar cómodamente. Ambos se lavaban con frecuencia los
pies.
Era de noche cuando llegaron a una casa aislada. José llamó y pidió hospitalidad; pero el
dueño de casa no quiso abrir. José le explicó la situación de María,
diciendo que no estaba en condición de seguir su camino y agregando que no
pedía hospedaje gratis. Todo fue
inútil: aquel hombre duro y grosero respondió que su casa no era una posada,
que lo dejaran tranquilo, que no golpeasen a la puerta. Ni siquiera abrió la
puerta para hablar, sino que dio su respuesta desde el interior.
Los viajeros
continuaron su camino, y al poco tiempo entraron en un cobertizo cerca del cual
habían visto detenerse a la borriquilla. El refugio estaba sobre un terreno llano. José encendió luz y preparó
un lecho para María, que lo ayudaba en todo esto. Metió al asno y le dio
forraje. Rezaron, comieron y durmieron algunas horas. Desde la última posada
hasta aquí habría unas seis leguas.
Se hallaban ahora a unas veintiséis de Nazaret y a
unas diez de Jerusalén. Hasta aquel camino no habían seguido el sendero
principal, sino atravesando otros de comunicación que iban del Jordán a
Samaria, tocando las grandes rutas que llevan de Siria a Egipto. Los atajos eran muy angostos y en las
montañas se hallaban a menudo tan apretados que les era necesario tomar muchas
precauciones para poder andar sin tropezar ni caerse. Los asnos
avanzaban con paso muy seguro.
Antes de aclarar el
día partieron y tomaron un camino que volvía a subir. Me parece que llegaron a la ruta que lleva de
Gábara hasta Jerusalén, que en este lugar era el límite entre Samaria y Judea.
En otra casa donde pidieron hospitalidad fueron igualmente rechazados
groseramente.
A varias leguas al Nordeste de Betania, María se
sintió muy fatigada y deseó descansar y tomar alimento. José se desvió una legua de camino en busca de una higuera grande que
solía estar cargada de higos, en torno de la cual había asientos para
descansar a su sombra. José conoció el lugar en uno de sus anteriores viajes.
Al llegar a la higuera no encontró en ella ni una
fruta, lo cual lo entristeció mucho. Recuerdo vagamente que Jesús halló más
tarde esta higuera cubierta de hojas verdes, pero sin frutos. Creo que el Señor
la maldijo en la ocasión que había salido de Jerusalén, y el árbol se secó por
completo.
Más tarde se
acercaron a una casa cuyo dueño trató asperamente a José, que le había pedido humildemente hospitalidad.
Miró luego a la Santísima Virgen, a la luz de una linterna y se burló de José
porque llevaba una mujer tan joven. En cambio la dueña de casa se acercó y se compadeció de María: le ofreció una
habitación en un edificio vecino y les llevó panecillos para su alimento. El
marido se arrepintió de haber sido descomedido y se mostró luego más servicial
con los santos viajeros.
Más tarde llegaron a otra casa habitada por una pareja joven. Aunque fueron recibidos, no lo
hicieron con cortesía y casi ni se ocuparon de ellos. Estas personas no
eran pastores sencillos, sino como campesinos ricos, gente ocupada en negocios.
Jesús visitó una de
estas casas, después de su bautismo. La habitación donde la Sagrada Familia
había pasado la noche, la habían convertido en oratorio. No recuerdo si era propiamente la casa aquélla
cuyo dueño se burló de José. Recuerdo vagamente que el arreglo lo hicieron
después de los milagros que sucedieron al Nacimiento de Jesús.
ULTIMAS ETAPAS DEL CAMINO
En las últimas
etapas José se detuvo varias veces, pues María estaba cada vez más fatigada. Siguiendo el camino indicado por la borriquilla,
hicieron un rodeo de un día y medio al Este de Jerusalén. El padre de José había poseído algunos
pastizales en aquella comarca, y él conocía bien la región. Si hubieran
seguido atravesando directamente el desierto que se halla al Mediodía, detrás
de Betania, hubieran podido llegar a Belén en seis horas; pero el camino era
montañoso y muy incómodo en esta estación.
Siguieron a la borriquilla a lo largo de los valles
y se acercaron algo al Jordán. Hoy vi a los santos caminantes que entraban en
pleno día en una casa grande de pastores. Está a tres leguas de un
lugar donde Juan bautizaba más tarde en el Jordán y a siete de Belén. Es la misma casa donde Jesús, treinta años
más tarde, estuvo la noche del 11 de Octubre, víspera del día en que por
primera vez, después de su bautismo, pasó delante de Juan Bautista.
Junto a la casa, y
un tanto apartada de ella, había una granja donde guardaban los instrumentos de
labranza y los que usaban
los pastores. El patio tenía una fuente rodeada de baños que recibían las aguas
de aquélla mediante conductos especiales. El dueño parecía tener extensas
propiedades y allí mismo tenía un tráfico considerable. He visto que iban y
venían varios servidores que comían en aquella finca.
El dueño recibió a los viajeros muy amigablemente,
se mostró muy servicial y los condujo a una cómoda habitación, mientras algunos
servidores se ocuparon del asno. Un
criado lavó en una fuente los pies de José y le dio otras ropas mientras
limpiaba las suyas cubiertas de polvo. Una mujer rindió los mismos servicios a
María. En esta casa tomaron alimento y durmieron.
La dueña de casa
tenía un carácter bastante raro: se había
encerrado en su casa y a hurtadillas observaba a María, y como era joven y
vanidosa, la belleza admirable de la Virgen la había llenado de disgusto. Temía
también que María se dirigiera a ella para pedirle que le permitiese quedarse
hasta dar a luz a su Niño. Tuvo la descortesía de no presentarse siquiera y
buscó medios para que los viajeros partieran al día siguiente.
Esta es la mujer
que encontró Jesús allí, treinta años más tarde, ciega y encorvada, y que sanó
y curó después de hacerle advertencias sobre su poca caridad y su vanidad de un
tiempo.
He visto algunos niños. La Santa Familia pasó la
noche en este lugar.
Hoy al medio día vi
a la Sagrada Familia abandonar la finca donde se habían alojado. Algunos de la casa los acompañaron cierta
distancia. Después de unas, dos leguas de camino, llegaron al anochecer a un
lugar atravesado por un gran sendero, a cuyos lados se levantaba una fila de
casas con patios y jardines. José tenía allí parientes. Me parece que eran los
hijos del segundo matrimonio de su padrastro o madrastra. La casa era de muy
buena apariencia; sin embargo, atravesaron este lugar sin detenerse.
A media legua
dieron vuelta a la derecha, en dirección de Jerusalén, y arribaron a una posada
grande en cuyo patio había una fuente con cañerías de agua. Encontraron reunidas a muchas gentes que
celebraban un funeral. El interior de la casa, en cuyo centro estaba el hogar
con una abertura para el humo, había sido transformado en una amplia
habitación, suprimiendo los tabiques movibles que separaban ordinariamente las
diversas piezas. Detrás del hogar había colgaduras negras y frente a él algo
así como un ataúd cubierto de paño negro. Varios hombres rezaban. Tenían largas
vestimentas de color negro y encima otros vestidos blancos más cortos. Algunos
llevaban una especie de manípulo negro, con flecos, colgado del brazo. En otra
habitación estaban las mujeres completamente envueltas en sus vestiduras,
llorando, sentadas sobre cofres muy bajos.
Los dueños de casa, ocupados en la ceremonia
fúnebre, se contentaron con hacerles señas de que entrasen; pero los servidores
los recibieron muy cortésmente y se ocuparon de ellos. Les prepararon un alojamiento aparte con esteras suspendidas, que le daba
aspecto de carpa. Más tarde he visto a los dueños de casa visitando a la
Sagrada Familia, en amigable conversación con ellos. Ya no llevaban las
vestiduras blancas. José y María tomaron alimento, rezaron juntos y se
entregaron al descanso.
Hoy a mediodía,
María y José se pusieron en camino hacia Belén de donde se hallaban sólo a unas
tres leguas. La dueña de casa
insistía en que se quedaran, pareciéndole que María daría a luz de un momento a
otro. María, bajándose el velo, respondió que debía esperar treinta y seis
horas aún. Hasta me parece que haya dicho treinta y ocho.
Aquella mujer los
hubiera hospedado con gusto, no en su casa,
sino en otro edificio cercano. En el momento de la partida vi que José,
hablando de sus asnos con el dueño de la casa, elogiaba los animales de éste, y
dijo que llevaba la borriquilla para empeñarla en caso de necesidad.
Los huéspedes
hablaron de lo difícil que sería para ellos encontrar alojamiento en Belén, y
José dijo que tenía varios amigos allá y que estaba seguro de ser bien
recibido. A mí me apenaba
oírle hablar con tanta convicción de la buena acogida que le harían. Aún habló
de esto mismo con María en el camino. Vemos, pues, que hasta los santos pueden
estar en error.
FUENTES:
Publicado por Unción Católica y Profética
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