El Papa Francisco ha convocado un año Jubilar de la
Misericordia.
Ha recomendado durante ese tiempo realizar las
obras de misericordia pero, ¿qué son y cuáles son?
“Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación.
Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad.
Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro.
Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida.
Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado."
Papa Francisco.Bula Misericordiae Vultus.
¿QUÉ SON LAS OBRAS DE MISERICORDIA?
“Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación.
Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad.
Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro.
Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida.
Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado."
Papa Francisco.Bula Misericordiae Vultus.
¿QUÉ SON LAS OBRAS DE MISERICORDIA?
Las obras de
misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro
prójimo en sus necesidades corporales y espirituales.
Instruir,
aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de misericordia, como
también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia
corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien
no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar
a los muertos).
Entre estas obras,
la limosna hecha a los pobres es uno de los principales testimonios de la
caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios.
Es mi vivo deseo
que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de
misericordia corporales y espirituales.
Será un modo para
despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la
pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los
pobres son los privilegiados de la misericordia divina.
La predicación de
Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta
si vivimos o no como discípulos suyos.
Redescubramos las
obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al
sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar
a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia
espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir
al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia
las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos. Papa
Francisco, Bula
Misericordiae Vultus.
La misericordia
no se queda en una escueta actitud de compasión: la misericordia se identifica
con la superabundancia de la caridad que, al mismo tiempo, trae consigo la
superabundancia de la justicia.
Misericordia
significa mantener el corazón en carne viva, humana y divinamente transido por
un amor recio, sacrificado, generoso. Así glosa la caridad San Pablo en su
canto a esa virtud: la caridad es sufrida, bienhechora; la caridad no tiene
envidia, no obra precipitadamente, no se ensoberbece, no es ambiciosa, no busca
sus intereses, no se irrita, no piensa mal, no se huelga de la injusticia, se
complace en la verdad; a todo se acomoda, cree en todo, todo lo espera y lo
soporta todo. San Josemaría, Amigos de Dios,
232
No puedes pensar en
los demás como si fuesen números o escalones, para que tú puedas subir; o masa,
para ser exaltada o humillada, adulada o despreciada, según los casos. Piensa
en los demás —antes que nada, en los que están a tu lado— como en lo que son:
hijos de Dios, con toda la dignidad de ese título maravilloso.
Hemos de portarnos
como hijos de Dios con los hijos de Dios: el nuestro ha de ser un amor
sacrificado, diario, hecho de mil detalles de comprensión, de sacrificio
silencioso, de entrega que no se nota. Este es el bonus odor Christi, el que
hacía decir a los que vivían entre nuestros primeros hermanos en la fe: ¡Mirad
cómo se aman!
San Josemaría, Es Cristo que
pasa, 36.
¿CUÁLES SON LAS OBRAS DE MISERICORDIA?
Hay catorce obras
de misericordia: 7, corporales y 7 espirituales.
Obras de misericordia corporales:
1) Visitar a los
enfermos
2) Dar de comer al
hambriento
3) Dar de beber al
sediento
4) Dar posada al
peregrino
5) Vestir al desnudo
6) Visitar a los presos
7) Enterrar a los
difuntos
Obras de misericordia espirituales:
1) Enseñar al que no
sabe
2) Dar buen consejo al
que lo necesita
3) Corregir al que se
equivoca
4) Perdonar al que nos
ofende
5) Consolar al triste
6) Sufrir con paciencia
los defectos del prójimo
7) Rezar a Dios por los
vivos y por los difuntos.
Las obras de
misericordia corporales, en su mayoría salen de una lista hecha por el Señor en
su descripción del Juicio Final.
La lista de las
obras de misericordia espirituales la ha tomado la Iglesia de otros textos que
están a lo largo de la Biblia y de actitudes y enseñanzas del mismo Cristo: el perdón, la
corrección fraterna, el consuelo, soportar el sufrimiento, etc.
¿Cuál es el efecto de las obras de misericordia en quien las practica?
El ejercicio de la
obras de misericordia comunica gracias a quien las ejerce. En el evangelio de
Lucas Jesús dice:
“Dad, y se os dará".
Por tanto, con las
obras de misericordia hacemos la Voluntad de Dios, damos algo nuestro a los
demás y el Señor nos promete que nos dará también a nosotros lo que
necesitemos.
Por otro lado, una
manera de ir borrando la pena que queda en el alma por nuestros pecados ya
perdonados es mediante obras buenas. Obras buenas son, por supuesto, las Obras
de Misericordia. “Bienaventurados los
misericordiosos, pues ellos alcanzarán misericordia" (Mt.5, 7), es una de las Bienaventuranzas.
Además las Obras de
Misericordia nos van ayudando a avanzar en el camino al Cielo, porque nos van
haciendo parecidos a Jesús, nuestro modelo, que nos enseñó cómo debe ser
nuestra actitud hacia los demás. “En Mateo, se recogen las siguientes palabras
de Cristo: “No
os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde
los ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la
polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde
esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón".
Al seguir esta
enseñanza del Señor cambiamos los bienes temporales por los eternos, que son
los que valen de verdad.
Piensa primero en
los demás. Así pasarás por la tierra, con errores sí —que son inevitables—,
pero dejando un rastro de bien.
Y cuando llegue la
hora de la muerte, que vendrá inexorable, la acogerás con gozo, como Cristo,
porque como El también resucitaremos para recibir el premio de su Amor.
San Josemaría, Vía Crucis,
Conocer a Jesús,
por tanto, es darnos cuenta de que nuestra vida no puede vivirse con otro
sentido que con el de entregarnos al servicio de los demás. Un cristiano no
puede detenerse sólo en problemas personales, ya que ha de vivir de cara a la
Iglesia universal, pensando en la salvación de todas las almas.
San Josemaría, Es Cristo que
pasa,
Dar la vida por los
demás. Sólo así se vive la vida de Jesucristo y nos hacemos una misma cosa con
El.
San Josemaría, Vía Crucis,
14
Las obras de misericordia corporales: breve
explicación
San Mateo recoge la
narración del Juicio Final (Mt 25,31-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus
discípulos: “Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado
de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria.
Entonces serán
congregadas ante él todas las naciones, y él apartará a los unos de los otros,
como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su
derecha y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de derecha:
'Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes
desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me disteis de comer,
sediento y me disteis de beber, era forastero y me hospedasteis, estuve desnudo
y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, encarcelado y fuisteis a verme'.
Los justos le contestarán entonces: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te
dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te
vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos ver?'. Y el rey
les dirá: 'Os aseguro que, cuando lo hicisteis con el más insignificante de mis
hermanos, conmigo lo hicisteis. Entonces dirá también a los de la izquierda: 'Apartaos
de mí, malditos; id al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles;
porque estuve hambriento y no me disteis de comer, sediento y no me disteis de
beber, era forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis,
enfermo y encarcelado y no me visitasteis.
Entonces ellos le
responderán: 'Señor ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de forastero o
desnudo, enfermo o encarcelado y no te asistimos?' Y él les replicará: 'Os
aseguro que, cuando no lo hicisteis con uno de aquellos más insignificante,
tampoco lo hicisteis conmigo'. Entonces irán éstos al castigo eterno y los
justos a la vida eterna.
1) Dar de comer al hambriento y 2) dar de beber al sediento.
Estas dos primeras
se complementan y se refieren a la ayuda que debemos procurar en alimento y
otros bienes a los más necesitados, a aquellos que no tienen lo indispensable
para poder comer cada día.
Jesús, según recoge
el evangelio de san Lucas recomienda: «El que tenga dos túnicas que las reparta
con el que no tiene; el que tenga para comer que haga lo mismo» (Lc 3, 11).
3)
Dar posada al peregrino.
En la antigüedad el
dar posada a los viajeros era un asunto de vida o muerte, por lo complicado y
arriesgado de las travesías. No es el caso hoy en día. Pero, aún así, podría
tocarnos recibir a alguien en nuestra casa, no por pura hospitalidad de amistad
o familia, sino por alguna verdadera necesidad.
4)
Vestir al desnudo.
Esta obra de
misericordia se dirige a paliar otra necesidad básica: el vestido. Muchas
veces, se nos facilita con las recogidas de ropa que se hacen en Parroquias y
otros centros.
A la hora de
entregar nuestra ropa es bueno pensar que podemos dar de lo que nos sobra o ya
no nos sirve, pero también podemos dar de lo que aún es útil.
En la carta de
Santiago se nos anima a ser generosos: «Si un hermano o una hermana están
desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: “Id en
paz, calentaos o hartaos", pero no les dais lo necesario para el cuerpo,
¿de qué sirve?» (St 2, 15-16).
5)
Visitar al enfermo
Se trata de una
verdadera atención a los enfermos y ancianos, tanto en el aspecto físico, como
en hacerles un rato de compañía.
El mejor ejemplo de
la Sagrada Escritura es el de la Parábola del Buen Samaritano, que curó al
herido y, al no poder continuar ocupándose directamente, confió los cuidados
que necesitaba a otro a quien le ofreció pagarle. (ver Lc. 10, 30-37).
6)
Visitar a los encarcelados
Consiste en visitar
a los presos y prestarles no sólo ayuda material sino una asistencia espiritual
que les sirva para mejorar como personas, enmendarse, aprender a desarrollar un
trabajo que les pueda ser útil cuando terminen el tiempo asignado por la
justicia, etc.
Significa también
rescatar a los inocentes y secuestrados. En la antigüedad los cristianos
pagaban para liberar esclavos o se cambiaban por prisioneros inocentes.
7)
Enterrar a los difuntos
Cristo no tenía
lugar sobre el que reposar. Un amigo, José de Arimatea, le cedió su tumba. Pero
no sólo eso, sino que tuvo valor para presentarse ante Pilato y pedirle el
cuerpo de Jesús. También participó Nicodemo, quien ayudó a sepultarlo. (Jn. 19,
38-42)
Enterrar a los
muertos parece un mandato superfluo, porque –de hecho- todos son enterrados.
Pero, por ejemplo, en tiempo de guerra, puede ser un mandato muy exigente. ¿Por
qué es importante dar digna sepultura al cuerpo humano? Por qué el cuerpo
humano ha sido alojamiento del Espíritu Santo. Somos “templos del Espíritu Santo (1 Cor 6, 19).
Si queremos ayudar
a los demás, hemos de amarles, insisto, con un amor que sea comprensión y
entrega, afecto y voluntaria humildad. Así entenderemos por qué el Señor
decidió resumir toda la Ley en ese doble mandamiento, que es en realidad un
mandamiento solo: el amor a Dios y el amor al prójimo, con todo nuestro
corazón.
Quizá penséis ahora
que a veces los cristianos —no los otros: tú y yo— nos olvidamos de las
aplicaciones más elementales de ese deber. Quizá penséis en tantas injusticias
que no se remedian, en los abusos que no son corregidos, en situaciones de
discriminación que se trasmiten de una generación a otra, sin que se ponga en
camino una solución desde la raíz.
No puedo, ni tengo
por qué, proponeros la forma concreta de resolver esos problemas. Pero, como
sacerdote de Cristo, es deber mío recordaros lo que la Escritura Santa dice.
Meditad en la escena del juicio, que el mismo Jesús ha descrito: apartaos de
mí, malditos, e id al fuego eterno, que ha sido preparado para el diablo y sus
ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis
de beber; fui peregrino y no me recibisteis; desnudo, y no me cubristeis;
enfermo y encarcelado, y no me visitasteis.
Un hombre o una
sociedad que no reaccione ante las tribulaciones o las injusticias, y que no se
esfuerce por aliviarlas, no son un hombre o una sociedad a la medida del amor
del Corazón de Cristo. Los cristianos —conservando siempre la más amplia
libertad a la hora de estudiar y de llevar a la práctica las diversas
soluciones y, por tanto, con un lógico pluralismo—, han de coincidir en el
idéntico afán de servir a la humanidad. De otro modo, su cristianismo no será
la Palabra y la Vida de Jesús: será un disfraz, un engaño de cara a Dios y de
cara a los hombres.
San Josemaría, Es Cristo que
pasa, 167
¡Gracias, Jesús
mío!, porque has querido hacerte perfecto Hombre, con un Corazón amante y
amabilísimo, que ama hasta la muerte y sufre; que se llena de gozo y de dolor;
que se entusiasma con los caminos de los hombres, y nos muestra el que lleva al
Cielo; que se sujeta heroicamente al deber, y se conduce por la misericordia;
que vela por los pobres y por los ricos; que cuida de los pecadores y de los
justos...
—¡Gracias, Jesús
mío, y danos un corazón a la medida del Tuyo!
San Josemaría, Surco, 813
El amor es lo que
da sentido al sacrificio. Toda madre sabe bien qué es sacrificarse por sus
hijos: no está sólo en concederles unas horas, sino en gastar en su beneficio
toda la vida. Vivir pensando en los demás, usar de las cosas de tal manera que
haya algo que ofrecer a los otros: todo eso son dimensiones de la pobreza, que
garantizan el desprendimiento efectivo.
San Josemaría, Conversaciones,
111
LAS OBRAS DE
MISERICORDIA ESPIRITUALES: BREVE EXPLICACIÓN
1)
Enseñar al que no sabe
Consiste en enseñar
al ignorante en cualquier materia: también sobre temas religiosos. Esta
enseñanza puede ser a través de escritos o de palabra, por cualquier medio de
comunicación o directamente.
Como dice el libro
de Daniel, "los que enseñan la justicia a la multitud, brillarán como las
estrellas a perpetua eternidad" (Dan. 12, 3b).
2)
Dar buen consejo al que lo necesita
Uno de los dones
del espíritu Santo es el don de consejo. Por ello, quien pretenda dar un buen
consejo debe, primeramente, estar en sintonía con Dios, ya que no se trata de
dar opiniones personales, sino de aconsejar bien al necesitado de guía.
3)
Corregir al que se equivoca
Esta obra de
misericordia se refiere sobre todo al pecado. De hecho, otra manera de formular
esta obra es: Corregir al pecador.
La corrección
fraterna es explicada por el mismo Jesús en el evangelio de Mateo: “"Si tu
hermano peca, vete a hablar con él a solas para reprochárselo. Si te escucha,
has ganado a tu hermano". (Mt. 19, 15-17)
Debemos corregir a
nuestro prójimo con mansedumbre y humildad. Muchas veces será difícil hacerlo
pero, en esos momentos, podemos acordarnos de los que dice el apóstol Santiago
al final de su carta: “el que endereza a un pecador de su mal camino, salvará su
alma de la muerte y consigue el perdón de muchos pecados"(St. 5, 20).
4)
Perdonar las injurias
En el Padrenuestro
decimos: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que
nos ofenden""y el mismo Señor aclara: “si perdonáis las ofensas de
los hombres, también el Padre Celestial os perdonará. En cambio, si no perdonáis
las ofensas de los hombres, tampoco el Padre os perdonará a vosotros (Mt. 6,
14-15).
Perdonar las
ofensas significa superar la venganza y el resentimiento. Significa tratar
amablemente a quien nos ha ofendido.
El mejor ejemplo de
perdón en el Antiguo Testamento es el de José, que perdonó a sus hermanos el
que hubieran tratado de matarlo y luego venderlo. “" Ahora pues, no os
entristezcáis ni os pese el haberme vendido aquí; pues para preservar vidas me
envió Dios delante de vosotros" (Gen. 45, 5).
Y el mayor perdón
del Nuevo Testamento es el de Cristo en la Cruz, que nos enseña que debemos
perdonar todo y siempre: “"Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen". (Lc. 23, 34).
5)
Consolar al triste
El consuelo para el
triste, para el que sufre alguna dificultad, es otra obra de misericordia
espiritual.
Muchas veces, se
complementará con dar un buen consejo, que ayude a superar esas situación de
dolor o tristeza. Acompañar a nuestros hermanos en todos los momentos, pero
sobre todo en los más difíciles, es poner en práctica el comportamiento de
Jesús que se compadecía del dolor ajeno.
Un ejemplo viene
recogido en el evangelio de Lucas. Se trata de la resurrección del hijo de la
viuda de Naím: “Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar
a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha
gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: No
llores. Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él
dijo: Joven, a ti te digo: Levántate. El muerto se incorporó y se puso a
hablar, y él se lo dio a su madre."
6)
Sufrir con paciencia los defectos de los demás
La paciencia ante
los defectos ajenos es virtud y es una obra de misericordia.
Sin embargo, hay un
consejo muy útil: cuando el soportar esos defectos causa más daño que bien, con
mucha caridad y suavidad, debe hacerse la advertencia.
7)
Orar por vivos y difuntos
San Pablo
recomienda orar por todos, sin distinción, también por gobernantes y personas
de responsabilidad, pues “El quiere que todos se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad". (ver 1 Tim 2, 2-3).
Los difuntos que
están en el Purgatorio dependen de nuestras oraciones. Es una buena obra rezar
por éstos para que sean libres de sus pecados. (ver 2 Mac. 12, 46).
El papa Francisco
pide a todos los cristianos y a las personas de buena voluntad querecen
especialmente por los cristianos perseguidos.
Podemos examinar
cómo secundamos este deseo del Papa, para que nuestros hermanos en la fe,
sientan el consuelo de nuestra oración.
Hay que abrir los
ojos, hay que saber mirar a nuestro alrededor y reconocer esas llamadas que
Dios nos dirige a través de quienes nos rodean. No podemos vivir de espaldas a
la muchedumbre, encerrados en nuestro pequeño mundo.
No fue así como
vivió Jesús. Los Evangelios nos hablan muchas veces de su misericordia, de su
capacidad de participar en el dolor y en las necesidades de los demás: se
compadece de la viuda de Naím, llora por la muerte de Lázaro, se preocupa de
las multitudes que le siguen y que no tienen qué comer, se compadece también
sobre todo de los pecadores, de los que caminan por el mundo sin conocer la luz
ni la verdad: desembarcando vio Jesús una gran muchedumbre, y enterneciéronsele
con tal vista las entrañas, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a
instruirlos en muchas cosas.
Cuando somos de
verdad hijos de María comprendemos esa actitud del Señor, de modo que se
agranda nuestro corazón y tenemos entrañas de misericordia. Nos duelen entonces
los sufrimientos, las miserias, las equivocaciones, la soledad, la angustia, el
dolor de los otros hombres nuestros hermanos.
Y sentimos la
urgencia de ayudarles en sus necesidades, y de hablarles de Dios para que sepan
tratarle como hijos y puedan conocer las delicadezas maternales de María.
San Josemaría, Es Cristo que
pasa, 146
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