Un Reino que los hombres no entendemos porque lo que tú viniste a enseñar no está en el exterior sino en lo más profundo de nuestro corazón.
Por: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net
Ante ti, Señor una vez más.
Ante ti, que siempre estás en el Sagrario para escucharme, para infundir
calor a mi corazón muchas veces indiferente y frío. Más frío que estas tardes
del ya cercano invierno. Pero hoy quiero que hablemos, no del cercano invierno,
sino del cercano día en que vamos a festejar Tu día, Señor, el DÍA DE CRISTO
REY el próximo domingo.
El Padre Eterno, como tú nos enseñaste a llamarle a Dios, es el Rey del
Universo porque todo lo hizo de la nada. Es el Creador de todo lo visible y de
lo invisible, pero... ¿cómo podía este Dios decírselo a sus criaturas? ¿cómo
podría hacer que esto fuese entendido?... pues simplemente mandando un emisario.
No fue un ángel, no fue un profeta, fuiste tú, su propio Hijo, tu,
Jesús.
Como nos dice San Pablo: Fue la propia imagen de Dios, mediador entre
Este y los hombres y la razón y meta de toda la Creación. Él existe antes que
todas las cosas y todas tienen su consistencia en Él. Es también la cabeza del
cuerpo, que es la Iglesia Católica. Es el principio, el primogénito, para que
sea el primero en todo. Así se expresa San Pablo de ti, Jesús mío y en esa
creencia maravillosa vivimos.
Cuando fuiste interpelado por Pilato diste tu
respuesta clara y vertical: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera
de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los
judíos... PERO MI REINO NO ES DE AQUÍ. Entonces Pilato te dijo: Luego...
¿tú eres rey?. Y respondiste: Tú lo dices que soy rey. Para esto
he nacido yo y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad.
Todo el que es de la Verdad, escucha mi voz. (Juan 18,36-37).
Jesús, tú hablabas de un Reino donde no hay oro ni espadas, donde no hay ambiciones de riquezas y poder. Tu Reino es un reino de amor y de paz.
Jesús, tú hablabas de un Reino donde no hay oro ni espadas, donde no hay ambiciones de riquezas y poder. Tu Reino es un reino de amor y de paz.
Un Reino que los hombres no entendieron y
seguimos sin entender porque lo que tú viniste a enseñar no está en el exterior
sino en lo más profundo de nuestro corazón.
Pertenecer a este Reino nos hace libres de la
esclavitud del pecado y de las pasiones.
Pertenecer a este Reino nos hace súbditos de un
Rey que no usa la ley del poder y del mando sino del amor y la misericordia.
Diariamente pedimos "venga a nosotros tu
Reino" y sabemos que en los hombres y mujeres de bien, ya está este Reino,
pues el "Reino de Dios ya está con nosotros" (Lc.17, 20-21.
El domingo, la Iglesia celebra a CRISTO REY. A
ti, Jesús, que pasaste por la Tierra para decirnos que REINAR ES PODER SERVIR Y
NO SERVIRSE DEL PODER.
Que viniste para ayudar al hombre y bajar hasta
él, morir con él y por él, mostrándonos el camino hacia Dios.
¡VENGA TU REINO, SEÑOR!
¡Viva Cristo Rey !
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