Siempre que salgo a pasear por
Alcalá, lo hago vestido con mi sotana. Pero esta noche, noche de Halloween,
parecía lo más prudente salir a dar mi paseo diario sin llevar una ropa que
hubiera dado a entender que iba disfrazado y que, además, apoyaba esta fiesta
degradada. Así que he ido vestido de negro, pero sin tira blanca en el cuello.
He visto que lo que más
predominaban este año eran los disfraces de zombies medio muertos y de médicos
sádicos. Yo no tendría nada contra Halloween si consistiera tan solo en
disfrazarse de cosas inocentes y nada más. Sería bonito ver a los niños
disfrazados de zanahoria, de gato, de amapola, de nube, de blancanieves, de
abeja y cosas semejantes.
Pero la fiesta de Halloween se va degradando más y más cada año, tomando
tintes perversos. Esta sociedad cada vez se vuelve más perversa y más gorda.
Además, cada vez veo más gente calva.
P.
FORTEA
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