Si fuiste despreciado
luego de aconsejar o de haber orado por alguna persona de tu entorno, y aún no
ves la respuesta, debes saber que los que siembran con lágrimas, con alegría
cosecharán. Deja el asunto en manos de Dios.
El Salmo 126:5-6 (NTV) dice así: “Los
que siembran con lágrimas, cosecharán con gritos de alegría. Lloran al ir
sembrando sus semillas, pero regresan cantando cuando traen la cosecha”.
Tal vez has estado sembrando tus oraciones, consejos y dedicación a otras
personas como tus hijos, tu familia, tus discípulos, tu pareja, o quién fuera.
Y Muchas veces sientes que todo ese esfuerzo para que el otro cambie, o aprenda
a tener fe, son en vano, nos duele, nos sentimos despreciados; hasta incluso
con ganas de abandonar la pelea.
Lo cierto es que no hay forma de eludir una cosecha, todo lo
que hagas de corazón, tiene una recompensa de alegría indescriptible y gran
bendición. Cuando las palabras nuestras ya no son recibidas por el otro, cuando
ya no quieren escucharnos más, debemos dejar el asunto en las manos de Dios y
orar. Nosotros hacemos una parte, y el Señor terminará la obra. Pidámosle al
Señor que esa persona pueda tener la gracia de tener un encuentro con Jesús
para ser transformada. Nunca es en vano tener un corazón samaritano, aún cuando
somos despreciados.
Hagamos
esta oración:
“Padre Celestial, te pido que pongas tu gracia y
favor en aquellas personas, familiares y amigos que necesitan un cambio. Haz una
obra sobrenatural en ellos para que puedan conocerte y ser transformados, te lo
pido en el nombre de Jesús. Amén”
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