martes, 3 de noviembre de 2015

LA FELICIDAD


"Al ver la multitud, Jesús subió al monte y se sentó. Sus discípulos se le acercaron, y él comenzó a enseñarles diciendo:


Dichosos los que reconocen su pobreza espiritual, porque suyo es el reino de los cielos.

Dichosos los que sufren, porque serán consolados.

Dichosos los humildes, porque heredarán la tierra que Dios les ha prometido.

Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán satisfechos.

Dichosos los compasivos, porque Dios tendrá compasión de ellos.

Dichosos los de corazón limpio, porque verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz, porque Dios los llamará hijos suyos.

Dichosos los perseguidos por hacer lo que es justo, porque suyo es el reino de los cielos.

Dichosos vosotros, cuando la gente os insulte y os maltrate, y cuando por causa mía digan contra vosotros toda clase de mentiras. ¡Alegraos, estad contentos, porque en el cielo tenéis preparada una gran recompensa!"

 
La primera enseñanza que recibimos hoy es que, para escuchar a Jesús, hay que acercarse a Él. Allí había una multitud, pero sólo escucharon sus enseñanzas los discípulos que se le acercaron.
Las bienaventuranzas son el camino del Reino. Marcan el camino de la felicidad. Y realmente es un camino sorprendente, porque se trata del camino contrario a lo que nuestra sociedad cree que es la felicidad.
Los pobres de espíritu: aquellos que se contentan con lo necesario para vivir. Aquellos que no buscan el poder. Jesús no elogia la miseria. Hay que combatirla. Y para ello es necesario no acumular y compartir. Eso lo saben hacer los verdaderos pobres de espíritu.
Los que sufren: no los que buscan el sufrimiento expresamente, sino los que se dejan ayudar en los problemas de la vida y saben comprender a los otros que sufren.
Los humildes: que no es despreciarse a sí mismo, sino aceptarnos tal cual somos.
Los que tienen hambre y sed de justicia: los que luchan por un mundo más justo. Los que no se contentan con estar ellos bien.
Los compasivos: que son aquellos que saben padecer con el que padece. Que saben sentarse al lado del que sufre y darle la mano.
Los de corazón limpio: aquellos que saben ver en todo lo positivo. Que no piensan mal. Que no son maliciosos.
Los que trabajan por la paz: aquellos que utilizan el único camino que existe para combatir la violencia: la no violencia.
Los perseguidos por hacer lo que es justo: aquellos que son honestos y no tienen miedo a ser perseguidos por buscar la verdad, por decir la verdad, por luchar contra la corrupción.
Los insultados, perseguidos, maltratados, por seguir a Jesús: aquellos que no se avergüenzan de Jesús, de seguirle.
Aquí tenemos ocho caminos a la felicidad. Como nos dice el padre Sicre comentando este evangelio, estas son ocho puertas para entrar en el Reino. Ocho caminos para hacer que el Reino empiece ya aquí en la tierra.

Enviat per Joan Josep Tamburini

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