Entre menos interpretaciones, definiciones y hermenéutica se propongan
sobre Papa Francisco, más eficaz será el servicio que cada católico puede
ofrecer a su ministerio
Por: Un análisis de Luis Badilla de «Il Sismografo» | Fuente: vaticaninsider.lastampa.it
Recordar y subrayar que Papa Francisco es «jesuita y latinoamericano», en particular durante los primeros meses del Pontificado, no solo era justo y oportuno, sino también necesario. Se trataba de «contarle» al pueblo de Dios y al mundo quién era el nuevo Sucesor de Pedro. Pero hacer que estas dos connotaciones del Papa se conviertan en una especie de «absolutos» que desplegar en cualquier ocasión se está volviendo contraproducente y, tal vez, sería oportuno reflexionar sobre algunas observaciones que se escuchan cada vez más.
Por: Un análisis de Luis Badilla de «Il Sismografo» | Fuente: vaticaninsider.lastampa.it
Recordar y subrayar que Papa Francisco es «jesuita y latinoamericano», en particular durante los primeros meses del Pontificado, no solo era justo y oportuno, sino también necesario. Se trataba de «contarle» al pueblo de Dios y al mundo quién era el nuevo Sucesor de Pedro. Pero hacer que estas dos connotaciones del Papa se conviertan en una especie de «absolutos» que desplegar en cualquier ocasión se está volviendo contraproducente y, tal vez, sería oportuno reflexionar sobre algunas observaciones que se escuchan cada vez más.
1) La primera, más bien descontada, recuerda que el Papa, en definitiva,
es «universal», y que desde el momento de su elección, de cierta manera, se
«separa», en cuanto Obispo de Roma y por servir a la Iglesia que debe guiar, de
cualquier connotación anterior. Claro, Francisco sigue y seguirá, por siempre,
siendo «jesuita y latinoamericano», pero si esto es presentado, subrayado,
desplegado como una letanía de formulario acaba por enjaular justamente a aquel
que (el Pontífice) no puede ni debe ser enjaulado. Enjaular al Papa es la peor
manera de ponerse al servicio de su misión, aunque sea por buenas intenciones.
2) Subrayar que el Papa es jesuita-ignaciano o
latinoamericano-sudamericano puede ayudar a comprender determinados pasajes del
Pontificado (gestos, decisiones y magisterio) pero de ninguna manera estas
connotaciones describen el total, complejo y multiforme ministerio petrino.
Insistir en el uso y en la proposición de estas connotaciones, a menudo sin que
sea necesario, acaba creando la sensación de estar frente a reivindicaciones
indebidas sobre el ministerio universal del Santo Padre; reivindicaciones que
después no tienen nada que ver con la realidad, puesto que el Papa no guía a la
Iglesia en cuanto jesuita o latinoamericano. No son los jesuitas ni mucho menos
América Latina los que guían a la Iglesia. Dar esta imagen no solo no es
exacto, sino que también es dañino para la vida de la Iglesia y del mismo
Pontificado.
3) Está claro, y hay muchos momentos del Pontificado que lo demuestran,
que para Francisco es importante su ser jesuita y latinoamericano, como muchos
otros Papas para los cuales era importante ser europeos; pero también es
evidente que para él, como para sus predecesores, tales definiciones
biográficas no son algo que condicione el ejercicio del propio ministerio de
manera reducida o excluyente. Los que presentan constantemente al Papa como
«jesuita y latinoamericano», y lo hacen más allá de las medidas del sentido
común y de lo objetivamente necesario, «sitúan» a Papa Francisco en una
posición reducida y excluyente, privando la realidad del Pontificado de otras
connotaciones singulares e importantes.
4) Entre menos definiciones, menos interpretaciones y menos hermenéutica
se propongan sobre Papa Francisco, más eficaz será el servicio que cada
católico puede ofrecer a su ministerio. El Papa es una fuerza gigantesca de fe,
libertad y parresía, reconocida por sus críticos más feroces, como no se veía
desde hace muchos años y no solo en la Iglesia católica. Cualquier «narración»
o «interpretación» ‘de parte’ sobre el Papa, aunque autorizada, acaba por
atrapar esta fuerza que tanto la Iglesia como el mundo necesitan. Insistir en
lo contrario provocará una percepción dramática y falsa: que el Papa, es,
justamente, ‘de parte’. Y aún más: acabará también obscureciendo uno de sus
carisma excepcionales: hacerse escuchar por todos sin intermediarios. Francisco
no es un oráculo y, por lo tanto, no se necesitan pitonisas. Tomemos nota todos
de esta verdad.
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