La Verdadera Misericordia
Cristiana.
Con el año de la Misericordia
comenzando en pocas semanas han aumentado las menciones a la misericordia, pero
muchos trasladan lo que el mundo llama misericordia a la misericordia
cristiana, algo de eso ya hablamos en La Corrupción de
la Compasión.
La misericordia supone basarse
en el amor a los pecadores y en la justicia según el cristianismo, y no implica
la tolerancia del pecado sino la reconducción y acompañamiento del pecador para
salir del pecado.
¿AMOR O MISERICORDIA?
El papa Francisco está apareciendo a los ojos del mundo como el campeón
de la misericordia, pero su lenguaje populista y poco preciso – que contrasta
con el su antecesor Benedicto XV – ha generado entre los católicos una
confusión que parte de una mala interpretación del hincapié de Francisco sobre la misericordia.
A fin de aclarar el alcance del término se hace indispensable un poco de
teología.
No
está bien decir que el principal atributo de Dios es la misericordia, pues su
atributo principal es el amor, ya que el amor surge entre las tres divinas personas (de la Trinidad)
desde la eternidad misma.
La misericordia es el rostro
del amor cuando éste se dirige al pecador; por tanto, decir que la misericordia
pertenece a la naturaleza propia de Dios es una equivocación, porque supondría
que el pecado existe al interior de Dios.
LA MISERICORDIA NO HACE PASAR
EL PECADO
Esto tiene importancia porque muchos
reciben el mensaje de que la Divina Misericordia equivale a negar la realidad
del pecado, como si éste ya no importara más, pero lo que sucede es el
caso contrario.
Hablar
de misericordia es estar intensamente atento al pecado y su peculiar modo
destructivo;
o, para
destacar una de las metáforas favoritas del Papa, se trata de estar muy consciente
de que uno está tan gravemente herido que no requiere un tratamiento ligero
sino la atención de emergencia y completa que proporciona un hospital cercano
al campo de batalla.
Recuerda que hace dos años, al ser interrogado por un famoso presentador
sobre cómo se describiría, el Papa dijo: “un pecador que recibió la atención del rostro de la
misericordia”.
Recuerda también que el adolescente Mario Bergoglio entró a una relación
profunda con Cristo, que cambió su vida, a partir de una intensa experiencia en el confesionario.
PECADORES QUE RECIBEN
MISERICORDIA
Como lo han señalado muchos, el papa Francisco habla del diablo con más
frecuencia que sus predecesores de reciente recordación; él no reduce el poder de la
oscuridad a una simple y vaga abstracción o
a un símbolo inofensivo, él entiende que satanás es un personaje real y muy
peligroso. Pero su
intervención no reduce la culpa del pecado.
También cuando el papa Francisco habla de los marginales, él se refiere sin duda a la gente que
está en desventaja económica y política, pero también se refiere a la gente que
está excluida de la vida divina, de la gracia
y que, por tanto, es pobre en lo espiritual.
Y del mismo modo en que él se acerca a los marginados materialmente para
llevarlos al centro, también
se acerca a aquellos ubicados en la periferia existencial para llevarlos a una
mejor ubicación.
Refiriéndonos a la misericordia y a la inclusión, el Papa no declara “yo
estoy bien y tú estás bien”; él está
llamando a la gente a convertirse; como decía el cardenal Francis George, “Todos
son bienvenidos en la Iglesia, pero con los términos de Cristo”
¿QUIÉN SOY YO PARA JUZGAR?
En
ningún otro lado ha habido mayor confusión que en relación a la célebre acotación del Papa referida a un sacerdote
de orientación homosexual: “¿Quién soy yo para juzgar?”.
Apostaría
que el 95 % de los que captaron esas palabras entendieron que, en lo que
concierne al Papa, la actividad homosexual no es realmente pecaminosa.
Siendo
arzobispo de Buenos Aires no se destacó por ser un defensor de la apertura a la
homosexualidad,
por lo que
sus defensores dicen que la frase del Papa respondía a la hipótesis de que un
sacerdote con atracción por su mismo sexo hubiera caído en el pasado y
actualmente estuviera esforzándose por vivir de acuerdo con las leyes morales.
De cualquier forma, esa imprecisión y populismo estilo peronista que
maneja Francisco en sus palabras generan confusiones, y más aún
si no se salen a aclarar los malos entendidos, especialmente cuando no lo hizo
sobre este tema.
La Iglesia no apuesta a un
liberalismo “vale todo”. Y al respecto nos lo
recordaba san Agustín hace mucho tiempo: la misericordia y la miseria son dos caras de la misma moneda.
Pero hay otro tema más: la relación entre misericordia y
justicia, que está siendo mal
entendida, y para aclararlo vayamos a lo que ha dicho el célebre obispo
norteamericano Fulton Sheen, un mediático también como el Papa Francisco.
EL VENERABLE FULTON SHEEN
SOBRE LA MISERICORDIA Y LA JUSTICIA
Sheen dice que a medida que la
humanidad se va ablandando, utiliza cada vez más la palabra misericordia; ello parecería una característica elogiosa si la misericordia fuera
correctamente entendida, pero demasiado
frecuentemente con esta palabra se denomina a permitirle a cualquiera quebrar
la ley natural o la divina, o traicionar a su país.
Semejante
misericordia es una emoción -y no una virtud- cuando justifica el que un hijo mate a su padre porque éste es “demasiado viejo”. A fin de evitar
cualquier imputación de culpa se le llama “eutanasia” a lo que de hecho es un
asesinato.
En tales argumentaciones de misericordia se ha olvidado el principio de
que la misericordia es la
justicia perfeccionada; la misericordia no se da primero y luego la justicia,
sino que es a la inversa: la justicia viene primero y luego la misericordia.
El divorcio de la misericordia
y la justicia es sólo sentimentalismo, así como es sólo severidad el que la
justicia se separe de la misericordia.
La
misericordia no es amor si se separa de la justicia. Quien ama alguna cosa debe
evitar lo que destruiría el objeto de sus afectos.
Existen
ciertos crímenes en los que el tolerarlos equivale a aceptar su implícito
error.
Aquellos que
reclaman la liberación de los asesinos, traidores y similares criminales,
apoyándose en que debemos ser “misericordiosos como Jesús lo era”, se olvidan
de que el mismo Salvador Misericordioso también dijo que no venía para traer la
paz sino la espada.
Así como una madre demuestra amar a su hijo odiando la enfermedad que
devastaría el cuerpo del chico, así Nuestro Señor demuestra que ama la bondad odiando el mal que devastaría
las almas de sus creaturas.
Para un médico ser
compasivo con los gérmenes de la
polio presentes en su paciente, o para un juez tolerar la violación, sería
descender a la categoría más baja, tal y como lo sería para Nuestro Señor
mostrarse indiferente al pecado.
Una
mente que nunca es estricta ni se indigna por nada… o carece de amor o es nula
para distinguir entre el bien y el mal.
EL AMOR, LA MISERICORDIA Y LA
JUSTICIA DE JESÚS
Sheen también acota que el amor puede ser estricto, imponente e, incluso, feroz, como lo fue el
amor del Salvador; ese amor expulsa a
los mercaderes de los templos,
les niega la cortesía del diálogo a los reducidores de la moral como
Herodes para así no acrecentar su
culpa, se vuelve al Procurador Romano que se ufana de la ley totalitaria y le
recuerda que él no tendría poder si no fuera porque Dios se lo concedió.
Cuando no funciona una amable sugerencia con una mujer
junto al pozo, Jesús va directamente
al grano y le recuerda sus cinco divorcios.
Cuando los así llamados hombres justos o fariseos iban
a sacar a Cristo del camino, El desenmascaró su hipocresía y los llamó “raza de
víboras”.
Cuando Él supo del derramamiento de sangre de los galileos, con enorme
rudeza dijo:
“Todos ustedes perecerán igual
que ellos si no se arrepienten”.
Igualmente
estricto se mostró el Salvador con aquellos que ofendían a los pequeños dándoles una educación
conducente al mal: “Si cualquiera escandaliza a
uno de estos pequeños que cree en mí, más le valiera ser ahogado en el fondo
del mar con una piedra de molino atada al cuello”.
LA MISERICORDIA EXIGE JUSTICIA
Si
la misericordia significara perdonar todas las faltas sin una retribución y sin
justicia, terminaría convertida en la multiplicación de errores dice Sheen.
La
misericordia es para quienes no abusarán de ella y no lo hará ningún hombre que empiece a corregir el error, que es lo
que demanda la justicia.
Lo que algunos llaman ahora
“misericordia” no es verdadera misericordia, sino un lecho de rosas preparado
para quienes le fallan a la justicia; al proporcionarles ese
beneficio no hacen más que multiplicar la culpa y la maldad.
Volverse depositario de la misericordia no es lo mismo que quedar libre
de exigencias, pues como lo dice la Palabra de Dios: “A quienes Él amaba, Él corregía”.
El
hombre moral no es el hombre melindroso, o aquel que extrae sus emociones de la parte más estricta de la
justicia.
En cambio, el hombre moral es
aquel cuya amabilidad y misericordia son parte de un ente mayor, cuya mirada
puede encenderse por la indignación que es justa y cuyos músculos pueden
ponerse tan duros como el acero al defender – como el arcángel Miguel- la Justicia
y los Derechos de Dios.
FUENTES:
- http://feedproxy.google.com/~r/catholicex/~3/HZdF_3fnqrU/sheen-the-real-definition-of-mercy
- http://feedproxy.google.com/~r/NCRegisterDailyBlog/~3/k3vXgRE_y_8/pope-francis-and-true-mercy
- http://forosdelavirgen.org/60905/francisco-apunta-a-restablecer-el-lenguaje-de-la-compasion-2013-04-03/
Colaboración
de Víctor Alvarado de Perú, “Por el favor de María, servidor de Cristo”
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