viernes, 16 de octubre de 2015

¿CÓMO PODEMOS COMPATIBILIZAR LA VERSIÓN BÍBLICA DE LA CREACIÓN CON LOS HALLAZGOS CIENTÍFICOS


La ciencia muestra que hay una inteligencia detrás del universo.

El neo darwinismo hoy se sostiene sólo ideológicamente para mantener firme el edificio del materialismo, pero en rigor, sus tesis son científicamente insostenibles, porque por ejemplo, la eternidad no es suficiente para producir el nacimiento de la complejidad de la vida. Y ni que hablar la maravilla del cuerpo humano.

Debe haber un diseño inteligente detrás de todo.

Lamentablemente en las últimas décadas se ha propagado la idea que el conocimiento contenido en la Biblia hay que interpretarlo exclusivamente en clave simbólica, al punto que son conocidos los sacerdotes y teólogos católicos que incluso niegan los milagros y sanaciones de Jesús, por ejemplo.

La explicación de la creación del mundo por la mano de Dios es algo que no acepta la mayoría de los científicos, sin embargo la teoría del big bang – cada vez más aceptada – realmente sugiere que una fuerza externa desató la creación.

Y aunque más difícil es aceptar que el mundo se hizo en 6 días y tan sólo hace 6000 años. Sin embargo una teoría de un científico judío hace compatible las dataciones del universo con las del Génesis.

LA EXPANSIÓN CON EL BIG BANG IMPLICA UN INICIADOR

Las observaciones realizadas para medir la radiación de fondo – una señal que, según los científicos, procede del mismísimo origen del tiempo – mostraría que el universo habría nacido tras una gran explosión (Big Bang) que vino precedida de una “inflación” acelerada.

Algunos expertos científicos cristianos creen que el descubrimiento de las “ondas gravitacionales”, proporciona una confirmación para el relato bíblico de la creación mediante el apoyo a la teoría del “big bang”.

“La Biblia fue la primera en predecir la cosmología del Big Bang”, según Hugh Ross, presidente y fundador de Reasons to Believe, una organización creacionista que cree que el cristianismo y la ciencia se complementan.

En una entrevista con The Christian Post, Ross explicó que la detección de ondas de gravedad de la rápida expansión del universo, conocido como “inflación”, demuestra que

“cuando el universo tenía una billonésima de billonésima de billonésima de segundo de edad, se expandió más rápido que la velocidad de la luz”.

Leslie Wickman, director del Centro de Investigación en Ciencias de la Universidad Azusa Pacific , dijo que

“la evidencia de la gran explosión, en general, nos dice que hubo un comienzo”, y si hubo un principio, por la simple lógica de causa y efecto, tendría que haber un iniciador”.

Wickman también cree que la teoría del Big Bang es compatible con la cosmovisión cristiana.

Si nos fijamos en la historia científica, la teoría que persistió antes del Big Bang fue la teoría del estado estacionario del universo, que encaja muy bien con la famosa frase de Carl Sagan: ‘el universo es todo lo que alguna vez fue, todo lo que es y todo lo que siempre será’”, dijo.

Al sugerir un comienzo concreto, el Big Bang hace alusión a la creación, en lugar del universo eterno, según lo propuesto por Sagan y presentado en la serie “The Cosmos”, dijo.

“Una de mis pasiones en la vida es conseguir que la gente entienda que no tenemos que elegir entre la ciencia o de la fe. Usted puede ser un buen científico y un cristiano fiel”, añadió Wickman.

Stephen Meyer, director del Centro para la Ciencia y la Cultura en el Discovery Institute y autor del New York Time best-seller La duda de Darwin: El Origen de explosivos de la Vida Animal y el caso del diseño inteligente, dijo que él también cree que

“la teoría del Big Bang es compatible con una comprensión bíblica de la creación.”

Meyer sugiere incluso que la evidencia reciente de la inflación es compatible con la representación bíblica de un universo en expansión.

“Parece repetirse en el Antiguo Testamento, tanto en los profetas como en los salmos, que Dios estiró o extendió los cielos, y señaló que hay “al menos una docena de referencias” a esta idea en la Escritura.

“El espacio se expandió muy rápidamente, y esto es una evidencia adicional del apoyo a la inflación”, dijo, refiriéndose al estudio.

SIN EMBARGO HAY DESACUERDO ENTRE CIENTÍFICOS CRISTIANOS

No todos los cristianos que practican la ciencia creen que el Big Bang es compatible con el relato bíblico de la creación.

Danny Faulkner, un profesor de astronomía en el Museo de la Creación, que tiene un doctorado en este campo, dijo, “mi problema con el big bang es que no es bíblico”.

Faulkner cree en una interpretación literal de los “días” de 24 horas del Génesis 1, y afirma que el universo tiene sólo 6.000 años, mientras que el modelo del big bang estima la edad del universo en miles de millones años.

“En la Biblia vemos la tierra estaba allí desde el principio, y las estrellas llegaron más tarde, dijo.

También sugirió que los cristianos no deben tratar de integrar una cosmovisión bíblica con los descubrimientos científicos, ya que la ciencia cambia a menudo.

“Cuando los cristianos han tratado de incorporar el pensamiento cristiano en las teorías de la época, los cambios de paradigma desacreditaron la Palabra.”

“El problema es que la gente está tratando de interpretar la Biblia en términos del pensamiento actual de la cosmología, en lugar de hacerlo al revés”, explicó Faulkner.

Incluso sostuvo que el descubrimiento científico de ondas gravitacionales puede ser el resultado de la necesidad del modelo del big bang para la inflación.

Si la inflación no fue así, entonces el modelo del big bang está en un verdadero problema, por lo que “ha habido un juicio apresurado por muchas personas.”


UNA RESPUESTA A LOS CRÍTICOS DESDE EL CRISTIANISMO

En respuesta, Meyer afirmó que él entiende la nota de advertencia, pero añadió que

“el apoyo para un universo finito ha sido construido desde la década de 1900.”

Él también dijo que es muy extraño para las personas desde una perspectiva creacionista negar una teoría que dice que el universo comenzó de la nada física

Ross también citó las Escrituras para argumentar en contra de los seis días literales de 24 horas de la creación, y citó Hebreos 4, Juan 5 y el Salmo 95 para apoyar su punto de vista de que la humanidad está viviendo en el séptimo día de la creación.

Según el Génesis 1, Dios hizo al hombre, varón y mujer, en el sexto día. Ross cree que esto significa que el sexto día debe haber sido un largo período de tiempo debido a que el Génesis 2 narra que Adam tendió el jardín, dio nombre a los animales y se dio cuenta de que estaba solo ante Dios y creó a Eva.

Meyer también destacó tres grandes descubrimientos científicos en el siglo pasado que apoyan el relato bíblico de la creación:

  • el Big Bang, que dice: “el universo tuvo un principio”;
  • “la sintonía fina antrópica del universo”, que afirma las normas de trabajar la materia de un modo más adecuado para la vida humana;
  • y la evidencia de las propiedades portadoras de información del ADN, un tipo de conocimiento que tienen los bloques básicos de la vida.

También comentó sobre su artículo, El regreso de la Hipótesis de Dios, que dijo que sólo el teísmo, no el deísmo o el panteísmo o el materialismo, pueden dar cuenta de estos nuevos descubrimientos.

A continuación se muestra un video de Reason to Belive acerca de la teoría del Big Bang:

Pero ahora veamos el otro tema, la creación del universo en 6 días y hace 6000 años.

¿PUEDE SER VERDAD QUE DIOS CREÓ EL MUNDO LITERALMENTE EN SEIS DÍAS?

Para muchos puede sonar un delirio o hasta fanatismo sobrenatural, siquiera el planteo de que los seis días que llevó la creación a Dios – relatada en el Génesis – tenga asidero real, pueda ser demostrable.

Veamos la explicación del Dr. Schroeder, un científico israelí, que deja a muchos estupefactos al plantear: ¿y si fuera verdad que Dios creó el mundo, literalmente, en seis días?

El doctor Gerald Schroeder se presenta como poseedor de dos doctorados, uno de ellos en física nuclear y el otro en oceanografía, además de estudios avanzados en químicas y ciencias planetarias nada menos que por el Instituto Tecnológico de Massachusetts. Es miembro de la Comisión de la Energía Atómica de los Estados Unidos. Vive en Jerusalén, y alterna su enseñanza de la física con el estudio de los textos bíblicos. Ha escrito dos libros traducidos a varios idiomas, en los que estudia aspectos de la ciencia relacionados con la religión. Huelga decir que profesa el judaísmo.

TIEMPO Y RELATIVIDAD

Veamos: la tesis de Schroeder es que cuando en el Génesis se afirma que Dios creó el mundo en seis días, eso fue exactamente lo que ocurrió.

Para defender esto, lo primero que hay que comenzar por admitir es que el tiempo es distinto para Dios que para nosotros, lo cual no presenta ninguna dificultad.

Desde el punto de vista religioso, ya dice el rey David que “para Dios un día son mil años”, algo de lo que se hará eco san Pedro cuando afirma que “delante del Señor mil años son un día y un día son mil años”. San Agustín también asegura que el tiempo es un atributo del universo; no se creó el universo en el tiempo, sino conteniendo el tiempo. La ciencia occidental llegará a esa concepción con la teoría de la relatividad, unos mil quinientos años después que san Agustín.

Las explicaciones clásicas del judaísmo también presuponen una creación del tiempo, como deduce el talmudista y cabalista judeohispano Nahmánides en el siglo XIII. Para dicho filósofo, el tiempo fue creado el primer día por Dios. Nahmánides incluso avanza que antes del universo no hubo nada, hasta que apareció un grano minúsculo, que fue la única creación física, y que contenía todo lo que habría de desarrollarse más tarde. La expansión del grano creó la materia. Notable intuición, sin duda.

Einstein demostraría que el universo tiene 15.000 millones de años, sí, pero solo visto desde la posición en la que nosotros estamos.
En otros lugares, el tiempo transcurre de modo distinto, más lento o más rápido. Basándose en este hecho, por lo demás irrebatible, el doctor Schroeder considera que las coordenadas espacio-temporales a las que se refiere el texto del Génesis son diferentes a las nuestras. De este modo explica lo sucedido.

Para empezar, el universo era más pequeño, como es lógico, pues se ha ido expandiendo; y con el espacio lo ha hecho el tiempo.

Este hecho es de vital importancia para lo que el doctor Schroeder se propone explicarnos. Y para ello, cita un ejemplo: supongamos que el primer día de la Creación desde un punto determinado, muy alejado de nosotros, envían un haz de luz en nuestra dirección. Al segundo siguiente, mandan otro haz y al siguiente, otro más. Y así durante un buen rato.

¿Recibiremos nosotros esos haces de luz, miles de millones de años más tarde, separados por un segundo? La respuesta es que no. El universo sigue su expansión durante los miles de millones de años que tarda la luz en llegar, por lo que cuando la luz alcanza nuestro planeta, el tamaño del mismo ha aumentado enormemente: la consecuencia es que cada haz de luz está separado del que lo sigue por muchos millones de años.

UNA CUESTIÓN DE PERSPECTIVA

Del mismo modo, visto desde hoy -prosigue Schroeder- el universo tiene 15.000 millones de años, pero bien pudiera ser que, desde un cosmos mil millones de veces más pequeño, ese tiempo fuera de seis días.

¿Pudiera ser? La cosmología actual -esto es, la explicación del universo a partir de la física- nos dice que existe una relación aproximada, entre el tiempo al comienzo del universo y el actual, de un millón de millones.

Lo que equivale a un uno seguido de doce ceros.

Si esa idea la proyectamos a los seis días del Génesis, nos encontramos con seis millones de millones de días. Una interesante cifra que nos da, al dividirla por 365, la curiosa cantidad de 16.000 millones de años. Si tenemos en cuenta que la ciencia actual calcula la creación del universo hace unos 15.000 millones de años, la similitud resulta notable.
La transposición del tiempo del origen al actual nos proporciona unos datos no menos contundentes. El primero de los días bíblicos -como todos los demás- duró 24 horas, lo que equivale a unos 8.000 millones de años desde nuestra perspectiva.

Dada la expansión del universo, el segundo día representa en realidad la mitad, esto es, unos 4.000 millones de años. Esto resulta que cada vez que el universo duplica su tamaño, el tiempo se divide a la mitad; cuando el universo era pequeño, se duplicaba más rápidamente.

Así que el tercer día dura 2.000 millones de años aunque, desde la perspectiva originaria, sean las mismas 24 horas. El día siguiente son solo mil millones, y el quinto quinientos. Por fin, el último de los días, el sexto, el total de años es de doscientos cincuenta millones. La suma de este tiempo nos da una cifra de 15.750 millones de años, lo que nos acerca aún más a lo que estima la ciencia actual.

Para el doctor Schroeder, no se trata solo de la coincidencia de los eones transcurridos -desde la creación del mundo hasta nuestros días- con los seis días bíblicos. Es, también, la sucesión de los acontecimientos narrados en el relato del Génesis.

Así, la aseveración de que en el principio la tierra era un caos (“una soledad caótica” en la que “las tinieblas cubrían el abismo”) se corresponde perfectamente con la descripción que la geología nos hace de nuestro planeta en sus primeras etapas, el periodo arcaico. Del mar, en efecto, salió la vida animal, tal y como lo explica la Biblia, que colonizó la tierra, igual que hoy pensamos que sucedió a la luz de la ciencia.

Sin embargo, es curioso que el Génesis diferencie entre la aparición de los animales a partir del medio marino y la de los vegetales, y que para estos suponga una procedencia distinta.

Mientras que los peces y las aves poblaban la tierra, los animales superiores aparecen mucho más tarde, el día quinto. En vísperas, pero antes, que el ser humano. El ser humano es el fin de la Creación, según los textos sagrados, mientras que la ciencia hoy nos dice que la evolución parece haberse detenido con la aparición del ser humano y que no va a tener lugar ninguna evolución humana en sentido biológico, sino en todo caso, cultural.

El autor afirma que si se lee la Biblia a la luz de los conocimientos científicos, se observa cómo existen increíbles coincidencias.

EL AZAR NO ES CAUSA DE NADA

De hecho, aunque no lo formula de esta manera, el doctor Schroeder admite la teoría de la evolución sin la más mínima duda. Lo que rechaza explícitamente es el carácter ciego del proceso evolutivo preconizado por el neodarwinismo, explicación que hoy sigue ocupando las cátedras del mundo occidental.

El azar, afirma, no puede ser la causa de las mutaciones que regulan la evolución de la vida. La probabilidad de que las mutaciones aleatorias puedan haber producido formas viables es mínima. Por ejemplo, para construir las proteínas, por cada elección correcta hay 10 elevado a 254 elecciones incorrectas, en el mejor de los supuestos para el neodarwinismo (la proporción real es mucho más baja).

En esa línea que considera imposible que el azar sea causa de nada de lo existente, el doctor Schroeder se apoya en las palabras del profesor de Duve, una de las autoridades más respetadas en este terreno:

Si tú comparas la probabilidad del nacimiento de una célula de una bacteria con el montaje aleatorio de sus átomos, la eternidad no será suficiente para producir una… Enfrentado con la enorme suma de aciertos, uno podría legítimamente preguntarse en qué medida este éxito está realmente escrito en la estructura del universo”.

Schroeder fustiga duramente a quienes sostienen el neodarwinismo a estas alturas, y se pregunta qué es lo que hace que se siga defendiendo el paradigma neodarwinista. La respuesta que encuentra es que se trata de razones puramente ideológicas; porque se corresponde con una visión materialista de la existencia y de la vida.

Gerald Schroeder termina sosteniendo que

“el azar no puede haber sido la fuerza conductora detrás del éxito de la vida. Nuestro entendimiento de las estadísticas y de la biología molecular claramente apoya la idea de que debe haber habido una dirección y un Director detrás de la vida”.

EL DISEÑO INTELIGENTE

En los últimos años, han saltado a los medios las propuestas de científicos e intelectuales de corte ‘creacionista’, especialmente en Estados Unidos, donde la polémica ha acompañado su irrupción en la escena cultural. Pero no debemos perder de vista que dicho creacionismo ha venido ligado al protestantismo y al islamismo, principalmente.

Este creacionismo fundamentalista cristiano o musulmán es, en realidad, un fijismo según el cual Dios habría creado todo lo existente, y por tanto cada especie animal, de un modo particular como un acto específico de su voluntad. Por tanto, la evolución carecería de sentido.

Existe un peculiar creacionismo según el cual la evolución no es más que el despliegue del ‘programa vida’ que está codificado desde que la propia vida apareció hace 500 millones de años, durante la explosión cámbrica. La evolución sería el método que habría dispuesto una inteligencia superior para esa expresión de la vida, manifestada en el funcionamiento de los organismos vivos. Se trata del llamado ‘diseño inteligente’.

El catolicismo, en cambio, no se opone en modo alguno -ni ahora ni antes- al evolucionismo, y menos aún a la teoría del Big Bang -elaborada por un sacerdote católico-, sino que hasta los acoge con entusiasmo.

Lo que todos ellos comparten, eso sí, es el cuestionamiento del neodarwinismo académico imperante con su insistencia en la ausencia de teleología alguna y su defensa del carácter ciego y aleatorio del proceso evolutivo.

Fuentes:

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