El gabinete de Tony Blair asumió las nueve recomendaciones recogidas en un
informe técnico oficial de 150 páginas. Entre ellas se incluyen la clonación
humana terapéutica, la producción de embriones para la experimentación
científica y el uso, con la misma finalidad, de los muchos miles de embriones
sobrantes en los laboratorios, obtenidos por fecundación in vitro.
Liam
Dlonaldson, jefe del equipo científico redactor del informe, al presentarlo a
la prensa, dio toda una lección de ética proporcionalista: “Hemos analizado con
mucho cuidado los aspectos éticos involucrados, colocando en la balanza los
beneficios potenciales de esta práctica y sus implicaciones éticas. Tras ello
hemos decidido que pesan más los beneficios potenciales para los pacientes de
las futuras generaciones que los motivos de preocupación”.
EL PLAN GLOBAL
El gran
objetivo de la investigación médico-biológica más reciente, en la que se
emplean notables esfuerzos, es la obtención y estudio de las células madre (o
troncales, o progenitoras; denominadas “estaminales” es, de hecho un
italianismo). Las células-madre son células indiferenciadas y totipotentes
(algunos prefieren el término pluripotenciales), es decir, capaces de
diferenciarse en cualquier tipo de tejido: neuronal, muscular, óseo, etc.
Teóricamente, son programables hacia tal fin en un laboratorio.
En cuanto
los científicos sospecharon la existencia de tales células-madre, enseguida se
vislumbró la enorme importancia que podrían tener para el tratamiento eficaz de
enfermedades humanas hoy incurables. La experimentación animal confirmó las
intuiciones.
Se ha
comprobado que las células-madre se encuentran tanto en embriones humanos como
en adultos. Ahora bien, ¿de quién obtenerlas? Aquí se planea la gran batalla.
Porque extraerlas de adultos, si bien se presume más difícil y oneroso, no
reporta mayores costes éticos, mientras que deducirlas de embriones implica
destruirlos, lo cual de ningún modo es éticamente irrelevante.
En el
proceso descrito todavía no aparece por ningún lado la clonación. ¿Cuándo
llegará ésta? Años más tarde, aunque es seguro que habrá quien la intente
antes. La clonación se prevé para cuando ya se domine la técnica de extracción
y reprogramación de células-madre. Para quienes se sienten descargados de
responsabilidad ética, ése será el momento de ensayar la clonación de células
de una persona enferma, siempre con los fines “sólo” terapéuticos que tan
ostentosamente propalan.
Hasta
aquí el método, el vehículo y el fin. Un fin reconocido por todos como bueno y
plausible: la sanación de graves enfermedades, mediante la investigación sobre
las células-madre. Pero ya está comprobado que para obtener tales células –de
un adulto enfermo, por ejemplo, con ánimos de curarle- y cultivarlas en
laboratorio, no es necesaria la clonación ni, mucho menos, la destrucción de
embriones humanos.
EL PROYECTO BRITÁNICO
La
asunción por el gabinete Blair del informe de los expertos no significa todavía
que la clonación humana esté autorizada ya en Gran Bretaña. Lo que ha hecho es
dar el paso previo para que el parlamento entre a debatir una modificación
legislativa sobre el empleo de los embriones humanos, que –según se ha
anunciado- los diputados decidirán en conciencia, sin disciplina de partido.
Hasta
ahora, desde 1990, Gran Bretaña autorizaba el uso de embriones, de hasta 14
días de vida, en cinco campos de investigación: infertilidad, enfermedades
congénitas, anormalidades genéticas o cromosómicas, aborto espontáneo y
anticoncepción. Pronto, de aprobarse por el parlamento la ley que permitirá el
uso de embriones –tanto sobrantes de fecundación in vitro como fabricados ex
profeso mediante esa técnica o por clonación- para investigar sobre las células
madre. Y también la financiación publica de esos experimentos.
La ley,
de entrar en vigor, establecerá unas cautelas: se ha de recabar el permiso
gubernamental para comenzar las prácticas y una Comisión de Genética Humana
vigilará la realización de los proyectos. Se prohibirá el cruce de material
genético de humanos y animales (quimeras), así como la clonación reproductiva.
EL MARCO ESTADOUNIDENSE
El nuevo
marco regulador de las investigaciones sobre células-madre, se anunció en enero
de 1999. Es algo menos radical que el proyecto británico, pero a la vez un
punto más hipócrita. Sin embargo, no es comparable el rango legal de uno y
otro. En realidad, en Estados Unidos cada científico o laboratorio puede hacer
lo que quiera con embriones humanos, siempre que sea con fondos privados. Salva
rara excepción, ahí no entra el Instituto de Salud. Por eso, el nuevo
reglamento en este campo es de orden administrativo –no legal- y regula
exclusivamente dos ámbitos: sólo la financiación publica y sólo de investigaciones
directas sobre células-madre.
El nuevo
marco no contempla ni la clonación, ni los ensayos con embriones, ni tampoco
con células-madre provenientes de embriones fabricados para tal fin, sino sólo
con las obtenidas de los congelados y sobrantes de tratamientos de fertilidad.
Por eso es menos radical que el proyecto británico. Pero a su vez más
hipócrita, pues para sortear la prohibición federal de destinar fondos públicos
a experimentos con embriones humanos, se limita a sufragar únicamente los que
versen sobre células-madre. Y ¿de dónde provienen éstas? De los embriones que
los laboratorios privados se encarguen de destruir para proporcionarlas. Con lo
que, a la postre, algún dinero público habrá de llegar también a esos
laboratorios como pago por el suministro de las células.
Se
pretende que “los proyectos financiados se lleven a cabo de una forma ética y
legal”. De ahí que, para evitar artimañas y mercados negros, el Instituto
prohíba que se compense económicamente a los donante de espermatozoides y
óvulos para fabricar embriones, a la vez que se les exigirá autorizar su
donación para uso científico inespecificado.
El
gobierno norteamericano se justifica así: “No podemos perder la oportunidad de
salvar y mejorar vidas, siempre y cuando respetemos unos criterios éticos
rigurosos. Esto tiene el potencial de cambiar el futuro”.
REACCIONES MUNDIALES
Tras el
anuncio de las decisiones británica y estadounidense, los comentarios llegaron
pronto de todas partes. La ministra de Sanidad alemana, Andrea Fisher, negó que
la posibilidad de lograr terapias para combatir enfermedades graves “sea razón
suficientemente convincente” para autorizar la clonación. Manifestó también su
temor a que en su país se produzca un relajamiento de la ley que protege a los
embriones humanos. El Parlamento Europeo debatió una solución en la que insta a
los Estados miembros a prohibir la clonación terapéutica por considerarla
contraria a la dignidad humana. La propuesta fue aprobada por 237 votos a
favor, 230 en contra y 43 abstenciones.
Los intentos
de clonación humana con el fin de obtener órganos para trasplantes: esos
procedimientos, al implicar la manipulación y destrucción de embriones humanos,
no son moralmente aceptables, ni siquiera cuando su finalidad sea buena en sí
misma. La ciencia permite entrever otras formas de intervención terapéutica,
que no implicarían ni la clonación ni la extracción de células embrionarias,
dado que basta para ese fin la utilización de células-madre extraíbles de
organismos adultos. Esta es la dirección por donde deberá avanzar la
investigación si quiere respetar la dignidad de todo ser humano, incluso en su
fase embrionaria. Esta Es la opinión de muchos científicos de peso y la
prestigiosa revista médica británica The Lancet.
Resulta
imposible recoger la multitud de lo comentado tras la decisión británica. Las
posiciones se han cerrado en dos bloques contrapuestos, a favor y en contra,
como era lógico que ocurriera. Para cautivar a la opinión publica algunos han
dado a entender que la clonación es la vía –como si fuera la única- para
alcanzar el fin tan loable de la “cura definitiva del Alzheimer, el Parkinson o
los daños en la médula espinal”. Hay que recordar que la fecundación in vitro
“se vendió” en los años setenta con un fin noble: ayudar a tener hijos a
matrimonios con problemas de fertilidad. ¿Y en qué ha acabado?
-En un índice de éxito que no logra superar el 15%, lo que es igual a más de un 85% de ensayos fracasados, con su consiguiente recolección de conflictos humanos, psicológicos y conyugales, sobre los que ya existe documentación testimonial.
-En la destrucción de numerosos embriones.
-En la fabricación y conservación abusiva de cientos de miles más, cuya solución final será su inmolación en aras de una ciencia de raíz inhumana, con pingües intereses mercantiles.
-En un índice de éxito que no logra superar el 15%, lo que es igual a más de un 85% de ensayos fracasados, con su consiguiente recolección de conflictos humanos, psicológicos y conyugales, sobre los que ya existe documentación testimonial.
-En la destrucción de numerosos embriones.
-En la fabricación y conservación abusiva de cientos de miles más, cuya solución final será su inmolación en aras de una ciencia de raíz inhumana, con pingües intereses mercantiles.
Con la
clonación terapéutica la situación parece similar. Porque su encomiable fin
esconde unos medios inmorales, innecesarios, porque, como en el caso de la
fecundación in vitro, su práctica puede derivar hacia extremos aberrantes. Hay
que cuestionarse por qué se ha dado el salto de la destrucción de embriones
humanos y a la clonación, sin haber agotado las vías de la experimentación
animal para obtener células-madre. Y también, ¿por qué se han primado en
detrimento de la investigación con células de adultos?
Los
científicos no son inmunes a la vanidad, ni los laboratorios al lucro
económico, incluso al precio de recurrir a cualquier tipo de prácticas.
José
Ramón Pérez Arangüena
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