La capacidad sugestiva de las películas y la legitimación de conductas
que, directamente, afectan a la familia
Por: Alfonso Méndiz | Fuente: www.fluvium.org
La representación audiovisual (cine y televisión) posee una capacidad muy superior a la de otros medios de comunicación: prensa, revistas, radio, grabaciones musicales... Una capacidad superior para fascinarnos, para evadirnos de la realidad y transportarnos a otro mundo de valores. La representación en los filmes es siempre una experiencia viva y fuerte, emocionalmente dramática, y con frecuencia se acaba asimilando como una experiencia vivida. Puede alcanzar esa conmoción interior que los clásicos denominaban "catársis".
Por: Alfonso Méndiz | Fuente: www.fluvium.org
La representación audiovisual (cine y televisión) posee una capacidad muy superior a la de otros medios de comunicación: prensa, revistas, radio, grabaciones musicales... Una capacidad superior para fascinarnos, para evadirnos de la realidad y transportarnos a otro mundo de valores. La representación en los filmes es siempre una experiencia viva y fuerte, emocionalmente dramática, y con frecuencia se acaba asimilando como una experiencia vivida. Puede alcanzar esa conmoción interior que los clásicos denominaban "catársis".
Así, por ejemplo, una chica joven podría pensar: “¿Cómo me van a decir
mis padres que la relación sexual se orienta a la vida y sólo tiene sentido en
el matrimonio? ¡Si yo sé cómo es (autoridad epistemológica) y cómo debe ser
(autoridad deontológica) el sentido de la relación sexual! ¡Si sé que tiene
sentido cuando hay “amor”, cuando es expresión de un sentimiento! ¡Si lo he
visto con mis propios ojos, si lo he vivido!”.
En realidad, lo ha visto y lo ha “vivido” en el cine, pero lo ha
asimilado como algo vivido en primera persona.
Esas imágenes audiovisuales le han permitido asumir la instancia de
testigo presencial: considera verdaderamente que ha experimentado esos hechos,
y por tanto le parecen más verdaderos y reales que los discursos de sus padres
y educadores. El tratamiento del tema, la historia “vivida” o “experimentada”
en la película o la teleserie, adquiere así el estatus de algo incontestable,
asentado en virtud de una supuesta experiencia propia.
Esta faceta de “manipulación de la experiencia” resulta mucho más
importante en los jóvenes, pues son más vulnerables al poder fascinador de la
imagen. Cuando en la escuela se habla de valores o actitudes morales, o cuando
sus padres les proponen hablar “de algo serio”, inmediatamente ponen un filtro
ante lo que oyen, porque lo interpretan como “imposición”, como “sermón” o, en
el peor de los casos, como flagrante “manipulación”. Pero no piensan nada de
eso cuando ven una película que les habla también de valores y de actitudes
morales.
Las historias (asumidas como “experiencias” personales) parecen fluir
con espontaneidad, pero son fruto de una determinada concepción de la vida:
detrás de ellas hay un filtro intelectual que muestra unos modelos de felicidad
y unos personajes que pueden hacernos parecer ridícula una virtud o aceptable y
digna una conducta viciosa. Penetran en su mundo interior sin obstáculos, a
remolque de las emociones vividas en su imaginación.
La función de legitimación que las ficciones audiovisuales ejercen en
nuestra sociedad. En su libro "Theories of film", Andrew Tudor define
así este efecto sobre el público: “Es el efecto, más potente que los
habitualmente descritos, por el que las películas justifican o legitiman
creencias, actos e ideas”.
Hoy en día, el cine ha legitimado conductas y percepciones de la
realidad que hace sólo unos años provocaban el rechazo o la discrepancia moral
de buena parte de la sociedad. Hoy, después de haberlos visto una y otra vez en
filmes y teleseries, han pasado a ser “normales”, legítimos. El cine les ha
dado carta de naturaleza, ha establecido socialmente que son mucho más
corrientes de lo que se piensa, que son plenamente válidos y, en todo caso, que
deben verse como inevitables. Por eso invita al público a aceptarlos como
“políticamente correctos”.
Entre otros comportamientos que afectan directamente a la familia y que
el cine ha contribuido a legitimar, podrían señalarse:
— La convivencia durante el noviazgo: en todas las teleseries juveniles,
desde “Compañeros” y “Al salir de clase”, hasta “El internado”, “90-60-90”
(fotograma de arriba) o la polémica TV movie “El pacto” (en la que siete
adolescentes de 4º de ESO deciden quedarse embarazadas por solidaridad con otra
alumna embarazada: así, engañando de paso a sus parejas –coniven con sus novios
con la más plena naturalidad– llegan no sólo a banalizar el sexo, sino a
justificar la maternidad por mero capricho, al margen de todo compromiso).
— La justificación y exaltación de la homosexualidad, en cintas como
“Brokeback Mountain”, “Philadelphia” o “La boda de mi mejor amigo”; y en
teleseries como “Aquí no hay quien viva” o “Los hombres de Paco”.
— La ruptura familiar como forma de liberación, y la infidelidad como
realización personal. Entre otros filmes que idealizan y legitiman el
adulterio, cabe destacar “Los puentes de Madison”; y entre las teleseries… casi
todas.
— La promoción del aborto, como alivio para la madre (¿?) y como modo de
ejercer la medicina (¿?): como en “Las normas de la casa de la sidra”.
— La legitimación de la eutanasia, con películas ideológicamente
orientadas como “Million Dollar Baby” o “Mar adentro”; y, por supuesto, queda
plenamente justificado en muchos diálogos de las teleseries actuales.
Ciertamente, el cine ha sido siempre una “fábrica de sueños”. En esos
sueños (más o menos mediatizados por la narrativa audiovisual o
cienmatográfica) nos proyectamos habitualmente y con ellos tratamos de
configurar nuestras identidades. Por eso, porque es punto de referencia para
nosotros mismos, el mundo audiovisual ha sido también comparado a un gran
espejo. Pero hoy en día parece ser “un espejo distorsionado”, porque al
mirarnos en él y buscar nuestro verdadero rostro, lo que vemos resulta ser
bastante alejado de nuestra vida, de nuestros valores, de nuestra familia. Lo
que esas imágenes autorizan a pensar y a actuar es asumido por los espectadores
como algo legítimo, validado y plenamente aceptable en nuestras vidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario