¿Por qué sufren los niños? «Sobre
estas cosas no hay respuestas», admitía el viernes Papa ante un grupo de unos
20 niños enfermos, de entre 2 y 14 años, acompañados por sus padres.
Francisco les dio un consejo muy
simple. Actuar como esos niños de dos años que, continuamente, preguntan:
«Papá, ¿por qué? Mamá, ¿por qué?» Por mucho que los padres se esfuercen en
responderles, los niños «no escuchan», sino que siguen preguntando: «¿Por
qué?». Y es que, en realidad, «no quieren escuchar la explicación. Solamente
reclaman la mirada del papá y de la mamá». Del mismo modo, también nosotros
podemos preguntarle al Padre: «¿Por qué?», sabiendo que no vamos a entender Su
respuesta, pero sí podemos «sentir Su mirada sobre nosotros, la mirada de
ternura del Padre diciendo: También mi Hijo ha sufrido».
Algunos de los niños habían
estado ya con Francisco hace dos años. La visita se gestó después de que le
pidieran volver acompañados de otros amigos, aunque no todos pudieron repetir.
Faltaron algunos, que «ahora están en el cielo», le contó una niña al Papa.
Uno de los padres, Andrea María,
le contó al Papa el difícil embarazo que tuvo su esposa, y cómo los médicos les
aconsejaron el aborto. Esta manera de resolver los problemas «es la regla de
los mafiosos», dijo Francisco, que alabó «la heroicidad» de padres de hijos
enfermos en el día a día.
«El grado de progreso de una
civilización se mide por la capacidad de proteger la vida, sobre todo en sus
fases más frágiles», diría el Papa, a la mañana siguiente, a los participantes en
un encuentro promovido por la Asociación Ciencia y Vida. «Es un atentado contra
la vida el flagelo del aborto. Es un atentado contra la vida dejar morir a
nuestros hermanos en los barcos en el Canal de Sicilia. Es un atentado contra
la vida la muerte en los centros laborales porque no se respetan las
condiciones mínimas de seguridad. Es un atentado contra la vida la muerte por
desnutrición. Es un atentado contra la vida el terrorismo, la guerra, la
violencia; también la eutanasia».
Esa misma mañana, los niños
volvieron a ser los reyes del Vaticano con la visita del Tren de los niños,
que trajo a unos 600 hijos de internos de prisiones italianas [sobre estas
líneas y a la derecha]. El Papa charló, rió y rezó con ellos, y les animó a no
dejar «nunca de soñar» ni de «escuchar la palabra de Jesús, porque escuchando
la Palabra de Dios uno se hace grande, engrandece el corazón y ama a todos».
Alfa
y Omega
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