martes, 11 de agosto de 2015

HUMANOS Y CONEJOS


Obedezco plenamente al Magisterio de la Iglesia, pero siempre me ha costado un poco entender por qué los teólogos de la más estricta ortodoxia han sido tan poco proclives a los argumentos que muestran cómo un crecimiento desaforado de la población humana mundial nos reduciría a un estado de pobreza que nos conduciría al salvajismo.

Creo que la teología católica más ortodoxa debería esforzarse en una reflexión que le llevara a construir una concordia entre el Magisterio sobre la sexualidad y la realidad de que el tamaño de la población humana se puede convertir en el mayor problema de la Humanidad.

Me encantan las familias numerosas llenas de vida y alegría. Pero los recursos de la Tierra imponen una serie de límites que la razón no puede negar. En el confesonario siempre he tenido claro que debía yo obedecer a la voz de los sucesores de Pedro y nunca me he apartado de su guía. Pero fuera del confesionario, veo que la teología debe profundizar con la luz de la razón y de la fe en un problema que veo lejos de que esté solucionado con las encíclicas publicadas hasta ahora.

Creo que el magisterio sobre la sexualidad que poseemos en la actualidad son expresión de lo que Dios quiere. Pero que no nos opondremos a la ortodoxia por buscar un desarrollo teológico fiel a Roma que replantee esta cuestión desde la globalidad y los imperativos de la razón.

Los hay que piensan que la teología ya ha alcanzado la perfección, que ya todo está dicho y que sólo cabe, por citar a Jorge de Burgos, una eterna y sublime recapitulación. Nos (o sea yo) no estamos de acuerdo con los profetas de calamidades y creemos que es posible conciliar la fidelidad y la audacia teológica.
P. FORTEA

 

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