Hoy os iba a hablar sobre el tema
que planteé en los dos días pasados, pero no tengo respuestas a las preguntas
que yo me hice. Me gustaría pensar que la teología del siglo XXI encontrará un
camino para conciliar la Humanae Vitae, la idea de un Dios amante de la
vida, natalista, con la realidad de un mundo de recursos limitados y la
imposibilidad de la progresión indefinida de la población humana.
Por muy bien que se administren
los recursos limitados, el reparto se encuentra con barreras infranqueables.
Más allá de esas barreras comienzan las guerras, las hambrunas, la miseria y la
vida indigna de los seres humanos. No creo que el plan ideal de la Humanidad
sea acabar con un planeta que constituya una conurbación que ocupe toda la
superficie del planeta con unos cuantos centenares de reservas naturales. Mucho
antes de llegar a esa conurbación planetaria nos encontraríamos con problemas
prácticos insolubles, el del agua podría ser el más dramático.
Me gustaría, sí, tener respuestas a todas las preguntas. A mi edad, al
menos, he aprendido la humildad de reconocer mis límites. Y ni de eso estoy
seguro. Sería mejor decir que me hago la ilusión de saber cuáles son mis
límites.
P.
FORTEA
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