El texto bíblico, "Sed fecundos y
multiplicaos, llenad la tierra y dominadla", ha servido, malinterpretado,
para creer que somos los dueños de la naturaleza y que podemos hacer con ella
lo que queramos.
Ante todo, debemos recordar el carácter simbólico
de estos textos bíblicos. Se nos presenta a un hombre que debe cuidar la
naturaleza. El texto se encuentra en el capítulo primero del libro del Génesis.
Dios acaba de crear todo lo que existe y pone al Hombre, al que ha creado el
último, como "señor de la casa", como responsable de toda la
creación. Así empiezan los hombres primitivos, las tribus ancestrales,
estableciendo una relación íntima con la naturaleza. Pero el Hombre, poco a
poco, se ha convertido en un tirano, y lo que hace, es abusar de las cosas,
plantas y animales que le rodean.
Poco a
poco vamos descubriendo la importancia de la ecología y tomamos conciencia que
nuestra relación con el Universo, debe ser mucho más íntima. Vamos pasando del
"paraíso perdido" al "paraíso reencontrado". La Redención
no sólo afecta al Hombre, sino al Universo entero. Olvidamos el texto de San
Pablo a los Romanos:
"La creación espera con gran impaciencia el momento
en que se manifieste que somos hijos de Dios. Porque la creación perdió toda
su razón de ser, no por propia voluntad, sino por aquel que así lo dispuso;
pero le quedaba siempre la esperanza de ser liberada de la esclavitud y la
destrucción, para alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios."
(Rm 8, 19-21)
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