viernes, 7 de agosto de 2015

FE Y EUCARISTÍA: BUSCAR A JESÚS SÓLO POR JESÚS


Queridos amigos y hermanos de ReL: en este 18º Domingo del Tiempo Ordinario, del Ciclo B, la Liturgia de la Palabra nos presenta el pasaje evangélico de San Juan, capítulo 6, versículos 24 al 35, trozo que es parte del discurso de Jesucristo “Pan de Vida”, narrado enseguida de la multiplicación de los panes; y trata dos grandes temas: fe y eucaristía.

Y comienza Jesús con un reproche que le hace al pueblo, que después de la multiplicación de los panes le había seguido al otro lado del lago: “Me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura, dando vida eterna”.

San Agustín, comentando este pasaje, afirma: “¡Cuántos buscan a Jesús sólo por ventajas temporales! Es difícil que se busque a Jesús sólo por Jesús”. La búsqueda desinteresada de Jesús supone fe; por eso en el debate con los judíos insiste Jesús en este punto: “Este es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que Él ha enviado”.

El primero y más importante trabajo que Dios pide a los hombres es que crean en él, en lo que él hace por ellos en Cristo Jesús. Sólo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios enviado a salvar el mundo va a él con confianza, abandonándose completamente a su acción redentora.

Los judíos que no tienen esa fe, exigen de Jesús “milagros” semejantes a la caída del maná del cielo. Y Jesús esforzándose en levantarlos a pensamientos más espirituales, rectifica: “No fue Moisés el que os dio el pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo”.

Pero ellos refiriéndose siempre a la comida material y esperando tal vez un milagro que prolongase la multiplicación de los panes, dicen, “Señor, danos siempre de ese pan”.

Jesús ante este pedido les hace comprender el verdadero significado de este pan: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed”. Y ante estas palabras ya no es posible el equívoco: el pan de vida, pan de Dios bajado del cielo para dar vida al mundo, es Jesús.

El que va a él y se alimenta de él –de la doble mesa de su palabra y de la Eucaristía- con fe viva, no tendrá más hambre, no tendrá más sed.

Que el Señor mueva nuestros corazones para buscar siempre con especial ahínco el alimento que perdura hasta la vida eterna.

Con mi bendición.
Padre José Medina

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