Hace
poco leí el siguiente párrafo del P. Catellani y como todo lo que escribió, me
sorprendió con la lucidez que tienen sus palabras:
El diablo falsifica la obra de Dios […] hasta la
consumación de los siglos; y mucho más cuando estarán para consumarse: hoy lo
mismo que siempre, y aún quizás más. Falsifica la religión y la vuelve
fanatismo, falsifica la mística y la vuelve política, falsifica la predicación
y la vuelve propaganda, la piedad en santulonería, el ascetismo en hurañez,
estolidez y orgullo vano. Eso puede hacer el diablo. Es su obra maestra. (P. L.
Castellani, “Los papeles de Benjamín Benavides”, pág. 119. Editorial Dictio,
Buenos Aires, 1978.)
El P. Castellani habla de falsedad y apariencias que se superponen a la Verdad. Apariencias que buscan hacernos creer que nada es lo que parece ser. Nos ofrece hasta salvadores alternativos a Cristo. Estamos acercándonos al Sínodo de la Familia 2015 y se va notando que se van calentando motores dentro y fuera de la Iglesia. Los motores van creando las condiciones adecuadas para engañarnos por medio de las apariencias. Apariencias que no dejan de ser reales y terriblemente humanas, pero que son hábilmente utilizadas para que aceptemos lo que no deberíamos de aceptar.
El P. Castellani habla de falsedad y apariencias que se superponen a la Verdad. Apariencias que buscan hacernos creer que nada es lo que parece ser. Nos ofrece hasta salvadores alternativos a Cristo. Estamos acercándonos al Sínodo de la Familia 2015 y se va notando que se van calentando motores dentro y fuera de la Iglesia. Los motores van creando las condiciones adecuadas para engañarnos por medio de las apariencias. Apariencias que no dejan de ser reales y terriblemente humanas, pero que son hábilmente utilizadas para que aceptemos lo que no deberíamos de aceptar.
Me temo que poco se
hablará del tema principal la familia, yendo todos los esfuerzos al acceso a
los sacramentos para personas divorciadas y vueltas a casar. Pongámonos en
situación ¿Quién puede rechazar el sufrimiento de los inocentes sin sentirse
culpable? La Iglesia tiene encargado su cuidado y atención, ya que en ellos el
pecado ha impactado duramente. El engaño proviene de utilizar el sufrimiento real e hiriente de las
victimas de los divorcios que buscan rehacer su vida con otra pareja. Se presenta a la Iglesia como culpable del sufrimiento de estas
personas, cuando el daño que les han causado no ha sido hecho por la Iglesia,
sino por personas que han antepuesto sus intereses y egoísmos a la sacramento
del matrimonio.
Se señala que la Iglesia
les hace daño al excluirlas de las comunidades, cosa que no es cierta. Nadie
tiene las puertas cerradas para ser atendido en su sufrimiento. Se señala a la
Iglesia como cruel, por indicar que su convivencia no se ajusta al ideal
señalado por Cristo. La Iglesia es igual que cruel con todos nosotros cuando
actuamos sin atender a la Voluntad de Dios. Nos dice que tenemos que
arrepentirnos e intentar no volver a pecar. Esta crueldad no es tal, sino Amor
que ofrece la medicina amarga que cura las heridas que todos llevamos. Se dice
que la Iglesia es cruel al impedirles recibir los sacramentos, especialmente la
Eucaristía, debido a su situación de convivencia. Pero la Iglesia lo que señala
es que no es posible acceder a la Gracia de Dios cuando se anteponen los
ideales humanos a la santidad. En las personas que no tienen impedimentos
aparentes para comulgar, la Gracia no actúa únicamente por acceder al
sacramento, sino que necesita de la total negación de sí mismo y estar
dispuesto a cargar con la cruz que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros. No han nadie más justo que Dios mismo, que da a
cada cual lo que merece en cada momento. No hay nadie más misericordioso que
Dios, que nos inunda con su Gracia cuando aceptamos nuestros errores y nos
arrepentimos.
El engaño es inteligente,
ya que nos muestra una realidad de sufrimiento y nos hace creer que somos los
culpables de ese sufrimiento. Utiliza el engaño de la igualdad social,
haciéndonos creer que segregamos a personas de forma injusta y cruel. De hecho
se habla de misericordia para impedir la segregación social y justicia, que
busca dotar de iguales derechos a todos. Es decir, el sufrimiento social, típicamente postmoderno, se
suma de forma astuta a las demás consideraciones. Las apariencias se
vuelven más importantes que la Verdad.
Lo duro de todo esto es
que los ideólogos nos ponen entre la espada y la pared. La espada del martirio
mediático y social. La pared áspera y fría de la coherencia. Nos toca decidir
también y formar parte de la cadena del pecado. Lamentablemente, lo que se
produce es un traslado del pecado de una persona a otra, sin que nos lleguemos
a dar cuenta. Los causantes de la separación y del divorcio son quienes
tendrían que responder de este sufrimiento, no quienes señalamos el engaño que
hay detrás. La
instancia subsidiaria no es la Iglesia, sino Cristo que nos ofrece su yugo
liviano para que descansemos. El método no es cambiar el significado de los signos sacramentales, sino
poner en valor los sacramentos recibidos para andar el camino de la santidad.
La Iglesia debe ayudar a estas personas a entender dónde está el problema y
conducirlos por la senda que Dios desea para todos, en todas las circunstancia
de la vida.
A lo mejor piensan que
todo este discurso es una elucubración personal, pero no es así. Pueden ver
todo esto en un grupo numeroso de victimas del divorcio que se van a reunir en
Italia: La
fraternidad Esposos
para Siempre , que nos muestra que la santidad es la respuesta al pecado que nos
golpea a todos. La medicina
es la Gracia que nos saca de las contradicciones humanas y nos coloca donde
Dios desea, en camino a la santidad. Pueden leer este
interesante artículo sobre el tema: Divorciados y a la vez fieles: «Del drama de la separación puede nacer un camino a la
santidad»
No piensen que esto sólo sirve a las víctimas del
divorcio, porque la santidad es un llamado a todos. En las situaciones en donde
el pecado ajeno nos golpea, nos derrota y derrumba, Dios nos tiende la mano
para que no nos hundamos. Podemos coger
la mano de Cristo y aceptar el compromiso de andar sobre las aguas de la
sociedad postmoderna. También podemos buscar formas humanas de no ahogarnos:
maderas, flotadores o incluso culpar a quienes no
destrozan su barca para echarnos un trozo de madera. Está en todos nosotros la
decisión de aceptar la mano de Dios. Para eso Dios no ofrece la Gracia
necesaria para dar el primer paso para la santidad: decidir qué salvador
queremos: Cristo o el ser humano.
“El diablo falsifica la obra de Dios […] hasta la consumación de los
siglos; y mucho más cuando estarán para consumarse: hoy lo mismo que siempre, y
aún quizás más.”
Néstor Mora Núñez
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