No seas flojo, decídete a ayudar. Aquí te decimos como.
Hay
quienes tienen el grave defecto de no ayudar nunca a nadie, y se la pasan todo
el tiempo admirándose su propio ombligo, sin dar la mano a quien lo necesita.
Son una especie peligrosísima porque ni pichan ni cachan ni dejan batear… y
además, sacan provecho de su estado vegetal inmóvil –perdón a los vegetales por
la ofensa.
Pero ese
no es el único defecto: si hay los que se pasan de flojos pensando en su propia
inmortalidad todo el tiempo, también hay los que tienen una rara enfermedad
llamada “ayuditis”, y que no pueden estar con alguien sin querer ayudarlo y pasarle
la sal en la mesa, que no cargue ni su propia mochila, y que hartan porque
están encima de ti todo el tiempo sin dejarte respirar.
El flojo
es molesto porque es un autista voluntario, y su imaginación es tan escasa que
sólo tiene lugar para una persona: él mismo. El hiperactivo harta porque no se
le ha cruzado por la mente la idea de que no es necesario ayudar a toda la
gente en todo momento: los demás pueden solos con muchas de las cosas que hacen
en la vida.
Si encontraste una descripción de ti en uno de estos párrafos, ¡cuidado!, más vale que lo pienses dos veces.
Si encontraste una descripción de ti en uno de estos párrafos, ¡cuidado!, más vale que lo pienses dos veces.
No hay
recetas: la ayuda no se mide solo por el tiempo que tardas ayudando; tampoco
por la cantidad de cosas que cargaste; ni por la sola intención sin haber sido
llevada a la práctica. No hay un manual que diga cuándo, cómo, cuánto y porqué
ayudar a la gente. Pero eso sí, estamos de acuerdo en que hace falta, es más,
en que es bueno ayudar a alguien, o a muchos, según sea lo conveniente.
Y aunque
es cierto que no hay ningún recetario que se llame “Sepa cómo ayudar a los
demás y no morir en el intento”, entonces… qué crees… que tienes que sacar a
relucir todo lo inteligente que eres, y de paso, darle un vistazo a tus
intenciones y tu buena disposición.
Y por si
fuera poco, hace falta algo más: ayudar es como nadar: se aprende a ayudar
ayudando, tal como se aprende a nadar nadando. Es posible que puedas ser torpe
al principio… no te preocupes, a todos nos pasa… pero no te desanimes, seguro
que pronto irás siendo más sensible a la gente y a las ocasiones en que las
puedes ayudar.
Si lo ves
de esta manera, no sólo el servicio social sino cualquier favor que te pidan o
cualquier ayuda que quieras dar saldrá mejor… ¡y no terminarás perjudicando a
alguien que querías ayudar!
Por Jesús
Salazar, Filósofo
(Universidad Panamericana)
(Universidad Panamericana)
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