¿Cuál puede ser el «motivo» de que Dios se meta en este lío de crear gente
libre que puede fallarle?
Por: Mikel Santamaría | Fuente: www.arguments.es
Yo suelo formular esta pregunta de otro modo: ¿Por qué meterse en el lío de crear? La estructura íntima de la persona nos remite a un Interlocutor Absoluto, sin límites, una Persona Infinita. El mundo material nos remite a un Ser Absoluto y eterno. Es lo que solemos llamar Dios.
Por: Mikel Santamaría | Fuente: www.arguments.es
Yo suelo formular esta pregunta de otro modo: ¿Por qué meterse en el lío de crear? La estructura íntima de la persona nos remite a un Interlocutor Absoluto, sin límites, una Persona Infinita. El mundo material nos remite a un Ser Absoluto y eterno. Es lo que solemos llamar Dios.
Pero, si Dios es Dios, es infinito, perfección absoluta, inmutable. Lo
tiene ya todo. Y no puede ganar nada. Si alguien lo tiene todo, no puede ganar
nada. ¿Por qué meterse en el lío de crear, si Él no puede ganar nada?
¿Cuál puede ser el «motivo» de que Dios se meta en este lío de crear
gente libre que puede fallarle? ¿Cuál puede ser la intención que anima el acto
creador divino? Porque aquí estamos nosotros, libres para hacer el bien y para
hacer el mal. Libres para ser generosos o para encerrarnos en nosotros mismos.
Utilizando la razón, uno se da cuenta de que, si Él no puede ganar nada,
el único posible motivo de que se haya metido en este lío es que quiera que
haya otros que puedan ser felices. No hay ningún otro posible motivo.
Si Dios quiere que haya otros que puedan ser felices, entonces los tiene
que hacer libres. Porque solo la libertad nos permite experimentar la
felicidad.
En efecto, todos sabemos que la felicidad se encuentra en el amor mutuo.
Amar y ser amados sin límite. Pero, para eso hay que ser libres. Si no somos
libres, no podemos entregarnos. Y sin entrega no llega ese enamoramiento total
que nos permite, a su vez, experimentar la dulzura del amor del otro. En primer
lugar el de Dios.
Efectivamente, uno no disfruta del amor del otro más que en la medida en
que uno mismo está enamorado. Y, cuando uno ama, uno se hace vulnerable. Mi
felicidad depende del otro. Pero sin esa apertura y ese abandono, no puedo
experimentar el amor. La felicidad solamente es posible en la mutua y plena
entrega. Requiere libertad.
Lo único que tiene sentido crear es personas que puedan ser felices.
Algunas de las personas que Dios quiere son espíritus puros. Otras, somos
personas de carne. Y por eso crea Dios un universo material en el que podamos
vivir. Dios no hace cosas sin sentido. Dios crea personas que puedan ser
felices, no un Universo vacío. Decir «Dios creador» y decir «Dios creador de
personas» es exactamente lo mismo.
Es verdad, podría haber otras personas de carne distintas de los seres
humanos. No sabemos si existen, pero da igual. Porque nuestra existencia
requiere cada gramo de este Universo inmenso. Un poco menos de materia, y las
leyes físicas serían distintas. Ya no podría haber hombres, sino otra especie
de personas de carne. Y Dios no quiere a otros, te quiere a ti y me quiere a
mí. Y nuestra información genética es parte de nuestra identidad personal.
El Universo físico, inmenso, ha sido creado para que nosotros podamos
existir y ser felices. Parece una inmensa responsabilidad, y algunos tienen
miedo de ser tan «importantes». Pero así somos para Dios: muy importantes. Y
pone su corazón en juego.
Imagínate que eres Dios. Has creado el universo material y has puesto el
corazón en unas personas de carne con la única intención de que puedan ser
felices. Y, de hecho, hay en su mundo un lío espantoso. ¿Tú qué harías? Yo
tomaría la iniciativa de intervenir en la Historia, para dar a los hombres una
posibilidad de salir del desastre en el que se han metido. Aunque fuera sólo
por «rentabilizar» la inversión: me duele el corazón con el amor que les tengo.
No se puede decir que esto sea una «demostración», que sea «necesario»,
que Dios esté «obligado» a salvarnos. Pero es congruente con el amor que le ha
llevado a crearnos. Si yo fuera Dios, lo haría. Es lógico pensar que un Dios
que se arriesga con nuestra libertad, por puro amor, un amor eterno y sin
vuelta atrás, haya intervenido en la Historia para salvarnos.
Por eso, a partir de nuestra misma existencia como personas y del
desastre actual del mundo, mi razón concluye que «tiene que haber» una
iniciativa salvadora de Dios, y me pongo a buscarla.
Para saber más: Catecismo de la Iglesia Católica, 279-324.
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