viernes, 10 de julio de 2015

EMOCIONES FUERTES, SEXO, HASTÍO PERSONAL


La televisión y el consumismo están haciendo estragos en la vida cotidiana de nuestra generación: nos referimos, lógicamente, a su mal uso y también al exceso.

Nos acostumbra- la tv- a vivir en un mundo irreal
durante gran parte del día, no en vano en la mayor parte de los hogares se pone el televisor, aunque no se esté viendo. En los países industrializados, la media de tiempo dedicado a la televisión oscila entre cuatro y cinco horas al día. Los psicólogos nos dicen, y la realidad les da la razón, que todo entretenimiento cada vez entretiene menos, es decir, tiene un rendimiento decreciente y termina cansando.

Eso hace que se busquen experiencias más fuertes y de ahí que vayan floreciendo en nuestra sociedad los juegos de riesgo, drogas, un uso del sexo cada vez más aberrante… incluso se ha llegado a matar, para ver qué siente uno.

Se necesitan experiencias nuevas, fuertes, relaciones con personas del mismo sexo, que atraigan más que las que podamos mantener con nuestra pareja.

Se ha llegado al hastío. Al vacío personal.

A base de querer pasarlo bien se ha llegado a la incapacidad de disfrutar, de ilusionarse, por un hartazgo en el tener y una despreocupación absoluta del crecimiento como persona lo cual, termina anulando la voluntad o sea la libertad y, por tanto, la capacidad de querer y ser querido, porque aunque uno lo sea, no se dará cuenta.

Y lo que es más peligroso; frente a la oferta de emociones fuertes que hay en la sociedad, la vida de todos los días, que es la real, la que hay que vivir parece anodina, sin valor, aburrida.

Estamos creando una sociedad hastiada. Los fracasos escolares aparecen por doquier. Los «adictos al trabajo» también.

En el fondo para muchas personas la adicción al trabajo es una vía de escape frente a la realidad; porque
ésta, la del día a día no llena.

Pero el problema no está en el día a día, está en la persona.

Ésa es la causa de tantos fracasos en lo cotidiano, en el amor, en la familia, que es donde el individuo deja huella.

Quizá sea por ello por lo que hay falta de referentes sociales.

Es necesario pararse a pensar. No hace tanto tiempo, un niño estaba una semana ilusionado porque el domingo iba a ir al cine; ahora, ve treinta películas a la semana y está todo el día enfadado y gritando.

Y es que la medida en la utilización de las cosas genera paz.

Hay que cambiar. En muchas ocasiones, para hacerlo, habrá que pedir ayuda.

José María Contreras

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