miércoles, 3 de junio de 2015

VISIONES Y APARICIONES MARIANAS


Es este un tema, que da origen a muchas confusiones… En la web de la Santa sede, existe un extenso trabajo del P. Brian Moore, sobre las visiones, locuciones apariciones y revelaciones, del cual he tomado citas y conclusiones teológicas sobre esta materia.

            Desde siempre al ser humano la ha subyugado el conocimiento de todo lo que se relaciona con lo sobrenatural Pero ahora este interés tiene una especial manifestación. Y son muchos los que creen en cualquier manifestación que parece venir del cielo. El cardenal Alfredo Ottaviani, escribía diciendo: “Asistimos desde hace años a un recrudecimiento de pasión popular hacia lo maravilloso, incluso en la religión. Muchedumbres de fieles se dirigen a los sitios de presuntas visiones y pretendidos prodigios, y abandonan, en cambio, la Iglesia, los sacramentos, la predicación”. (Oss. Rom., 4 de Feb. 1951, “Siate, o cristiani, a muover vi piu gravi”). entre 1928-1975 unos 232 casos de “apariciones” que no han sido reconocidas por la Iglesia; según, la revista Der grosse Entschluss, de Viena. En estos últimos años han proliferado las supuestas apariciones en todo el mundo, y una de ellas se destaca entre todas: La “aparición” de Medjugorge. La Iglesia católica es una Santa madre muy prudente desde hace más de 2000 años

            En este campo de las manifestaciones sobrenaturales, pueden darse dos posturas opuestas, ambas malas. Se puede pecar por exceso: los que andan siempre tras lo maravilloso, sin preocuparse gran cosa de su santificación personal. También por defecto: los que tienen una actitud desdeñosa respecto a todo lo que es el ámbito de los fenómenos extraordinarios de la vida mística. Veamos un poco los dos casos, específicamente respecto al asunto que tenemos entre manos, las apariciones y revelaciones. Los que tienen una actitud aparicionista, los cuales son muchos hoy en día, que son muchos hoy en día, debemos oponer las enseñanzas de la Sagrada Escritura, los principios de la Teología mística (especialmente San Juan de la Cruz y Sta. Teresa), y la historia de la Iglesia.

            Las Sagradas escrituras, nos dicen: “Carísimos, no creáis a todo espíritu, sino poned a prueba los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido al mundo” (1Jn 4,1). “Si entonces os dicen: “Ved al Cristo (igual que a la Virgen) está aquí o allá", no lo creáis. Porque surgirán falsos cristos y falsos profetas, y harán cosas estupendas y prodigiosas hasta el punto de desviar si fuera posible, aún a los elegidos. Mirad que os lo he predicho” (Mt. 24, 23-25). “... cuya aparición es obra de Satanás con todo poder y señales y prodigios de mentira y con toda seducción de iniquidad para los que han de perderse en retribución de no haber aceptado para su salvación el amor de la verdad” (2Test. 2,9-12). “Y embaucó a los habitantes de la tierra con los prodigios que le fue dado hacer en presencia de la bestia diciendo a los moradores de la tierra que debían erigir una estatua a la bestia de modo que la bestia también hablase e hiciese quitar la vida a cuantos no adorasen la estatua de la bestia” (Ap. 13,13-14).

            La teología mística tenemos evidentemente a los maestros en esta materia como son: San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Respecto al primero, debemos decir que es bastante duro respecto a las almas que andan siempre tras lo sobrenatural En San Juan de la Cruz, sé encontrará abundante materia en todo el libro II de la Subida al Monte Carmelo. “Yo conocí una persona que teniendo estas locuciones sucesivas, entre algunas harto verdaderas y substanciales que formaba del Santísimo Sacramento de la Eucaristía había algunas que eran harto herejía. Y me espanté yo mucho de lo que pasa en estos tiempos, y es que cualquier alma de por ahí, con cuatro maravedís de consideración, si siente algunas locuciones de éstas en algún recogimiento, luego lo bautizan todo por Dios, y suponen que es así, diciendo: Me dijo Dios; me respondió Dios; y no será así, sino que, como hemos dicho, ellos las más veces se lo dicen”. (Sub.ll, 29, n.2). La gran Teresa de Ahumada habla también en varios pasajes sobre las visiones y revelaciones, aunque en general no es tan dura como su hermano Juan de la Cruz. Pero siempre insiste en que: “… el cristiano debe buscar al Dios de los consuelos y no los consuelos de Dios”.

            En relación con el reconocimiento de la Apariciones marianas por la Iglesia, no se puede clarificar exactamente cuál ha sido siempre la doctrina de la Iglesia respecto a las apariciones. Ello en base a la Sagrada Escritura, al Magisterio y a la Teología, únicos capaces de darnos criterios seguros para nuestro análisis de las apariciones presentes o por venir. Que Nuestra Señora de Fátima nos ilumine, puesto que este humilde artículo lo hemos redactado especialmente en su honor. Nosotros sabemos que finalmente su Corazón Inmaculado triunfará.

            En todos estos temas, es conveniente seguir los consejos de Benedicto XVI que nos dice que: “De todo lo cual se sigue que uno puede, conservando íntegra y salva la fe católica, no prestar asentimiento a dichas revelaciones y apartarse de ellas, con tal de que esto se haga sin destemplanzas indebidas, no sin razón, y sin llegar al desprecio”.

“¿Qué se ha de pensar de las revelaciones privadas aprobadas por la Santa Sede, como las de santa Hildegarda, santa Brígida, santa Catalina de Siena? Ya he dicho que ni es obligatorio ni posible prestarles un asentimiento de la fe católica”.

“... Es preciso saber que tal aprobación no significa otra cosa que el permiso para que, después de maduro examen, se publiquen para instrucción y utilidad de los fieles, pues a estas revelaciones, aprobadas en esta forma, aunque no se les deba ni se les pueda dar un asentimiento de fe católica, se les debe, sin embargo, un asentimiento de fe humana, conforme a las reglas de prudencia, según las cuales esas revelaciones son probables y piadosamente creíbles”

            En esta misma línea de pensamiento San Pío X, nos dice que: “Cuando se trata de formar juicio acerca de las piadosas tradiciones conviene recordar que la Iglesia usa en esta materia de tal gran prudencia, que no permite que tales tradiciones se refieran por escrito, sino con giran cautela y hecha la declaración previa ordenada por Urbano VIII; y aunque esto se haga como se debe, la Iglesia no asegura la verdad del hecho, sino limitase a no prohibir creer al presente, salvo que falten argumentos de credibilidad. Enteramente lo mismo decretaba hace treinta años la Sagrada Congregación de Ritos (Decr. 2 mayo 1877): “Tales apariciones y revelaciones no han sido ni aprobadas ni reprobadas por la Sede Apostólica, la cual permite sólo que se crean piadosamente, con mera fe humana, según la tradición que dicen existir, aunque esté confirmada con testimonios y documentos idóneos. Quien esta regla siguiere, estará libre de todo temor, pues la devoción de cualquier aparición, en cuanto mira al hecho mismo y se llama “relativa”, contiene siempre implícita la condición de la verdad del hecho; más en cuanto es “absoluta”, se funda siempre en la verdad, por cuanto se dirige a las mismas personas de los santos a quienes se venera” (Pascendi, AAS vol XL, p.649).

            Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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