martes, 19 de mayo de 2015

NO AL ESTADO CONFESIONAL MASÓNICO


Debo el titular de este artículo a un perspicaz seguidor de Twitter. Me pareció una gran idea y así se lo hice saber. No cabe duda de que la masonería existe. Y tampoco cabe duda de su influencia política y social en los últimos dos siglos y medio. También existen grupos de poder o "lobbys" de enorme calado en casi todas las instituciones, y sus fines -como los de la masonería- pueden ser más o menos legítimos, más o menos honestos, más o menos orientados al bien común. O más o menos orientados al beneficio exclusivo de algunas élites.

El problema es el secretismo. Pongamos por caso que el presidente francés, el señor Hollande, sea masón. Hace poco visitó Cuba, esa vieja dictadura comunista. Pongamos que sea cierto, como sostienen algunos, que el comunismo haya tenido orígenes masónicos. En todo caso, ahí queda abierto el debate y la polémica. El problema, repito, es el secretismo. Todo el mundo sabe qué políticos son católicos porque el catolicismo está en las antípodas de las sociedades secretas. El catolicismo ha tenido, sin duda, gran influencia política y social. Pero lo ha hecho a cara descubierta. No se ha escondido en ocultas logias. La modernidad ha ido aparcando al estado confesional católico. Bien, así son las cosas y así discurre la historia. Sin embargo, la confesionalidad masónica del estado sigue ahí. Si se trata de una cuestión de fe -y la masonería, como el comunismo, tiene mucho que ver con la fe-, miles de millones de personas en el mundo creemos en otras cosas, en otros dioses o en un solo Dios.

Ruego, pues, que los masones se identifiquen. Lo hacen los católicos. Lo hacen, sin duda, los musulmanes. Fíjense: lo hacen también comunistas y socialistas. Para saber a quién votar debo conocer la cosmovisión y el modelo de hombre que propone el candidato. El que propone la masonería es uno y muy claro. Que nos lo digan abiertamente. Es de justicia. Es una exigencia de la libertad. Mejoraría, como dicen los cursis, "la calidad democrática" de nuestras instituciones. En mi inmensa ingenuidad, pregunto: ¿tienen algo que ocultar?

Paco Segarra

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