EL PURGATORIO I
Hace años pensaba que había un
único purgatorio con distintos grados. Cada vez me convenzo más de que dentro
del purgatorio común, hay dos grandes moradas: un purgatorio de la debilidad y
un purgatorio de la crueldad.
Un purgatorio para aquellos que
fueron débiles pero no hicieron daño a nadie, y un purgatorio duro y riguroso
para aquellos que fueron crueles.
Los débiles ya tuvieron su penitencia en el mismo pecado. Los fuertes
también encontraron sufrimiento en su pecado, en su misma maldad sufrieron
agriamente. Ahora bien, estoy convencido de que esa maldad de los crueles
requiere de un estado especial de purificación tras la vida.
A la mera debilidad, si sólo se
quedó en eso, en debilidad, no creo que la podamos llamar maldad. Pero
hacer sufrir al prójimo sí que es maldad.
El débil ya aquí en la vida y en
el purgatorio sufre en la medida de su debilidad. El cruel sufre aquí y después
en el medida de su crueldad. Pero la debilidad es radicalmente diversa de la
maldad. La transgresión es esencialmente distinta de la opresión, de la
decisión de hacer sufrir al otro.
El que hace sufrir sufrirá. La
palabra Justicia se materializa de un modo tan distinto en el cruel. Ay del que
no tuvo compasión, porque no alcanzará compasión. La compasión divina sólo le
llegará cuando se alcance la medida prefijada por Aquél que es justo.
La gente sólo teme el infierno y desprecian el purgatorio, ignorantes de
que si conocieran la Justicia Divina pensarían que el purgatorio es el
infierno. El purgatorio no es el infierno, pero les parecerá el infierno.
P.
FORTEA
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