Luis Santamaría, el 23.04.15 a las 8:56 AM
En estos días se está hablando
en España, en las crónicas de sucesos, del “descuartizador satánico” al que se
acusa de ser el responsable de la desaparición de una mujer. Recogemos a
continuación algunas de las informaciones publicadas por los medios de comunicación.
CONMOCIÓN Y DESAPARICIONES
El supuesto descuartizador de
Majadahonda (Madrid), Bruno Fernández,
de 32 años, realizaba ritos satánicos
en su domicilio e invocaba a gritos a Lucifer, según los vecinos de
Móstoles, donde residió hace al menos diez años junto a su hermana y su padre.
También compraba animales vivos en una
tienda que luego sacrificaba y en varias ocasiones llegó a provocar pequeños incendios en su domicilio al
practicar alguno de los rituales
sangrientos que provocaron las llamadas de los vecinos a la Policía, tal
como informan Luis F. Durán y Daniel Martín en El Mundo.
Bruno estuvo al menos dos
veces ingresado en la Unidad Psiquiátrica del Hospital de Móstoles y tenía
recetada una medicación especial para
controlar los episodios esquizofrénicos que sufría, según las mismas
fuentes que indicaron que estaba pendiente de ingresar en un centro
psiquiátrico.
Hasta el momento, está encarcelado por su presunta relación con la desaparición de una mujer argentina de
55 años, Adriana Giogiosa. Ésta
residía en la casa que Bruno heredó de su tía en Majadahonda, de la que tampoco
se sabe nada desde hace años.
UN EXTRAÑO COMPORTAMIENTO
En la calle Teruel de Móstoles
los vecinos no paran de describir los comportamientos extraños de Bruno que
podían hacer presagiar que había algo más detrás de su «actitud seca y
distante». «A veces gritaba
‘¡Lucifer!’ desde la ventana y se reía como un loco, otras daba golpes o
quemaba incienso», asegura
una de las vecinas del bloque, que como el resto, todavía tiene el miedo metido
en el cuerpo. «Llevo todo el día temblando», afirmó al conocer que Bruno
podría estar detrás del crimen de una mujer y de su tía.
El sospechoso se mudó junto a
su padre y su hermana a Móstoles hace unos diez años. Al parecer «antes
vivían en Estados Unidos», según los residentes. Desde entonces los golpes,
el ruido de movimiento de muebles, la «música satánica» o las frases incoherentes y repetitivas «Ser,
venir, estar, ser, venir, estar…», formaban parte de la acústica del
vecindario.
«Hace aproximadamente
un año le dio un brote psicótico y
empezó a gritar ‘¡Satán!, ¡Satán!’. Pensábamos que se podía autolesionar
y llamé a la Policía. Vino el Samur y cuatro agentes, que se lo llevaron a la
fuerza», recuerda
una de las residentes del edificio.
Otra vecina asevera que estuvo
entonces ingresado en un centro psiquiátrico «y no era la primera vez». «Daba
mucho miedo ese chico. Ponía la voz muy grave, como si fuese otra persona,
chillaba cosas de guerras y se reía mucho. Además –añade– tenía una pala enorme
en la terraza que nos preocupaba».
Otro objeto de Bruno no pasó
desapercibido para la persona que lo construyó. La dueña de una tienda de
objetos artesanales próxima a la vivienda recuerda como le encargó hace varios
años que fabricase un cristo de
marmolina. «Me pidió que lo pintara e insistió en que quería que tuviese mucha sangre; me pareció
muy raro», explica.
Según varios testimonios, el
presunto descuartizador de Majadahonda «había estudiado informática, aunque
no se le conocía trabajo». Su padre regenta desde hace años un bar a
escasos minutos de su domicilio y su hermana pasa largas temporadas fuera de
casa por motivos de trabajo. La relación filial distaba mucho de ser cordial,
según indican los vecinos.
«Discutía
mucho con su hermana y le decía que se comportaba así porque su madre de
pequeño le pegaba y le encerraba en el cuarto de baño cuando no quería comer.
Creemos que les abandonó hace años», explican. «También hacía
fuego dentro de casa y olía de forma muy rara. Un día salió tanto humo
que tuve que avisar a la Policía y a los Bomberos», resaltó otra mujer.
En los últimos meses se le
veía con «una joven rubia extranjera» a la que en ocasiones subía a casa
y con la que mantenía una relación sentimental. «Ella tenía un hijo y venía
con él a verle pero ni siquiera nos saludaban en la escalera», apuntó. Este
hecho llamó poderosamente la atención de los vecinos, ya que durante los años
en los que Bruno vivió en el bloque «apenas
salía de casa y no parecía que se llevase con nadie».
Para mucho de los residentes
además era muy identificable. «Es rubio, delgado, con el pelo rizado y
siempre parecía que te estaba perdonando la vida», señaló Jorge, también
residente en la misma calle. «Aquí menos mal que no echamos de menos a
nadie, sino pensaría que ha pasado lo mismo que en Majadahonda», agregó.
TRABAJO POLICIAL
La Guardia Civil realizó el
pasado 20 de abril una nueva inspección ocular en la casa de Bruno Fernández.
El supuesto descuartizador está encarcelado a la espera de localizar el cadáver
o los restos de la mujer desaparecida que se buscan ahora en un vertedero de
Pinto. Se tiene la certeza de que el
hombre pudo acabar con la vida de la mujer y que luego trató de trocear el
cadáver y triturarlo en una picadora de carne que tenía en el garaje.
En este cuarto ya se encontró
sangre en las paredes y también en la máquina de carne. Se están cotejando los
restos descubiertos con el ADN de un hermano de la mujer argentina
desaparecida. Los agentes volvieron al piso para realizar una nueva inspección
ocular del chalé y especialmente del garaje donde podría haber cometido el
presunto crimen.
El 21 de abril a las 10.30
horas, el detenido, que se encuentra en prisión provisional desde hace dos
semanas, llegaba esposado a la vivienda. Cuatro horas después salía de la casa
con la cara tapada por una cazadora y acompañado por agentes que le condujeron
hasta el coche policial camuflado para ser trasladado al cuartel, mientras en
la calle algunos vecinos le gritaban «asesino» e «hijo de puta».
El detenido presenció, junto a
su abogado y el secretario judicial, la inspección ocular practicada por los
especialistas de Científica de la Guardia Civil. Tras un receso para comer los
agentes regresaron a las cuatro y media de la tarde para seguir con el trabajo.
Sobre las 22.30 se volvieron a marchar. A lo largo de toda la jornada, Bruno se
mantuvo frío y respondió con monosílabos a las preguntas de los agentes.
Fuentes de la investigación
señalaron que la nueva inspección ocular tiene como objetivo recabar pruebas
que esclarezcan el paradero de Adriana. Se recogieron nuevas muestras de sangre
en la parte baja del chalé adosado y se incautaron de ropa del sospechoso.
Los investigadores trabajan
con la principal hipótesis de que el casero, de nacionalidad española y 32 años,
la mató, la descuartizó, y la metió en bolsas para tirarlas a la basura. Varios
jóvenes que estaban sentados en la calle durante una noche se sorprendieron al
ver cómo sacaba varias bolsas y las arrojaba en un contenedor de basura. Uno
dijo que en una bolsa había carne
humana.
Mientras, la Guardia Civil ha
descubierto en Móstoles el vehículo de la mujer argentina desaparecida. Estaba
en las inmediaciones de la vivienda donde reside el padre y la hermana del
detenido. También se ha encontrado su teléfono móvil.
Los agentes tienen ya un
amplio listado de los inquilinos del adosado, aunque la investigación se ciñe a
este caso, pues solo de este existe una denuncia por desaparición presentada
por la familia de Adriana el pasado día 6 de abril.
Los vecinos aseguran que por
la casa han pasado decenas de personas en los últimos cuatro años. «La que
más tiempo ha durado es Adriana que llevaba allí unos cuatro meses. Hay gente
que pasaba sólo un día y se iban ya que decían
que el dueño de la casa era muy raro».
El chalé de Majadahonda era propiedad
de una tía de Bruno que, según su versión, se fue hace cuatro años a vivir a
una residencia tras el suicidio de un hijo suyo. Sin embargo, la Guardia Civil
no ha encontrado el nombre de su tía en ningún centro geriátrico y tampoco
figura en el registro de fallecidos.
Bruno no tenía relación con
los vecinos que escuchaban continuamente ruidos extraños de madrugada en el
último mes. Se ha averiguado que quería cambiar de nombre, que estaba
aprendiendo euskera y que preparaba un viaje para marcharse fuera.
INDICIOS QUE LO INCRIMINAN
De momento, tal como explica
Sergio Barrenechea en una noticia de la agencia Efe, se han encontrado
restos de sangre humana en una trituradora y en la vivienda. Se trata de una
cantidad escasa y con apariencia de haber sido lavada con lejía o algún otro
producto de limpieza, lo que puede dificultar que se pueda extraer ADN en las
condiciones necesarias para poder ser comparado con el de la familia de la
desaparecida y así determinar si pertenece a ella.
Según fuentes de la investigación,
el sospechoso siempre se ha mostrado “tremendamente
frío”. El arrestado, que demuestra una y otra vez sus conocimientos de derecho penal, nunca
ha aclarado por qué tenía una trituradora en casa o por qué el coche de la
víctima ha aparecido en las inmediaciones de su domicilio habitual, en
Móstoles. Ni una palabra tampoco sobre el móvil de la ciudadana argentina desde
el que, supuestamente después de ser asesinada, su verdugo se dedicó a mandar
mensajes de texto a su familia.
El padre del presunto homicida
de Majadahonda no tiene respuestas para nada. Según publica ABC, habría
comentado a un amigo que su hijo “ha hecho algo muy grave, terrible; él
debería estar en un hospital, no en la calle… La culpa la tienen los que le
dejaron salir”.
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