Todos sabemos que…, las apetencias de nuestro cuerpo no están siempre de
acuerdo, con las apetencias de nuestra alma, ellas están enfrentadas por bastantes
varias razones; una de ellas quizás la que más distancia nuestra alma de
nuestro cuerpo es que, mientras nuestra alma es inmortal nunca perecerá ni
envejecerá, nuestro cuerpo tiene sus días contados y lo que más le desespera a
él, es que ni siquiera, sabe los días que le restan de vida y aunque no lo
comprenda, esta falta de conocimiento le beneficia y no le perjudica.
Los días le van pasando al cuerpo, como las cuentas de un rosario del
que ignora, cuándo se acabará este, aunque si ve, como él se va derrumbando, va
perdiendo facultades física y mentales, y muchos casos, aunque nunca le han
gustado los estudios, y es ahora ya jubilado sin nada que hacer, se dedica
diariamente a la investigación, para saber dónde dejó sus gafas, donde ha
puesto el móvil, a qué hora me han dicho que me recibirá el médico…, etc…etc.
Su obsesión salvo contadas excepciones, es la de parecer más joven de lo
que es, quitándose años de encima, ellos y ellas, aunque el dichoso DNI no hay
forma de modificarlo, y es ahora cuando los hombres, hacen lo que nunca
hubiesen hecho de joven, como teñirse el pelo, naturalmente aquellos que
conserven su cabellera, que no son todos, también en vez de teñirse el pelo,
los hay quienes usan una loción para quitarse las canas, que termina dejándoles
el pelo de color zanahoria. Y no hace falta llegar a la senectud para empezar a
hacer estas tonterías.
El alma nuestra alma es
lo más maravilloso que poseemos. Aunque aquellos que habitualmente viven de
gracia de Dios, no son conscientes de la belleza de un alma que es templo vivo
de la Divinidad Trinitaria, y por esa alma se refleja la luz divina, que le
dona su amor al Dios. Ellas las almas, han sido creada directamente por Dios, a
diferencia de nuestro cuerpo, en el cuál la intervención divina, no ha sido tan
directa como en el caso de nuestra alma, ya que nuestros padres terrenos, han
tenido bastante que ver en nuestra creación,
Quien de verdad nos hicieron la Pascua, fueron nuestros primeros padres
que le fallaron a Dios no superando esa primera prueba demostrativa de su amor
a Él y por instigación demoniaca, comieron de la fruta prohibida, dejándonos la
herencia de la dichosa tendencia concupiscente, que toda persona tiene, y
obliga a nuestra alma espiritual, a vivir sojuzgada por nuestro cuerpo
material. Pues el orden lógico es que nuestra alma al pertenecer al superior
orden espiritual debería de por encima de nuestro cuerpo material perteneciente
a un orden inferior. Pero el pecado original trastocó el orden lógico que sitúa
a nuestra alma por encima de la materialidad de nuestro cuerpo perecedero.
La lucha entre las apetencias de nuestra alma y las de nuestro cuerpo se
llama lucha ascética y desgraciadamente no se da en todos nosotros. Unos luchan
desesperadamente, utilizando dos recursos efectivos, llamados oración y
mortificación, pues como más de un exégeta evangélico ha dicho: la oración y la
mortificación son las dos alas que necesitamos para alcanzar el cielo y las dos
le fastidian a nuestro cuerpo que se rebela, cuando el alma quiere orar o
mortificarse. Pero otros dan la espalda a la lucha ascética y se entregan a
satisfacer sus apetencias corporales.
Es necesaria la oración y también la mortificación, pero ambas cosas
para el que no ama a Dios, sobre todo con la mortificación carece de sentido ¿A
quién le aprovecha eso de torturarse? Dejando de comer manjares lícitos y
apetecibles o pasarse un día entero con una china metida en un zapato, cuando
es muy fácil quitarse la china del zapato. Para una persona apartada de la vida
espiritual que es tanto como decir, careciendo de una relación con Dios, tanto
la lucha ascética, como la oración o la mortificación, carecen de sentido. Para
ellos lo principal es cuidar lo que se ve y si no se cuida se deteriora. Les es
necesario entregarse a los deportes a la gimnasia conservar en forma el cuerpo,
aunque muchos, que se creen que son deportistas, su deporte es sentarse en un
sillón delante de la TV a contemplar partidos o las competiciones deportivas,
sean estas del deporte que sea.
Poco le duran a las
personas los esfuerzos físicos para mantenerse agiles y presumir de estado
físico, porque el tiempo es inexorable con el cuerpo y no con el alma. Mientras
quiera que no, el cuerpo envejece el alma va aumentando en juventud y lozanía
porque cuanto más envejece el cuerpo, más libre se siente el alma, de las
ataduras de su cuerpo y con más facilidad puede acudir a lo que ella aspira y
el cuerpo la sujeta a buscar el amor de Dios, por medio de la oración y la
mortificación.
El parágrafo 2015 de
nuestro Catecismo católico nos dice que: “El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin
renuncia y sin combate espiritual (cf. 2Tm. 4). El progreso espiritual implica
la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el
gozo de las bienaventuranzas: El que asciende no cesa nunca de ir de comienzo
en comienzo mediante comienzos que no tienen fin. jamás el que asciende deja de
desear lo que ya conoce (S. Gregorio de Nisa, hom. in Cant 8).”.
Me comentaba un amigo
jubilado ya hace bastantes años, que él se levanta siempre a las 6 de la
mañana, para ir a la primera misa que ha encontrado cera de su casa más
temprano, que es a las 7,30 lo cual le permite arreglarse y hacer en casa sus
oraciones de la mañana El caballo de batalla de su familia, empezando con su
mujer, es que no tiene obligación de ir a una misa tan temprano pudiendo ir a
una misa las 10 o a las 11, como van la gente de su edad y entorno. Al final,
según ellos, tanto vale una misa a las 7 como a las 11, sobre todo tratándose
de días laborables y de una persona de salud delicada. No me comprenden, me
decía mi amigo y yo si le comprendo, porque el levantarse temprano implica una
mortificación, que es el regalo que mi amigo le lleva al Señor todas las
mañanas. Si fuese a misa a las 11, a esa misa mi amigo se presentaría al Señor
con las manos vacías y el Señor no le daría las divinas gracias, que todas las
mañanas le regala por el sacrificio que hace por Él.
En la vida del profeta
Elías el tesbita, hay un momento en que este tiene que huir de la reina
Jezabel, que ha jurado matarlo por haber dado la orden de degollar en el
torrente del Quisón, a los 200, sacerdotes del dios Baal. Elias, huyendo de la
persecución de la reina Jezabel, marchó hacia el monte Horeb en el Sinaí y allí
el Señor le pregunta ¿Qué haces aquí Elías? Y él le responde: “El celo de tu Casa me consume, Señor”.
Al igual que a Elías hay gracias a Dios, muchas personas enamoradas de
su amor, a las que el celo de la casa del señor, les consume, y la gente no
acaba de comprenderle.
Procuremos todos ser
unos nuevos Elías, para poderle decir al Señor: “El celo de tu
casa me consume”
Mi más cordial saludo lector y el deseo de
que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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