“Morir, sólo es morir. Morir, se acaba…” Así describe el muy recordado escritor José Luis Martín Descalzo a la muerte. Y más que un estilo poético, recalca una verdad de fe.
La muerte
es una consecuencia de nuestro pecado original. No es un castigo de Dios, sino
una privación de los bienes que tenían Adán y Eva antes de desobedecer a Dios
Padre. Cristo quiso hacerse hombre, padecer, morir y después resucitar para
alcanzarnos la salvación eterna. De esta forma, la muerte para el cristiano,
aunque no deja de ser dolorosa y misteriosa, tiene un sentido positivo y se
convierte en un paso de este mundo al Cielo en donde estaremos en presencia de
Dios, y en donde tendremos dicha completa. Por eso, se entiende esta frase
bíblica: “Cristo ha vencido a la muerte”. (Catecismo de la Iglesia Católica
nos. 410-421, 1010-1014).
Con la
muerte se experimenta una separación real de cuerpo y alma. El cuerpo del
hombre continúa un proceso de corrupción –como cualquier materia viva– mientras
que su alma va al encuentro de Dios. Esta alma estará esperando reunirse con su
cuerpo glorificado. Con la resurrección, nuestros cuerpos quedarán
incorruptibles y volverán a unirse con nuestras almas.
Dios nos
dio una vida temporal en la tierra para ganarnos la vida sobrenatural. Con la
muerte termina nuestra vida en la tierra. (Juan 5, 29, cf. Dn. 12,2).
Desde que
Cristo venció la muerte y nos dio nueva vida, el cristiano mira a la muerte con
una gran esperanza. Esto no quita, sin embargo, que uno sufra cuando ve que nos
dejan los seres que más amamos, o sienta miedo cuando vea que le llega la hora
de la enfermedad y de la muerte. Pero también, en medio del dolor y del
sufrimiento, el cristiano puede levantar los ojos y contemplar a Cristo, que
dio su vida por nosotros, que murió a nuestro lado, que nos rescató con su
Resurrección y nos espera con los brazos abiertos en la vida futura.
Cristo
nos dice: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 15). Por medio de la
muerte nosotros llegamos a la vida. No podemos estar en el Cielo si no dejamos
la vida terrena. Por lo tanto, es un paso necesario para llegar al Cielo. La
muerte a todos nos puede causar tristeza. Pero no nos puede abatir. ¡Cristo es
la respuesta a la vida y a la muerte!
-catholic.net
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