En estos días previos a la Semana Santa saltan a la
palestra mediática personajes destacados en la vida de Jesús. Muchos de ellos
volverán a desfilar por nuestras calles y plazas. Es interesante examinar el
trato tan exquisito que tuvo el Señor con las mujeres de su entorno. La primera
de ellas la Virgen María, que por su carácter de Madre se llevó la mejor parte
de su corazón. Pero había otras que fueron agraciadas con un trato muy
especial: la samaritana, la mujer sorprendida en adulterio, Marta y María, María
Magdalena, Verónica…
Nos fijamos hoy especialmente en María Magdalena, la
llamada mujer pecadora que lloró su mala vida a los pies de Jesús. A esta mujer
conversa se le han endosado actitudes falsas en relación con Jesús. En un
programa de TV pude escuchar que se piensa que ella era la esposa de Jesús. Y
para llegar a esa conclusión hicieron un estudio rocambolesco de la imagen de
la primera Piedad de Miguel Ángel que, vista en su conjunto nos ofrece la
silueta de un corazón, símbolo del amor de la mujer de la imagen (¡María
Magdalena!) a ese Jesús que tenía en sus brazos, y que en genial escultor
expresó artísticamente en su famoso grupo escultórico. Y que Leonardo da Vinci
lo insinúa esta relación amorosa, en su cuadro sobre la última Cena, en la que algunos
confunden a San Juan Evangelista sentado a la derecha de Jesús con esta mujer.
Y siguen los ideólogos de género lanzando torpes bulos. Y es que puestos a
inventar para llamar la atención, las mentes retorcidas son capaces de todo.
Todo es sexualidad sin lugar para el amor espiritual.
TRAIGO AQUÍ UN BREVE COMENTARIO DE JUAN CHAPA QUE NOS
PUEDE DAR LUZ SOBRE EL TEMA:
De los evangelios se desprende que María Magdalena
sentía un gran amor por Jesús. Había sido librada por él de siete demonios, le
seguía como discípula, le asistía con sus bienes (Lc 8,2-3) y estuvo con María,
la Madre de Jesús, y las otras mujeres cuando Jesús fue crucificado (Mc
15,40-41 y par.). Fue, según los evangelios, la primera a la que se le apareció
Jesús después de la resurrección, tras buscarlo con lágrimas (Jn 20,11-18). De
ahí la veneración que ha tenido en la Iglesia como testigo del resucitado. (Ver
la pregunta ¿Quién era María Magdalena?). De estos pasajes no se puede deducir
ni que fue una pecadora, ni mucho menos que fue la mujer de Jesús.
Los que sostienen esto último acuden al testimonio de
algunos evangelios apócrifos. Todos ellos, quizá con la excepción de un núcleo
del Evangelio de Tomás, son posteriores a los evangelios canónicos y no tienen
carácter histórico, sino que son un instrumento para trasmitir enseñanzas
gnósticas. Según estas obras, que aunque lleven el nombre de evangelios no son
propiamente tales sino escritos con revelaciones secretas de Jesús a sus
discípulos después de la resurrección, Mariam (o Mariamne o Mariham; no aparece
el nombre de Magdalena salvo en unos pocos libros) es la que entiende mejor
esas revelaciones. Por eso es la preferida de Jesús y la que recibe una
revelación especial. La oposición que en algunos de estos textos (Evangelio de
Tomás, Diálogos del Salvador, Pistis Sophía, Evangelio de María) muestran los
apóstoles hacia ella por ser mujer refleja la consideración negativa que
algunos gnósticos tenían de lo femenino y la condición de María como discípula
importante. Sin embargo, algunos quieren ver en esta oposición un reflejo de la
postura de la Iglesia oficial de entonces, que estaría en contra del liderazgo
espiritual de la mujer que proponían estos grupos. Nada de esto es demostrable.
Esa oposición más bien puede entenderse como un conflicto de doctrinas: las de
Pedro y otros apóstoles frente a las que estos grupos gnósticos exponían en
nombre de Mariam. En cualquier caso, el hecho de que se recurra a María es una
forma de justificar sus planteamientos gnósticos.
En otros evangelios apócrifos, especialmente en el
Evangelio de Felipe, Mariam (esta vez citada también con el nombre de origen,
Magdalena) es modelo de gnóstico, precisamente por su feminidad. Ella es
símbolo espiritual de seguimiento de Cristo y de unión perfecta con él. En este
contexto se habla de un beso de Jesús con María (si es que el texto hay que
entenderlo realmente así), simbolizando esa unión, ya que mediante ese beso,
una especie de sacramento superior al bautismo y la eucaristía, el gnóstico se
engendraba a sí mismo como gnóstico. El tono de estos escritos está
absolutamente alejado de implicaciones sexuales. Por eso, ningún estudioso
serio entiende estos textos como un testimonio histórico de una relación sexual
entre Jesús y María Magdalena. Es muy triste que esta acusación, que no tiene
ningún fundamento histórico, ya que ni siquiera los cristianos de la época se
vieron obligados a polemizar para defenderse de ella, resurja cada cierto
tiempo como una gran novedad.
Juan Chapa
NOTA ACLARATORIA SOBRE LOS GNÓSTICOS:
El término “gnóstico” adquirió
sentido peyorativo cuando fue aplicado por los mismos Padres a ciertos herejes
que tuvieron notable relieve entre los siglos II y IV. El primero en
designarlos así fue San Ireneo que ve su origen en la herejía de Simón el
samaritano (Hch 8,9-24), y dice que sus seguidores se propagaron por
Alejandría, Asia Menor y Roma dando lugar a “una multitud de gnósticos que
emergen del suelo como si de hongos se tratara” (AdvHaer. I.29.1). De ellos,
continua diciendo San Ireneo, derivan los valentinianos que son a los que él
combate directamente. Explica tal abundancia y diversidad de sectas diciendo
que “la mayoría de sus fautores -en realidad, todos- quieren ser maestros; se
van de la secta que abrazaron y urden una enseñanza a partir de otra doctrina,
y luego a partir de ésta surge todavía otra, mas todos insisten en ser originales
y en haber hallado por sí mismos las doctrinas que de hecho se limitaron a
compaginar” (AdvHaer. 1.28.1).
Juan
García Inza
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