«No se puede tener todo, hay
cosas que no deben cambiarse»
«¿La familia
tradicional? Una moda que no pasa». Palabra de la pareja gay más famosa de la
moda italiana, Dolce & Gabbana.
Ambos hacen una defensa apasionada de la familia tradicional: «Nosotros, pareja gay, decimos no a las adopciones gay. Basta hijos de la química y úteros en alquiler. Los hijos deben tener un padre y una madre».
Uno, Domenico Dolce (Palermo, 1958) tiene la cabeza afeitada como un monje budista; el otro, Stefano Gabbana (Milán, 1962) es alto y delgado, como un penitente. La pareja de estilistas ha concedido una larga entrevista al semanario «Panorama» en la que rompen moldes y cuentan que gran parte de su éxito lo deben a quien los ha crecido, a la familia.
Dos historias de dos personajes self-made man: A los siete años, Dolce cosía pantalones en la sastrería de su padre en un pueblo perdido de la provincia de Palermo, Polizzi Generosa. Gabbana limpiaba suelos y baños en Milán, ayudando a la madre, que era portera.
«La familia no es una moda pasajera. En ella hay un sentido de pertenencia sobrenatural», explica Stefano Gabbana.
Le hace eco Domenico Dolce: «No hemos inventado nosotros la familia. La ha convertido en un icono la Sagrada Familia. Y no es cuestión de religión o estado social, no hay vuelta de hoja: tú naces y hay un padre y una madre. O al menos debería ser así. Por eso no me convencen los que yo llamo hijos de la química, niños sintéticos. Úteros en alquiler, semen elegido de un catálogo. Y luego vete a explicar a estos niños quién es la madre. Procrear debe ser un acto de amor. Hoy ni siquiera los psiquiatras están listos para afrontar los efectos de estas experimentaciones», concluye Dolce.
Frente a quienes defienden diversos modelos de familia, Stefano Gabbana, hace una observación basada en la cotidianidad que vive como estilista: «Es como en el Gattopardo (la novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa), todo debe cambiar para que todo siga igual. Todo ha quedado y sigue igual: las familias de entonces y las de hoy, las jóvenes modelos son con sus hijos exactamente como lo fueron sus madres, con los mismos miedos y las mismas angustias».
A la pregunta de si hubieran deseado ser padres, Gabbana responde que «sí, lo haría de inmediato», mientras Dolce explica sus límites: «Soy gay, no puedo tener un hijo. Creo que no se puede tener todo en la vida. Es también bello privarse de algo. La vida tiene un recorrido natural, hay cosas que no se deben modificar. Una de ellas es la familia».
Ambos hacen una defensa apasionada de la familia tradicional: «Nosotros, pareja gay, decimos no a las adopciones gay. Basta hijos de la química y úteros en alquiler. Los hijos deben tener un padre y una madre».
Uno, Domenico Dolce (Palermo, 1958) tiene la cabeza afeitada como un monje budista; el otro, Stefano Gabbana (Milán, 1962) es alto y delgado, como un penitente. La pareja de estilistas ha concedido una larga entrevista al semanario «Panorama» en la que rompen moldes y cuentan que gran parte de su éxito lo deben a quien los ha crecido, a la familia.
Dos historias de dos personajes self-made man: A los siete años, Dolce cosía pantalones en la sastrería de su padre en un pueblo perdido de la provincia de Palermo, Polizzi Generosa. Gabbana limpiaba suelos y baños en Milán, ayudando a la madre, que era portera.
«La familia no es una moda pasajera. En ella hay un sentido de pertenencia sobrenatural», explica Stefano Gabbana.
Le hace eco Domenico Dolce: «No hemos inventado nosotros la familia. La ha convertido en un icono la Sagrada Familia. Y no es cuestión de religión o estado social, no hay vuelta de hoja: tú naces y hay un padre y una madre. O al menos debería ser así. Por eso no me convencen los que yo llamo hijos de la química, niños sintéticos. Úteros en alquiler, semen elegido de un catálogo. Y luego vete a explicar a estos niños quién es la madre. Procrear debe ser un acto de amor. Hoy ni siquiera los psiquiatras están listos para afrontar los efectos de estas experimentaciones», concluye Dolce.
Frente a quienes defienden diversos modelos de familia, Stefano Gabbana, hace una observación basada en la cotidianidad que vive como estilista: «Es como en el Gattopardo (la novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa), todo debe cambiar para que todo siga igual. Todo ha quedado y sigue igual: las familias de entonces y las de hoy, las jóvenes modelos son con sus hijos exactamente como lo fueron sus madres, con los mismos miedos y las mismas angustias».
A la pregunta de si hubieran deseado ser padres, Gabbana responde que «sí, lo haría de inmediato», mientras Dolce explica sus límites: «Soy gay, no puedo tener un hijo. Creo que no se puede tener todo en la vida. Es también bello privarse de algo. La vida tiene un recorrido natural, hay cosas que no se deben modificar. Una de ellas es la familia».
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