Después
de cuantificar hace ya algún tiempo la presencia de María en el Corán (pinche aquí para conocer cuántas veces es mencionada
María en él), corresponde a partir de ahora describir un poco como
se sustancia dicha presencia en el libro santo de los musulmanes. Y bien, lo
que más llama la atención cuando se aborda el estudio de la María coránica, es que se trata de la
única protagonista femenina en el texto sagrado de los musulmanes que tiene
nombre propio: a lo largo de sus aleyas, el Corán se refiere a trece mujeres, y a ninguna de ellas, salvo a María, por su nombre.
A modo de ejemplo, refiérese el Corán a personas tan cercanas al Profeta como sus esposas, Aisha, la favorita (C. 24, 11-26), o Zaynab, (C. 33, 37-49); cita también a Fátima, su hija preferida de las cuatro que tuvo (C. 33, 33). Pues bien, a ninguna de las tres menciona por su nombre.
Entre los personajes neotestamentarios, la propia madre de María o la de Juan el Bautista son referidas en el Corán, una vez más sin nombre. Entre los veterotestamentarios, Eva, la primera mujer de la tierra, es presentada simplemente como “la esposa de Adán” (C. 7, 19) (pinche aquí si quiere saberlo todo sobre la figura de Eva en el Corán), y Sara, la primera creyente, apenas es llamada, en relación a Abraham, “su mujer” (C. 11, 71). “La Reina de Saba” (C. 27, 23), “la mujer de Lot” (C. 7, 83), “la mujer de Faraón” (C. 66, 11), son algunos otros entre los personajes femeninos que deambulan, sin nombre, por las páginas del Corán. Y ni que decir tiene que Alá se presenta como un hombre.
Entre las omisiones femeninas, dos llaman poderosamente la atención: la de Jadicha, primera esposa de Mahoma, la que tanto le apoya cuando comienza a tener apariciones del Arcángel Gabriel; y la de su madre, Amina, muerta cuando Mahoma tenía siete años de edad. Ninguna de ellas es mencionada ni con su nombre ni sin él. Y todo ello, aún a pesar de la igual dignidad que para Dios tendrán, el día del Juicio Final, hombres y mujeres:
“Al creyente, varón o hembra, que obre bien, le haremos ciertamente, que viva una vida buena y le retribuiremos, sí, con arreglo a sus mejores obras” (C. 16, 97).
Si bien, al final, la que mejor expresa la verdadera situación de la mujer en el Corán, es la propia madre de la Virgen, Ana, -a la que, como a tantas otras, el Corán se refiere sin citarla-, cuando al dar a luz a su hija María, lamenta haber tenido una niña en lugar de un niño. Y es que, como bien afirma, “un varón no es igual que una hembra” (C. 3, 36).
En definitiva, el Corán concede muy escasa presencia a la mujer entre sus protagonistas, inferior a la que conceden los textos de la Revelación anteriores a él mismo, el Viejo y el Nuevo Testamento. Todo ello, como ya se ha dicho, con una notable excepción, la de María, que se pasea por todo el texto coránico con una desenvoltura que la convierte en uno de sus personajes principales, no sólo como personaje independiente y con vida propia, sino también acompañando continuamente a su hijo.
Y sin más por hoy, me despido de Vds., deseándoles, como siempre, que hagan Vds. mucho bien y no reciban menos.
A modo de ejemplo, refiérese el Corán a personas tan cercanas al Profeta como sus esposas, Aisha, la favorita (C. 24, 11-26), o Zaynab, (C. 33, 37-49); cita también a Fátima, su hija preferida de las cuatro que tuvo (C. 33, 33). Pues bien, a ninguna de las tres menciona por su nombre.
Entre los personajes neotestamentarios, la propia madre de María o la de Juan el Bautista son referidas en el Corán, una vez más sin nombre. Entre los veterotestamentarios, Eva, la primera mujer de la tierra, es presentada simplemente como “la esposa de Adán” (C. 7, 19) (pinche aquí si quiere saberlo todo sobre la figura de Eva en el Corán), y Sara, la primera creyente, apenas es llamada, en relación a Abraham, “su mujer” (C. 11, 71). “La Reina de Saba” (C. 27, 23), “la mujer de Lot” (C. 7, 83), “la mujer de Faraón” (C. 66, 11), son algunos otros entre los personajes femeninos que deambulan, sin nombre, por las páginas del Corán. Y ni que decir tiene que Alá se presenta como un hombre.
Entre las omisiones femeninas, dos llaman poderosamente la atención: la de Jadicha, primera esposa de Mahoma, la que tanto le apoya cuando comienza a tener apariciones del Arcángel Gabriel; y la de su madre, Amina, muerta cuando Mahoma tenía siete años de edad. Ninguna de ellas es mencionada ni con su nombre ni sin él. Y todo ello, aún a pesar de la igual dignidad que para Dios tendrán, el día del Juicio Final, hombres y mujeres:
“Al creyente, varón o hembra, que obre bien, le haremos ciertamente, que viva una vida buena y le retribuiremos, sí, con arreglo a sus mejores obras” (C. 16, 97).
Si bien, al final, la que mejor expresa la verdadera situación de la mujer en el Corán, es la propia madre de la Virgen, Ana, -a la que, como a tantas otras, el Corán se refiere sin citarla-, cuando al dar a luz a su hija María, lamenta haber tenido una niña en lugar de un niño. Y es que, como bien afirma, “un varón no es igual que una hembra” (C. 3, 36).
En definitiva, el Corán concede muy escasa presencia a la mujer entre sus protagonistas, inferior a la que conceden los textos de la Revelación anteriores a él mismo, el Viejo y el Nuevo Testamento. Todo ello, como ya se ha dicho, con una notable excepción, la de María, que se pasea por todo el texto coránico con una desenvoltura que la convierte en uno de sus personajes principales, no sólo como personaje independiente y con vida propia, sino también acompañando continuamente a su hijo.
Y sin más por hoy, me despido de Vds., deseándoles, como siempre, que hagan Vds. mucho bien y no reciban menos.
Luis
Antequera
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