miércoles, 25 de febrero de 2015

MARÍA ÚNICO ACUEDUCTO DE LAS GRACIAS DIVINAS


En la Carta a los Hebreos…, podemos leer varios versículos que nos testifican a Cristo como cabeza de mediación haca Dios. Así en el capítulo 8 se nos dice: “6 Pero ahora, Cristo ha recibido un ministerio muy superior, porque es el mediador de una Alianza más excelente, fundada sobre promesas mejores.7 Porque si esta primera Alianza hubiera sido perfecta, no habría sido necesario sustituirla por otra”. (Hebr 8, 6-7). Y en el capítulo 9 se nos dice: “15 Por eso, Cristo es mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres, a fin de que, habiendo muerto para redención de los pecados cometidos en la primera Alianza, los que son llamados reciban la herencia eterna que ha sido prometida”. (Hebr 9,15) Ante estos dos textos cabe preguntarse. Pero, ¿Necesitamos un mediador ante el mismo Mediador?

Digamos, pues valientemente con San Bernardo, que: “... necesitamos un mediador ante el Mediador mismo y que María es la más capaz de cumplir este oficio de caridad. Por medio de ella vino Jesucristo a la tierra y por ella debemos nosotros de ir a su divino Hijo. Si tememos ir directamente a Jesucristo nuestro Dios a causa de su infinita grandeza y de nuestra pequeñez o pecados, imploremos con filial osadía la ayuda e intercesión de María, nuestra Madre”.

Nosotros necesitamos quien nos medie con Cristo y quien mejor que su propia Madre. Jesús es el fruto de María como lo dijo Isabel: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lc 1,42). Y el que quiere el fruto tiene que ir al árbol. El que quiere a Jesús debe de ir a María, y el que encuentra a María, también encuentra con toda certeza a Jesús a María. La mediación universal de María nuestra Madre celestial, sobre todas las gracias que Dios derrama sobre nosotros, no es aún un dogma pero tarde o temprano lo será.

Cuenta San Alfonso María de Ligorio: “Como Olofernes, para rendir la ciudad de Betulia, ordenó cortar el acueducto, así el demonio procura como puede hacer que el alma pierda la devoción a la Madre de Dios, porque una vez cegado este canal de la gracia, más fácilmente conquistará, el alma”. María es llamada el acueducto, porque “Nada quiso Dios que tuviéramos, que no pasase por manos de María”. Todas las gracias que recibimos sean grandes o pequeñas todas ellas las recibimos por intercesión de María nuestra Madre.

León XIII ratificó esta doctrina al decir que: “Por expresa voluntad de Dios, ningún bien es concedido sino es por María; y como nadie puede llegar al Padre sino por el Hijo, así generalmente nadie puede llegar a Jesús sino por María”. San Luís María Grignion de Montfort. Nos asegura que: “María es el medio más seguro, fácil, corto y perfecto para llegar a Jesucristo”. El gran consejo que San Bernardo daba a aquellos que dirigía a la perfección era este: “Si quieres ofrecer algo a Dios, procura presentarlo por las manos agradabilísimas y dignísimas de María, si no quieres ser rechazado”.

“Este fue con frecuencia el gran descubrimiento de muchos santos, el comprobar que con María se llega “Antes, más y mejor" a las metas sobrenaturales que nos habíamos propuesto. Ella es Madre nuestra, porque se puede decir que nos ha engendrado en el orden sobrenatural por disposición divina, cuando el Señor desde la cruz dijo: “Mujer, he ahí a tu hijo. Después dice al discípulo: He ahí a tu madre”. (Jn 19,26-27).

Tal como nos dice San Bernardo, Dios lo entregó todo a María, para que lo recibiéramos por medio de ella, pues nosotros somos indignos de recibirlo directamente de Él. Para San Agustín: “Toda la vida sobrenatural consiste para nosotros en convertirnos en Cristos, y es propiamente a la Santísima Virgen, y a ella sola, a quien se ha dado sobre la tierra el poder concebir a Cristo. Es, pues, por María, en María y de María como recibimos todos los bienes espirituales; es ella quien nos introduce, corredentora en la vida de Cristo. En ti, por ti y de ti por ti y de ti reconocemos en verdad que todo lo bueno que hemos recibido y hemos de recibir lo recibimos a través de ti”.

Según San Alfonso María de Ligorio que: “Dice Teófilo de Alejandría, que Jesús siente gran complacencia en que María ruegue por nosotros, porque las gracias que nos concede por medio de María, no solo las considera hechas a nosotros, sino como otorgadas a su propia Madre”. El santo anciano Simeón, había recibido de Dios la promesa de que no moriría sin ver nacido al Mesías (Lc 2,26). Pues esta misma gracia no la recibiría sino por medio de María.

Por lo que quien desea encontrar a Jesús no lo encontrará sino por medio de María. Vayamos a esta divina Madre si queremos encontrar a Jesús, y vayamos con plena confianza. “En la persona real humana y viva que es la Virgen Madre de Cristo, se encuentra toda la pobreza y toda la sabiduría de todos los santos. Todo llegó a ellos a través de ella y está en ella. La santidad de todos los santos es una participación en la santidad de María, porque en el orden que Dios ha establecido, quiere que todas las gracias lleguen a los hombres por medio de ella”. La intersección de la Virgen es mayor que la de todos los santos juntos, pues los demás santos nada obtienen sin Ella. La mediación de los santos depende de la de María, que es universal y siempre subordinada a la de su Hijo.

La iniciativa de celebrar la fiesta de María mediadora de todas las gracias, partió de Bélgica, y al papa Benedicto XV le correspondió el honor, de instituirla canónicamente. Se fijó la fiesta el día 31 de mayo, último del mes de María. La institución de esta fiesta no es una definición dogmática pero le prepara el camino, como la fiesta de la Inmaculada Concepción fue preludio para su definición dogmática”

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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