En la Carta a los Hebreos…, podemos leer varios versículos que nos
testifican a Cristo como cabeza de mediación haca Dios. Así en el capítulo 8 se
nos dice: “6 Pero ahora, Cristo ha recibido un
ministerio muy superior, porque es el mediador de una Alianza más excelente,
fundada sobre promesas mejores.7 Porque si esta primera Alianza hubiera sido
perfecta, no habría sido necesario sustituirla por otra”. (Hebr 8, 6-7). Y en el capítulo 9 se nos
dice: “15 Por
eso, Cristo es mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres, a fin de
que, habiendo muerto para redención de los pecados cometidos en la primera
Alianza, los que son llamados reciban la herencia eterna que ha sido
prometida”. (Hebr 9,15) Ante
estos dos textos cabe preguntarse. Pero, ¿Necesitamos un mediador ante el mismo
Mediador?
Digamos, pues valientemente con San Bernardo, que: “... necesitamos un mediador ante el
Mediador mismo y que María es la más capaz de cumplir este oficio de caridad.
Por medio de ella vino Jesucristo a la tierra y por ella debemos nosotros de ir
a su divino Hijo. Si tememos ir directamente a Jesucristo nuestro Dios a causa
de su infinita grandeza y de nuestra pequeñez o pecados, imploremos con filial
osadía la ayuda e intercesión de María, nuestra Madre”.
Nosotros necesitamos quien nos medie con Cristo y quien mejor que su
propia Madre. Jesús es el fruto de María como lo dijo Isabel: “Bendita tú
entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lc 1,42). Y el que quiere el fruto tiene que ir
al árbol. El que quiere a Jesús debe de ir a María, y el que encuentra a María,
también encuentra con toda certeza a Jesús a María. La mediación universal de
María nuestra Madre celestial, sobre todas las gracias que Dios derrama sobre
nosotros, no es aún un dogma pero tarde o temprano lo será.
Cuenta San Alfonso María de Ligorio: “Como Olofernes, para rendir la ciudad de Betulia, ordenó
cortar el acueducto, así el demonio procura como puede hacer que el alma pierda
la devoción a la Madre de Dios, porque una vez cegado este canal de la gracia,
más fácilmente conquistará, el alma”. María
es llamada el acueducto, porque “Nada quiso Dios
que tuviéramos, que no pasase por manos de María”. Todas las
gracias que recibimos sean grandes o pequeñas todas ellas las recibimos por
intercesión de María nuestra Madre.
León XIII ratificó esta doctrina al decir que: “Por expresa voluntad de Dios, ningún bien
es concedido sino es por María; y como nadie puede llegar al Padre sino por el
Hijo, así generalmente nadie puede llegar a Jesús sino por María”. San Luís María Grignion de Montfort. Nos asegura
que: “María es el medio más seguro,
fácil, corto y perfecto para llegar a Jesucristo”. El gran consejo que San
Bernardo daba a aquellos que dirigía a la perfección era este: “Si quieres ofrecer algo a Dios, procura
presentarlo por las manos agradabilísimas y dignísimas de María, si no quieres
ser rechazado”.
“Este fue con frecuencia el gran descubrimiento de muchos santos, el
comprobar que con María se llega “Antes,
más y mejor" a las metas sobrenaturales que nos habíamos propuesto.
Ella es Madre nuestra, porque se puede decir que nos ha engendrado en el orden
sobrenatural por disposición divina, cuando el Señor desde la cruz dijo: “Mujer, he ahí a
tu hijo. Después dice al discípulo: He ahí a tu madre”. (Jn 19,26-27).
Tal como nos dice San Bernardo, Dios lo entregó todo a María, para que
lo recibiéramos por medio de ella, pues nosotros somos indignos de recibirlo
directamente de Él. Para San Agustín: “Toda la vida sobrenatural consiste para
nosotros en convertirnos en Cristos, y es propiamente a la Santísima Virgen, y
a ella sola, a quien se ha dado sobre la tierra el poder concebir a Cristo. Es,
pues, por María, en María y de María como recibimos todos los bienes
espirituales; es ella quien nos introduce, corredentora en la vida de Cristo.
En ti, por ti y de ti por ti y de ti reconocemos en verdad que todo lo
bueno que hemos recibido y hemos de recibir lo recibimos a través de ti”.
Según San Alfonso María de Ligorio que: “Dice Teófilo de
Alejandría, que Jesús siente gran complacencia en que María ruegue por
nosotros, porque las gracias que nos concede por medio de María, no solo las
considera hechas a nosotros, sino como otorgadas a su propia Madre”. El santo anciano Simeón, había recibido de Dios
la promesa de que no moriría sin ver nacido al Mesías (Lc 2,26). Pues esta
misma gracia no la recibiría sino por medio de María.
Por lo que quien desea encontrar a Jesús no lo encontrará sino por medio
de María. Vayamos a esta divina Madre si queremos encontrar a Jesús, y vayamos
con plena confianza. “En la persona real humana y viva que es la Virgen Madre
de Cristo, se encuentra toda la pobreza y toda la sabiduría de todos los
santos. Todo llegó a ellos a través de ella y está en ella. La santidad de
todos los santos es una participación en la santidad de María, porque en el
orden que Dios ha establecido, quiere que todas las gracias lleguen a los
hombres por medio de ella”. La
intersección de la Virgen es mayor que la de todos los santos juntos, pues los
demás santos nada obtienen sin Ella. La mediación de los santos depende de la
de María, que es universal y siempre subordinada a la de su Hijo.
La iniciativa de celebrar la fiesta de María mediadora de todas las
gracias, partió de Bélgica, y al papa Benedicto XV le correspondió el honor, de
instituirla canónicamente. Se fijó la fiesta el día 31 de mayo, último del mes
de María. La institución de esta fiesta no es una definición dogmática pero le
prepara el camino, como la fiesta de la Inmaculada Concepción fue preludio para
su definición dogmática”
Mi más cordial saludo lector y el deseo de
que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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