Todos los
cristianos tenemos la esperanza de vivir eternamente, en presencia de Dios,
tras la muerte del cuerpo. Esta fue la alianza que Dios hizo con nosotros en el
comienzo de los tiempos y que reafirmo haciéndose hombre entre nosotros,
llevando consigo a la cruz todos nuestros pecados. Esta es la historia de la
salvación de la humanidad.
Puede
parecer lejana y abstracta. Pero, esta historia se repite en cada uno de
nosotros: es nuestra historia personal de salvación y podemos seguirla a través
de los sacramentos. Desde el bautizo hasta la unción de los enfermos cada uno
de estos misterios de fe va marcando nuestras etapas vitales al tiempo que
recibimos las gracias para afrontarlas. Los sacramentos van acompañados de
signos visibles y de ritos que marcan nuestra historia personal; son signos de
nuestro crecimiento en la fe; de nuestro acercamiento a Cristo.
En los
sacramentos se inaugura nuestra alianza con Dios, se fortalece, se alimenta, se
limpia, se amplia y se ratifica. Al mismo tiempo Dios se hace visible para
nosotros en forma se signo, nos acoge, nos alimenta, nos perdona, nos da
sabiduría y fortaleza; establece con nosotros una alianza personal y única que,
a través de los sacramentos, nos permitirá alcanzar la vida eterna.
No es
casual que el Papa Francisco haya dedicado la primera audiencia general de 2014
al bautismo. Ni que anunciara una serie de catequesis sobre los sacramentos. Un
tema central de la nuestra fe que conviene no tomar a la ligera. Aprovechando
esta coyuntura, en encuentra.com dedicamos las últimas semanas de enero a los
sacramentos: verdadero itinerario de nuestra fe y recorrido por la nuestra
propia historia de salvación.
José A. Pérez
Robleda
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