Qué duda
cabe que el Papa ha dado sabrosos titulares con motivo de su viaje a Filipinas.
Primero aquel “puñetazo” a Gasbarri, ahora esas madres que paren “como
conejos”… No le tiene miedo Francisco a la prensa, y antes al contrario, se lo
ve desenvuelto y a gusto con ella.
Su formato de comunicación preferido parece ser el de las ruedas de prensa semi-improvisadas a bordo de un avión, lugar en el que muchos nos sentimos muy lejos de la tierra y él, en cambio, tan cerca del cielo.
No es la primera vez que un Papa aprovecha el tiempo de un vuelo, -siempre pesado aunque se esté tan “vicino a Dio”-, para hacer pequeñas declaraciones que casi siempre han sido de cortesía, de saludo, y a decir verdad, de poco más, muy escasas de verdadero contenido. Para verter contenido, como sí hace Francisco, los papas han venido prefiriendo durante siglos, durante milenios, el formato “homilía” y no digamos, el formato “encíclica”, cuyas características de sobra son conocidas: documentos muy trabajados, muy reflexionados, no siempre divertidos pero casi siempre, ¡o siempre!, densos de contenido, donde ¡qué duda cabe! no sólo trabaja el Papa, a quién seguramente sólo esté reservada su estructura inicial y su lectura final, y cuya elaboración requiere de muchísimas manos, de más horas de trabajo, y de más horas aún, si cabe, para el reposo, de reposo en un cajón, de reposo y de digestión en tantas mentes, empezando por la pontificia. ¡Cuántas encíclicas, cuántas homilías, no se habrán quedado en esos cajones, durmiendo para siempre el sueño de los justos! Y hasta una de esas trabajadas y reflexionadísimas homilías que sí salió, en cambio, del armario, representó para ese hombre preciso y rigurosísimo que fue –y es- el Papa Emérito Benedicto XVI, severísimos quebraderos de cabeza.
El formato por el que apuesta Francisco es arriesgado. Un vuelo es agotador, el espacio es pequeño e improvisado, los periodistas (esos lobos) son muchos y están muy apretados, cabe pensar que los hay de muchas tendencias, unos mejor intencionados y otros peor, el interpelado tiene poco tiempo para meditar las preguntas, está muy condicionado por el estrecho ambiente, la mirada de todos se le clavan en los ojos, las grabadoras le esperan, las cámaras amenazan con sus ojos grandes de cristal… y siempre puede sobrevenir una turbulencia ¿a que sí? Hay que ser muy valiente, la verdad…
Francisco se expresa en italiano, un italiano que habla bien, de algo le habría de valer ser Papa y apellidarse Bergoglio, aunque a nadie debe ocultársele que procede de un país donde los italodescendentes rara vez son, además, italoparlantes: el argentino es la manera en la que los italianos hablan el español(1).
Al Papa italodescendente hispanoparlante se le ve buscar la palabra con denuedo; se ve, a veces, que incluso no la encuentra; y a veces, que hasta la yerra... ¡como si la infalibilidad papal sólo se expresara en latín! Conocí una vez a un sueco cuya empresa le había delegado en Francia. Era un gran vendedor y hablaba un horrible francés aunque muy desenvuelto, el cual le servía, de todos modos, para presentar su producto de manera muy divertida. Al tratar del precio se pasaba al inglés. Le decían los astutos franceses que tenían que comprárselo: “¿Y por qué deja ahora Monsieur de hablarnos en francés, con lo bien que lo habla?”. Pero él, con la misma desenvoltura y no menor astucia, respondía: “Porque Monsieur ahora les va a hablar del precio, y Monsieur quiere que Vd. y yo pasemos por las mismas tribulaciones”.
Francisco tiene gancho con los pobres y los más desvalidos de la Iglesia, algo de lo que debemos felicitarnos todos los católicos. Francisco vive un idilio con la prensa, algo que nos debe producir no menor satisfacción a cuántos le queremos.
La prensa es caprichosa, la prensa es veleidosa, no se casa con nadie, no le guarda fidelidad a nadie. Siente una especial satisfacción en medirse con el fuerte cuando éste ofrece un punto débil. Le gusta sacar punta a las palabras y prefiere jugar con ellas que con las ideas. Pero sobre todo, y como sabe todo periodista desde que ha tenido ocasión de desvirgarse con su primero, no permite jamás que una mala noticia le arruine un buen titular.
Y bien amigos, esto es todo por hoy: que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
(1) Un chiste que me contaron en Argentina dice que en “italiano de Argentina” llaman “jamone per la nena” a lo que en italiano de Italia “prosciutto per la ragazza”.
Su formato de comunicación preferido parece ser el de las ruedas de prensa semi-improvisadas a bordo de un avión, lugar en el que muchos nos sentimos muy lejos de la tierra y él, en cambio, tan cerca del cielo.
No es la primera vez que un Papa aprovecha el tiempo de un vuelo, -siempre pesado aunque se esté tan “vicino a Dio”-, para hacer pequeñas declaraciones que casi siempre han sido de cortesía, de saludo, y a decir verdad, de poco más, muy escasas de verdadero contenido. Para verter contenido, como sí hace Francisco, los papas han venido prefiriendo durante siglos, durante milenios, el formato “homilía” y no digamos, el formato “encíclica”, cuyas características de sobra son conocidas: documentos muy trabajados, muy reflexionados, no siempre divertidos pero casi siempre, ¡o siempre!, densos de contenido, donde ¡qué duda cabe! no sólo trabaja el Papa, a quién seguramente sólo esté reservada su estructura inicial y su lectura final, y cuya elaboración requiere de muchísimas manos, de más horas de trabajo, y de más horas aún, si cabe, para el reposo, de reposo en un cajón, de reposo y de digestión en tantas mentes, empezando por la pontificia. ¡Cuántas encíclicas, cuántas homilías, no se habrán quedado en esos cajones, durmiendo para siempre el sueño de los justos! Y hasta una de esas trabajadas y reflexionadísimas homilías que sí salió, en cambio, del armario, representó para ese hombre preciso y rigurosísimo que fue –y es- el Papa Emérito Benedicto XVI, severísimos quebraderos de cabeza.
El formato por el que apuesta Francisco es arriesgado. Un vuelo es agotador, el espacio es pequeño e improvisado, los periodistas (esos lobos) son muchos y están muy apretados, cabe pensar que los hay de muchas tendencias, unos mejor intencionados y otros peor, el interpelado tiene poco tiempo para meditar las preguntas, está muy condicionado por el estrecho ambiente, la mirada de todos se le clavan en los ojos, las grabadoras le esperan, las cámaras amenazan con sus ojos grandes de cristal… y siempre puede sobrevenir una turbulencia ¿a que sí? Hay que ser muy valiente, la verdad…
Francisco se expresa en italiano, un italiano que habla bien, de algo le habría de valer ser Papa y apellidarse Bergoglio, aunque a nadie debe ocultársele que procede de un país donde los italodescendentes rara vez son, además, italoparlantes: el argentino es la manera en la que los italianos hablan el español(1).
Al Papa italodescendente hispanoparlante se le ve buscar la palabra con denuedo; se ve, a veces, que incluso no la encuentra; y a veces, que hasta la yerra... ¡como si la infalibilidad papal sólo se expresara en latín! Conocí una vez a un sueco cuya empresa le había delegado en Francia. Era un gran vendedor y hablaba un horrible francés aunque muy desenvuelto, el cual le servía, de todos modos, para presentar su producto de manera muy divertida. Al tratar del precio se pasaba al inglés. Le decían los astutos franceses que tenían que comprárselo: “¿Y por qué deja ahora Monsieur de hablarnos en francés, con lo bien que lo habla?”. Pero él, con la misma desenvoltura y no menor astucia, respondía: “Porque Monsieur ahora les va a hablar del precio, y Monsieur quiere que Vd. y yo pasemos por las mismas tribulaciones”.
Francisco tiene gancho con los pobres y los más desvalidos de la Iglesia, algo de lo que debemos felicitarnos todos los católicos. Francisco vive un idilio con la prensa, algo que nos debe producir no menor satisfacción a cuántos le queremos.
La prensa es caprichosa, la prensa es veleidosa, no se casa con nadie, no le guarda fidelidad a nadie. Siente una especial satisfacción en medirse con el fuerte cuando éste ofrece un punto débil. Le gusta sacar punta a las palabras y prefiere jugar con ellas que con las ideas. Pero sobre todo, y como sabe todo periodista desde que ha tenido ocasión de desvirgarse con su primero, no permite jamás que una mala noticia le arruine un buen titular.
Y bien amigos, esto es todo por hoy: que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
(1) Un chiste que me contaron en Argentina dice que en “italiano de Argentina” llaman “jamone per la nena” a lo que en italiano de Italia “prosciutto per la ragazza”.
Luis
Antequera
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