Aquella enseñanza que nace del diálogo entre el Evangelio y la vida
económico-social de los pueblos
Por: Arzobispo Ramón Benito de La Rosa y Carpio | Fuente: www.cscv.info
La doctrina social de la Iglesia es aquella enseñanza que nace del diálogo entre el Evangelio y la vida económico social de los pueblos.
Por: Arzobispo Ramón Benito de La Rosa y Carpio | Fuente: www.cscv.info
La doctrina social de la Iglesia es aquella enseñanza que nace del diálogo entre el Evangelio y la vida económico social de los pueblos.
Esa doctrina busca iluminar las realidades terrenas y en ella se apoyan
los pastores de la Iglesia Católica para orientar en estas materias.
La doctrina social de la Iglesia tiene como centro la dignidad de la
persona humana y busca en todo momento defenderla y dar principios que ayuden a
su crecimiento, a su desarrollo.
Hay siete principios, siete criterios que son muy claros y yo quisiera
recordarlos hoy, como de un golpe. Son ellos los ejes claves de esta doctrina y
son los ejes también para poder ayudar a todo ser humano a crecer,
desarrollarse y progresar, como debe ser. Esos siete principios son los
siguientes:
1. El principio del bien común.
2. El destino universal de los bienes.
3. El principio de subsidiaridad.
4. El principio de participación.
5. El principio de solidaridad.
6. El principio de los valores, fundamentalmente estos cuatro: la verdad, la libertad, la justicia, el amor.
7. Finalmente, este último, el amor, es el valor principal, porque ha de ser el que dé UNIDAD a los demás valores.
2. El destino universal de los bienes.
3. El principio de subsidiaridad.
4. El principio de participación.
5. El principio de solidaridad.
6. El principio de los valores, fundamentalmente estos cuatro: la verdad, la libertad, la justicia, el amor.
7. Finalmente, este último, el amor, es el valor principal, porque ha de ser el que dé UNIDAD a los demás valores.
Los vemos así en su conjunto porque nos iluminan; pero yo quisiera
volver la mirada sobre cada uno de ellos. Pero recordemos que para la doctrina
de la Iglesia, la enseñanza de la Iglesia, para Jesucristo, como también para
todo lo que es la filosofía humanista, lo principal es la persona humana, su
dignidad; y todo lo demás ha de converger a la ayuda, al apoyo, al progreso de
todo ser humano y de todos los seres humanos.
1. EL BIEN COMÚN: El principio o el criterio del bien común es un principio fundamental
en lo que es la vida humana y en lo que son las relaciones de los seres
humanos. Para la doctrina social de la Iglesia el principio del bien común es
el primero de todos los principios: todos los bienes que existen son bienes
para todos los seres humanos.
La concepción es clara: Dios creó todo lo que existe para todos los
seres humanos, no para una sola persona. De ahí que el principio del bien común
quiere mirar no solamente a un individuo sino a todos los individuos, no a una
persona sino a todas las personas.
Por eso, este principio del bien común es una tarea que nos compete a
todos, y de ahí que los bienes que existen sobre la tierra han de llegar a
todos los seres humanos. Para nosotros, es un criterio que tiene que estar
siempre claro y es el criterio que se exige en la conducción de la vida
política; por eso, un político es aquel que debe trabajar el bien común y
colige con ese principio cuando busca sus propios intereses, sus propios bienes
o el bien particular; y los bienes que hay en una nación, si los miramos bien,
son para todos y por eso se busca que haya una igualdad en la repartición de
los bienes.
Reflexionar una y otra vez sobre el bien común nos coloca y nos sitúa en
un principio clave en el desarrollo y en el progreso de todo ser humano y de
todos los seres humanos.
2. EL DESTINO UNIVERSAL DE LOS BIENES: El principio del bien común que guía la
doctrina social de la Iglesia va muy unido al principio del destino universal
de los bienes. Este principio nos recuerda a nosotros que todo cuanto existe
tiene una dimensión universal. Nosotros hablamos del derecho de propiedad.
El derecho de propiedad privada también tiene su sentido. La propiedad
privada ayuda a que las personas puedan tener un mínimo de espacio para vivir,
para que se respete su libertad; sin embargo, cuando la propiedad privada se
excede y viola el principio universal de los bienes, entonces, la propiedad
privada ha de estar sujeta a lo que es este principio universal de los bienes.
El Papa Juan Pablo II repetía que: “Sobre toda propiedad privada, hay una hipoteca
de los bienes que han de llegar a todos”.
Y ese llegar a todos es llegar a todo ser humano y a todos los seres
humanos y nosotros hemos de repetirlo continuamente: Dios creó todas las cosas,
no para un grupo, sino para todos. De tal manera es así, que hay que buscar
caminos para una justa distribución de los bienes y de las riquezas, sean éstas
las que sean.
3. LA SUBSIDIARIDAD: En la búsqueda del progreso y el desarrollo de toda persona humana, de
todo ser humano, de su dignidad, hay un principio que no se tiene muchas veces
en cuenta y que hay que recordarlo también con frecuencia y volver el
pensamiento y la mirada hacia él. Es el principio de la subsidiaridad, palabra
que no es fácil de pronunciar, pero que es sumamente importante. Nosotros los seres
humanos debemos producir lo que nosotros debemos producir. Cada ser humano
tiene una responsabilidad, ante sí mismo y ante los demás, como cada grupo,
como cada sociedad, pero hay limitaciones que nosotros tenemos, y es ahí donde
se necesita el apoyo subsidiario.
Venir en apoyo de las familias que no pueden alcanzar las metas que
deben alcanzar, de los individuos, de las personas, de los grupos, sean estos
los que sean. Por eso, el Estado tiene la responsabilidad de cuidar, de velar
para que cada uno de nosotros haga lo que tenga que hacer, pero que podamos
recibir también el apoyo en aquello que nosotros no podamos hacer. Ese
principio de subsidiaridad ayuda a que los pueblos puedan progresar y los
grupos puedan avanzar. Y esto hay que decirlo no solamente a nivel nacional,
hay que decirlo, también, a nivel universal: nos hemos de acompañar mutuamente
los pueblos, y aunque esto no lo pidiera Dios, ni lo pidiera la doctrina social
de la Iglesia, lo pide el sentido común y lo pide la razón. Se ha de apoyar a
todo aquel que no puede dar todo lo que él quisiera o pudiera dar.
4. LA PARTICIPACIÓN: Otro principio claro en la doctrina social de la Iglesia es el
principio de la participación. Es un tema sobre el que nosotros volvemos una y
otra vez. La participación, como algo inherente al ser humano, hace parte de
nuestra existencia.
Nosotros queremos participar y esa participación nos hace mostrar a
nosotros un deber, el deber que tenemos todos los seres humanos de participar
en la vida, en el desarrollo, en el progreso de los pueblos.
Por eso, una persona que no participa en los gastos de un pueblo, con
sus impuestos, es una persona que no está cumpliendo con su deber. Una persona
que no participa en las elecciones, por ejemplo, es una persona que se siente
limitada en lo que es su derecho de participar en la elección de aquellos que
lo dirigen. Esta dimensión de la participación muestra un derecho, pero también
muestra un deber. Derecho y deber, el derecho de participar y el deber de
participar. Por eso, cuando las personas no pueden participar todo lo que
pueden en la vida nacional, se sienten limitadas.
Las dictaduras limitan la participación, pero también la participación
se vuelve un desorden cuando no es regulada.
Volvamos una y otra vez la mente sobre la participación, sobre nuestro
deber de participar en la vida familiar, en la vida social, en la vida del
barrio, en la vida nacional, en la vida internacional. Pensemos en la
participación, como un derecho y un deber.
5. LA SOLIDARIDAD: La solidaridad es uno de los grandes principios, o si se quiere, uno
de los grandes valores que más se trata en el mundo de hoy. Hemos venido muchas
veces sobre esta temática y hay que volver continuamente sobre ella. La
solidaridad nos esta mostrando a nosotros como la humanidad es una y cómo tiene
que apoyarse mutuamente. La solidaridad que nos mueve a nosotros a vernos como
sólidos en uno nos indica que los pueblos no pueden existir si no son
solidarios entre sí y que la humanidad también es así, y esto se ve de una
manera muy clara en las crisis y en los problemas. Somos solidarios, hemos de
ser solidarios, queramos o no queramos, pero hemos de hacerlo de manera
consciente.
Los países más ricos tienen necesidad de ser solidarios con los demás y
los Países pobres también han de tomar conciencia sobre esto. El Amazonas no
pertenece ya a Brasil o a los países del Cono Sur, es un bien de toda la
humanidad, porque lo que pasa allí afecta a la humanidad. Somos solidarios, y
los seres humanos somos como un racimo de guineos: o caminamos juntos o
nosotros perecemos, pero hemos de estar juntos. El principio, el criterio, el
valor de la solidaridad es temática sobre la que hay que pensar y volver una y
otra vez porque no solamente se ha de esperar solidaridad de los demás, sino
que cada uno de nosotros ha de poner su granito de arena en el camino y en la
construcción de un mundo solidario.
6. VALORES FUNDAMENTALES: El tema de los valores está sobre el tapete. Es un tema sobre el que
hemos de volver una y otra vez, y podemos preguntarnos sobre los muchos valores
que hay, y podemos enumerar decenas de valores: ¿cuáles son los fundamentales?,
¿cuáles son los más importantes, aquellos necesarios para que funcione una
sociedad y que son clave también para el progreso de los pueblos?
Los cuatro grandes valores son estos: La verdad, la libertad, la
justicia y el amor.
Y me voy a referir ahora a los tres primeros porque el amor, que nos une
a los demás, necesita un tratamiento especial.
La verdad: sin la verdad ningún pueblo podrá avanzar. Jesucristo decía, y es lema del pueblo dominicano: “Conocerán la verdad y la verdad los hará libres”.
La verdad: sin la verdad ningún pueblo podrá avanzar. Jesucristo decía, y es lema del pueblo dominicano: “Conocerán la verdad y la verdad los hará libres”.
La verdad y la libertad: la libertad, que nosotros los dominicanos
disfrutamos después de tantas dictaduras, se torna también en desorden y en
libertinaje cuando no la sabemos usar. La libertad se manifiesta en la
democracia, pero necesitamos de una libertad sabiamente usada. Por eso, volver
la mente y la mirada sobre la libertad, es clave, y sobretodo en estos tiempos
en las que disfrutamos de la libertad, para no volver a las dictaduras, pero
tampoco para que la libertad se vuelva para nosotros un enemigo. Y la dimensión
de la justicia: si quieres la paz, trabaja por la justicia. Si nosotros
queremos guardar las relaciones como debe ser, es clave y fundamental, ¿quién
lo puede negar? el valor de la justicia.
Sabemos que tenemos muchos desórdenes cuando impera la mentira, el
libertinaje y la injusticia. Por eso, en la doctrina social de la Iglesia esos
tres valores son fundamentales y clave para la vida de cualquier sociedad.
7. LA VÍA DEL AMOR: Podemos hablar y tocar temáticas como esta: el bien común, el destino
universal de los bienes, la participación, la solidaridad, los valores de la
verdad, la justicia y la libertad. Pero tenemos que decir que el vínculo que
une todo esto es el amor. Sin amor, nosotros no podremos llegar a eso que
deseamos: a una mayor distribución de las riquezas, a un mundo donde impere la
verdad, la justicia, la libertad; donde los bienes realmente sean comunes,
donde se busque el bien común.
No podemos pedirles a los políticos que se preocupen de buscar los
intereses del pueblo dominicano y no sus propios intereses, si ellos no tienen
amor. Se lo podemos pedir en nombre de la justicia, en nombre del respeto a los
demás; el amor es necesario para todo ello. Podemos pedirle a un juez que haga
la justicia, pero si ese juez no respeta a la persona humana, si ese juez no
ama al ser humano y no ama a los dominicanos, será injusto. Los valores que
nosotros necesitamos poner en práctica, y son necesarios todos, necesitan un
fundamento, un guía, que es el amor. Por eso, el progreso de los pueblos, el
bienestar de los pueblos, la mejor distribución de las riquezas, todo aquello
que nosotros deseamos no se dará en efecto y en verdad, si los seres humanos
son egoístas. De ahí que el camino del amor, la vía del amor, es y seguirá
siendo el camino del desarrollo de los pueblos, del respeto a las personas y de
los derechos humanos.
*Tomado de “Un Momento”, artículos breves que Monseñor publica
diariamente en TV, Radio y la Prensa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario