Se me ocurría la siguiente historia ficticia: que el hijo único de Kim
Jong-un tuviera problemas demoniacos; y tras intentar solucionar todo por sus
propios medios, el dictador mandara buscar un experto en el extranjero. Y que
finalmente, de un modo secreto pero oficial, se le pidiera a un sacerdote
católico que se desplazara a ese país para atender a esa persona cercana al
Jefe de Estado. Y que en ese proceso que durara meses pudiera charlar con el
dictador, acabara compartiendo mesa y que el dictador fuera cambiando poco a
poco. Es una historia ficticia, pero es un ejemplo de como una sola persona
puede cambiar todo un país. Como la influencia de una sola persona, puede
cambiar radicalmente la vida de millones de personas.
P.
FORTEA
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