LOS ESTIGMAS
La palabra estigma proviene del latín ‘stigma’ e identifica las señales
o marcas que aparecen en el cuerpo de algunas personas. Estas heridas son
similares a las que infligieron a Jesús durante la crucifixión, y muchas de
ellas aparecen en las mismas partes del cuerpo donde las recibió el Señor.
Las diversas confesiones cristianas consideran que pueden ser de origen
sobrenatural, bien un don de Dios o incluso una intervención diabólica. También
algunos estigmas pueden ser causados por el mismo sujeto que las porta, ya sea
intencionalmente o incluso por razones de índole psicosomática; en este último
caso cuando la persona en cuestión es tan religiosa que su cuerpo
espontáneamente desarrolla heridas parecidas a las de los estigmas, como
reacción a sus procesos mentales de auto convicción. En este estudio veremos
ejemplos de cada uno de estos casos.
La gran mayoría de estigmatizados pertenecen a la Iglesia católica (un
77.88%), la cual considera dichos estigmas como auténticos y don divino cuando
han sido verificados fehacientemente, tanto si son estigmas visibles como si
no, sangrientos o no, permanentes o no. Los estigmas invisibles, según la
Iglesia Católica, pueden producir tanto dolor como los visibles.
La Iglesia católica establece unos criterios por los que se guía para
verificar si los estigmas son auténticos y, por lo tanto, don divino: Las
llagas deben estar localizadas en los lugares de las cinco llagas de Cristo;
esto no puede deberse ni por histeria ni por hipnotismo. Los estigmas no deben
infectarse. Deben aparecer en el cuerpo mientras la persona está en éxtasis.
Las llagas no pueden ceder ante ningún tratamiento médico. Los estigmas deben
sangrar copiosamente y por largos períodos. Estarán acompañados por fuertes
dolores, tanto físicos como morales. La falta de dolor es una mala señal que
pone en duda la autenticidad de los estigmas porque, de ser auténticos, son
participación de los sufrimientos de Cristo y no se pueden explicar por
causantes naturales.
La Iglesia no canoniza a nadie únicamente por estar estigmatizado, sino
sólo a aquellos que practican la virtud heroicamente con un gran amor a la
humildad y a la Cruz.
El tipo de heridas refleja su correspondencia con la Pasión de Jesús a
través de las siguientes señales: Heridas en las manos y/o en las muñecas,
semejantes a las causadas por clavos o estacas. Heridas en los pies, semejantes
también a las causadas por clavos o estacas. Heridas en la cabeza, semejantes a
las provocadas por la Corona de espinas. Heridas en la espalda, semejantes a
las del látigo en la Flagelación. Herida en un costado, semejante a la causada
por una lanza.
Es de destacar el hecho de que dichas heridas son similares a las
mostradas en la iconografía cristiana tradicional. Así, muchos estigmatizados
suelen tener marcas en las palmas de las manos y no en el antebrazo, punto
donde se clavaban los clavos a los crucificados.
Solamente se han encontrado los restos de una sola víctima de
crucifixión del siglo I; las de un hombre llamado Jehohanan, quien tenía un
raspón en el extremo inferior del radio derecho, lo cual indica que un clavo
había penetrado entre el radio y el cúbito. Es interesante notar que se había
introducido un clavo a través de los huesos del talón de un costado, lo cual
indica que a Jehohanan le habían forzado a adoptar algo así como una posición
de costado, bastante diferente a la imagen familiar de Jesús en el arte
cristiano (Wilson, 1979, 50, illus. Fol. P. 128).
PERFIL DEL ESTIGMATIZADO
Cuando se habla acerca del fenómeno de la estigmatización la mayoría de
personas identifican a los estigmatizados como miembros de la Iglesia católica
y pertenecientes a alguna Orden religiosa. Sin embargo las estadísticas al
respecto nos muestran datos muy curiosos.
Si partimos de la base de los 321 casos conocidos y demostrados, podemos
elaborar las siguientes estadísticas:
Hombres 41 12.77% sobre el total Mujeres 280 87.23% sobre el total
Dominicos 109 22.96% sobre el total Franciscanos 102 31.78% sobre el
total
Religiosos 211 65.73% sobre el total Laicos 110 34.27% sobre el total
Canonizados 63 19.63% sobre el total
Muchos estigmatizados, como Francisco de Asís, parecen haber tenido una
juventud que podría definirse como notablemente mundana antes de su convencimiento
del llamado de Dios. Además es característico de la mayoría de estigmatizados
el padecimiento de una variedad de síntomas que van de lo místico a lo
histérico.
Como ejemplo de lo anterior podemos mencionar a Margerite Parigot,
conocida como Margarita del Bendito Sacramento (1619-1648), quien fue presa de
devastadores ataques claramente diabólicos, mientras que Anna María Castreca
(1670-1736) se lanzaba violentamente por el cuarto y su lenguaje y
comportamiento volvían a ser los de una niña. Unos pocos estigmatizados
recibieron supuestamente apariciones fantasmales con desórdenes atribuidos a
espíritus ruidosos con travesuras de adolescentes, como en los casos de Johann
Jetzer (1483-1515) y Teresa Helma Higginson (1844-1905).
La enfermedad es otra característica frecuente. Santa Liduvina
(1380-1433) tenía tantas supuestas enfermedades que era una especie de museo
patológico. También Therese Neumann (1898-1962) experimentó períodos de
convulsiones, ceguera, sordera, mutismo, parálisis, etc., efectos que parecen
haberse debido a hipocondría histérica, y los supuestos malestares evadían el
diagnóstico. Dadas así las cosas, un investigador (Schnabel, 1993) notó los
paralelos entre los estigmas y el Síndrome de Munchaussen, que es un trastorno
emocional en que se finge o provoca enfermedades.
Aún así, otros estigmatizados a menudo caían en estado de éxtasis debido
al trance que surge del fervor religioso. Después de Francisco de Asís, quien
recibió los estigmas a partir de una visión de la Crucifixión de Jesús,
vinieron otros como Passitea Crogi (1564-1615) quien, en el Domingo de Ramos de
1589 cayó en éxtasis y después describió una visión de Cristo golpeado y
sangrante. Otros que afirmaron haber recibido sus estigmas como consecuencia de
visiones espirituales fueron Johann Jetzer (1483-1515), Therese Neumann
(1898-1962) y James Bruse (vive en la actualidad).
Un gran número de estigmatizados fue bendecido con otros fenómenos
sobrenaturales, incluidos los poderes de profecía, sanación, levitación (efecto
por el que el cuerpo se halla estable en el aire), bilocación (estar en dos
lugares al mismo tiempo) e inedia (habilidad de abandonar la ingestión de
alimentos). Un ejemplo de inedia lo tenemos en Ángela de Foligno (1250-1309)
quien estuvo doce años sin comer. Después de muertos se descubrió que los
cuerpos de algunos estigmatizados eran incorruptibles ya que no habían entrado
en descomposición. Además la sangre de las heridas estigmáticas de Passitea
Crogi (1564-1615), preservada en frascos, vuelve a licuarse en ocasiones.
Entre otros que pasaron de mundanos a austeros, además del conocido
Francisco de Asís, podemos incluir a Ángela de Foligno (1250-1309), quien se
casó y tuvo varios hijos pero los perdió a todos después del fallecimiento de
su esposo. Después de vender todas sus posesiones donó a los pobres el dinero
recaudado y pasó a integrar la Tercera Orden Franciscana. Otro ejemplo es el de
Catalina de Génova (1447-1510) quien se casó a los 16 años, pasó diez años de
su vida en búsqueda de placer hedonista y luego, junto con su marido, consagró
su vida a la atención de enfermos en un hospital local.
Un ejemplo más reciente es el del sacerdote James Bruse (Virginia, Usa)
quien antes de su ordenación sacerdotal fue incluido en el Libro Guiness de
Records Mundiales en 1978 por haber andado en la montaña rusa durante cinco
días seguidos. Se ordenó como sacerdote católico al año siguiente per más tarde
advirtió que había caído en la rutina. Entonces vinieron una serie de sucesos
dramáticos entre 1991 y 1992 en los cuales no sólo experimentó los estigmas,
sino que descubrió estatus que lloraban en su presencia. Actualmente el Rev.
James Bruse está adscrito a la Parroquia de San Francisco de Sales, en
Kilmarnock, Virginia, Usa.
La existencia de los estigmas está tan bien fundamentada históricamente
que, por regla general, ya ni siquiera la cuestionan los no creyentes, quienes
ya solamente buscan darles una explicación natural.
La vida de los estigmatizados es una larga cadena de dolores que nacen
de la divina enfermedad de los estigmas y que sólo concluyen con la muerte.
Pero se trata también de una experiencia de alegría junto al dolor. El Señor es
siempre el que toma la iniciativa en los casos de estigmas que no son causados
humanamente. Los estigmatizados consideran estos como una inmensa gracia de la
que no se sienten dignos. De hecho le piden al Señor que se la quite pues no se
sienten dignos de ella.
Conforme avanzaba el siglo XIII empezaron a proliferar los casos de
estigmas. En los cien años posteriores a la muerte de Francisco de Asís hubo
más de veinte casos y la tendencia continuó en los siglos subsiguientes. Más de
un tercio provenía de Italia y el resto mayormente de Francia, España y
Portugal, lo cual demuestra que los países católicos apostólicos romanos, en su
mayoría con influencia latina y mediterránea, han predominado en la historia de
los estigmas.
Sin embargo, el registro de estigmatizados del siglo XX muestra un
cambio en el patrón. Italia predominó un poco menos y se informaron de casos en
Gran Bretaña, Australia y Estados Unidos. En este último país hubo el caso de
una niña afroamericana de diez años, de nombre Cloretta Robinson, perteneciente
a la Iglesia Bautista en West Oakland, California, Usa, (aún viva) así como
otros tres anglicanos.
RAZONAMIENTOS Y EXPLICACIONES
Muchas y muy diversas explicaciones se han dado acerca de casos de
personas estigmatizadas. Algunos médicos, tanto católicos como librepensadores,
han sostenido que las heridas pueden haber sido causadas de modo enteramente
natural por la sola acción de la imaginación, aunada a emociones muy vivas y
profundas. En una persona profundamente impresionada por los sufrimientos de
Jesús y llena de un gran amor por El, esa preocupación actuaría físicamente
reproduciendo en la persona las llagas de Cristo. Ello no disminuiría en modo
alguno el mérito que esas personas tienen por aceptar la prueba, pero su causa
no sería sobrenatural.
Nunca nadie ha afirmado que la imaginación puede producir heridas en un
sujeto normal, aunque es cierto que dicha facultad puede actuar ligeramente en
el cuerpo. En otras palabras, la imaginación puede acelerar o retardar las
corrientes nerviosas, pero no hay constancia de su acción sobre los tejidos. El
asunto se torna aún más difícil en individuos de condición anormal, como es en
el éxtasis o la hipnosis y, a pesar de los números intentos, el hipnotismo no
ha producido resultados claros. A lo mucho, y en casos extremadamente raros, ha
inducido cierta exudación o un sudor más o menos coloreado, lo cual no
constituye mas que una muy imperfecta imitación. Aún más, no se ha dado
explicación alguna para tres factores presentes en los estigmas de los santos:
Los médicos no logran curar las heridas con ningún medicamento.
A diferencia de las heridas naturales de cierta duración, las de los
estigmatizados no emiten olores fétidos. Hay una sola excepción conocida: Santa
Rita de Casia (1386-1456) había recibido en su frente una herida causada por
una espina arrancada de la Corona de Jesús. Aunque su olor era insoportable, la
herida nunca supuró ni causó ninguna alteración mórbida de los tejidos.
A veces las heridas emitían aromas exquisitos, como en los casos de Sor
Juana Inés de la Cruz (1648-1695) y Lucía de Narni (1476-1547).
Para resumir, sólo hay un modo de probar científicamente que la
imaginación o la autosugestión pueden causar los estigmas. Para ello en vez de
hipótesis deben producirse hechos análogos en el orden natural; o sea, heridas
no relacionadas con una idea religiosa. Hasta ahora, nunca ha ocurrido esto.
En lo tocante al flujo de sangre se ha objetado que sí se han dado casos
de sudor sanguíneo, pero se ha demostrado que fueron originados por
enfermedades específicas y no por causas morales. Más aún, se ha probado a
través de exámenes microscópicos que el líquido rojo que se exuda no es sangre.
Su color se debe a una sustancia particular y no procede de ninguna herida,
sino que se debe a una dilatación de los poros de la piel.
Otra explicación de tales fenómenos es que los pacientes se causan
heridas a sí mismos durante ataques de sonambulismo.
LA EVOLUCIÓN DEL FENÓMENO DE
LOS ESTIGMAS
Después de la crucifixión de Jesús alrededor del año 30, los estigmas
tardarían casi doce siglos en aparecer. Sin embargo existe una críptica
referencia bíblica de Pablo de Tarso en Gálatas 6:17 cuando dice: “llevo sobre
mi cuerpo las señales de Jesús”, aunque muchos estudiosos consideran que Pablo
hablaba en forma figurada. Nos damos cuenta de ello cuando en la Segunda de
Corintios 4:10 el mismo Pablo nos aclara: “llevamos siempre en nuestros cuerpos
por todas partes la muerte de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se
manifieste en nuestro cuerpo”. Este versículo da más la impresión de que Pablo
se refiere a los tormentos que sufrió por parte de judíos y romanos, que a los
estigmas de Cristo en sí mismos, lo cual nos confirma en Segunda de Corintios
11:24-25: “tres veces fui azotado con varas; una vez lapidado; tres veces
naufragué; un día y una noche en altamar”.
A pesar de que un gran porcentaje de creyentes considera que el primer
estigmatizado fue Francisco de Asís (1181-1226), en realidad el primer caso en
la historia es el de la beata María de Oignies (1177-1213) quien, por ser poco
conocida en su época y de escasa relevancia pública, pasó prácticamente
inadvertida. Ella recibió los estigmas en su cuerpo doce años antes que
Francisco de Asís.
María de Oignies pertenecía a las beguinas, una asociación de mujeres
contemplativas y activas que dedicaron su vida al cuidado de los enfermos y a
los necesitados. Trabajaban para mantenerse y eran libres de dejar la
asociación en cualquier momento para casarse.
La segunda persona en recibir los estigmas fue efectivamente Francisco
de Asís (1181-1226), cuyos estigmas eran de una clase que no se ha vuelto a ver
posteriormente: en las heridas de las manos y de los pies se hallaban
raspaduras de carne en forma de clavos. Los de un lado tenían cabezas redondas
y las del otro tenían puntas largas que se doblaban para arañar la piel. La humildad
de Francisco no pudo impedir que muchos de sus hermanos en la Orden hayan sido
testigos, con sus propios ojos, de la existencia de tales heridas.
A lo largo de los ocho siglos transcurridos desde la aparición del
primer caso de estigmatización, ha habido muchos ocurridos a personajes tan
conocidos como Catalina de Ricci (1522-1589), Margarita de Cortona (1247-1297),
Catalina de Siena (1347-1380), Rita de Casia (1386-1456), Juan de Dios
(1495-1550) o, más recientemente, Pío de Pietrelcina (1887-1968) y Faustina
Kowalska (1905-1938).
Pero muchos otros han transcurrido de manera anónima para la gran
mayoría de personas, como es el caso de Marthe Robin (1902-1987), quien se dio
a conocer después de que el escritor francés Jean Guitton escribiera la
experiencia de Marthe en su libro El viaje inmóvil. O María de Moerl
(1812-1868) quien recibió los estigmas a la edad de 22 años y todos los jueves
y viernes sus estigmas derramaban sangre muy clara, gota a gota, que permanecía
seca los demás días. Y Luisa Lateau (1850-1883), quien desde sus 17 años se
dedicó a atender a los enfermos de cólera de su parroquia, quienes habían sido
abandonados por la mayoría de la población.
FALSAS ESTIGMATIZACIONES
Pero también hubo casos de falsos estigmatizados, quienes generalmente
actuaban en búsqueda de fama y notoriedad, tanto en siglos pasados como en el
actual. Entre ellos podemos destacar el de Magdalena de la Cruz (1487-1560),
abadesa del convento de Santa Isabel de Córdoba, España, quien admitió su
propio fraude.
Magdalena, natural de Aguilar y mujer religiosa con renombre de
santidad, se hizo célebre en toda España después de haber pronosticado la
victoria en la Batalla de Pavía (1525) y la prisión de Francisco I de Francia.
Isabel de Portugal, esposa de Carlos I de España, vistió a su primogénito
Felipe II, futuro rey de España, con el hábito de la abadesa. Magdalena de la
Cruz compareció a solas ante la Inquisición en solemne auto de fe celebrado el
día 3 de mayo de 1546 y confesó haber simulado un sinnúmero de arrobamientos y
milagros. Los inquisidores de Córdoba le conmutaron la pena de muerte en la
hoguera y optaron por recluirla de por vida en un convento de Andújar hasta su
muerte, ocurrida en 1560.
Otro caso de falsa estigmatización ocurrió en el caso de María de la Visitación
(1556-1587), conocida como la monja santa de Lisboa, quien fue acusada por otra
monja cuando la vió pintándose una herida falsa en la mano. María de la
Visitación fue llevada ante la Inquisición, donde le lavaron las heridas y la
coloración desapareció.
Un nuevo fraude se presentó en el caso de Paula María Matarelli en 1556,
quien no sólo exhibió los estigmas, sino que además milagrosamente hizo
aparecer hostias en su lengua. El Papa Pío IX la acusó de fraude en forma
privada y declaró que tenía la prueba en el cajón de su escritorio, y agregó el
Papa: “Ha engañado a toda una multitud de almas pías y crédulas”.
Una condenación más pública aún aguardaba a Gigliola Giorgini
(1933-1984), desacreditada por las autoridades de la Iglesia Católica en 1984,
cuando una corte italiana la condenó por fraude. Parecido ocurrió con el laico
italiano Giorgio Bongiovanni (1971).
La autenticidad de algunos estigmas puede cuestionarse a la luz del
carácter y del comportamiento de la persona. Por ejemplo, Teresa Higginson
(1844-1905), una estigmatizada inglesa, fue despedida como maestra por
acusaciones de robo, embriaguez y conducta impropia. Y Berthe Mrazek, una
artista de circo nacida en Bruselas, quien se convirtió en estigmatizada.
Primero fue considerada con seriedad, pero las dudas llegaron en 1924 cuando
fue arrestada por fraude e internada en un hospital psiquiátrico.
Se debe considerar a otros estigmatizados a la luz de su propensión al
autocastigo y a la automutilación, incluyendo a la masoquista del siglo XIII
Lukardis de Oberweimar (1276-1309) quien, antes de exhibir los estigmas, tenía
el hábito de clavarse las uñas en las palmas de las manos. Otro caso de fraude
fue el de Benedetta Carlini, (1590-1661) también conocida como la monja
lesbiana, nació dentro de una familia acomodada en Toscana, durante el
Renacimiento italiano. Entró en un convento a los nueve años, y a los 23
comenzó a tener visiones de la Virgen María y de ángeles guardianes. A causa de
estas visiones, que eran de naturaleza religiosa y erótica, Sor Benedetta fue
elegida abadesa del Convento en 1619. Estuvo en el cargo sólo hasta 1623, ya
que comenzó a levantar sospechas debido a que afirmaba tener contacto directo
con Cristo. Después de investigar el caso, las autoridades de la iglesia determinaron
que había mentido acerca de sus visiones y estigmas, y además descubrieron
evidencias de que Sor Benedetta había mantenido relaciones lésbicas con otra
monja, Bartolomea, por lo que fue condenada a 35 años de prisión, una pena
pequeña para la época, debido a que se consideró que había sido engañada por el
diablo. La historiadora Judith C. Brown sacó a la luz el caso de Sor Benedetta,
el primero de lesbianismo documentado en Occidente, con su libro Actos impuros,
publicado en 1980.
UN CASO RECIENTE DE
ESTIGMATIZACIÓN
En el año 1999 el programa Señales de Dios, de la cadena Fox, difundió
los supuestos milagros de la boliviana Katya Rivas, en cuyo repertorio no sólo
hubo estigmas, sino también la producción de un inusual estado delta en un EGG,
o sea, la escritura automática en idiomas que ella aducía no conocer, y un
centelleo de luz multicolor en una imagen de la Virgen de Guadalupe que había
en su hogar. El show fue conducido por el periodista australiano Michael
Willesee quien durante un accidente aéreo en 1998, volvió a abrazar la fe
católica.
Katya Rivas sostuvo que había recibido un mensaje de Jesús en el que le
decía que aunque ella no fuera a producir estigmas para el Viernes Santo, como
se esperaba, la paciencia sería recompensada. Un mensaje posterior anunció que
la estigmatización completa tendría lugar al día siguiente del Corpus Cristi.
La noche anterior al día en que debían aparecer los estigmas, Katya dio una
muestra de su sangre como control porque se especulaba que la sangre de los
estigmas podía no ser la suya.
Llegado el momento señalado, se invitó a los espectadores a un evento
que tenía toda la apariencia de haber sido organizado de antemano. Katya fue
acostada de manera que las sábanas le proporcionaban un amplio escondite.
Ningún médico estaba presente. Michael Willesee, el presentador de Fox, hizo un
examen superficial de los pies y las manos de Katya Rivas y se refirió a las
cicatrices de los estigmas anteriores. Estas se veían en sus pies pero no
estaba muy claro si también había marcas anteriores en las manos.
Durante el sufrimiento, real o fingido, Katya exhibió primero marcas
similares a pinchazos y sangrado en la frente, como causados por una corona de
espinas, aunque al parecer no en los costados o en la parte posterior de la cabeza,
lo cual sugería que las marcas eran sólo para el espectáculo. Luego se vio una
marca rosada en la palma de la mano izquierda, seguida por una cruz diminuta en
el dorso de la mano que, inicialmente, no tenía sangre. Luego surgieron heridas
sangrientas en ambos lados de las manos y de los pies. Willesee usó algodones
para obtener muestras de sangre para el análisis. Nunca apareció ninguna herida
lateral ni tampoco hubo otras marcas de la Crucifixión. Al final de la
experiencia, Katya exhibió los paroxismos de una agonía mortal imitativa a la
Crucifixión de Jesús.
Las heridas de Katya Rivas nunca se mostraron en el momento de su
surgimiento espontáneo; en cambio se fueron mostrando en imágenes sucesivas después
de cada aparición, como ocurría en el caso de ser auto infringidas durante los
momentos de ocultamiento. Entre otros elementos sospechosos estaba la
discrepancia entre heridas de entrada y de salida, ya que las del pie izquierdo
no estaban alineadas. Además, las de las palmas de las manos y las de las
plantas de los pies eran, hasta donde podía verse, sólo manchas de sangre.
Más aún, no se podía distinguir que tales heridas no parecían puntazos,
sino más bien cortes múltiples, incluida la cruz en el dorso de la mano
izquierda y una serie de cuchilladas encima de cada pie. Los últimos estaban
curiosamente en pares, como si hubieran sido causados por un instrumento de
doble filo, parecido al anillo de bordes filosos en forma de cáliz, que Katya
Rivas tenía puesto durante el evento.
Supuestamente, sólo 24 horas más tarde, la cámara grabó a Willesee
inspeccionando las heridas de Katya. Al parecer las de las palmas de las malos
y las de las plantas de los pies habían desaparecido completamente y las marcas
que permanecían parecían estar en un avanzado estado de cicatrización. Willesee
destacó el hecho como algo notable, aunque otra interpretación es que la
desaparición de algunas heridas indicaba que nunca habían ocurrido, y que la
mayoría de las marcas, sino todas, eran viejos cortes de los estigmas
previamente falsificados.
Un elemento genuino del asunto fue la sangre misma que según se probó
con un análisis de ADN, provenía de Katya Rivas. Desafortunadamente para
Willesee, quien insistió en que la sangre podría ser de Cristo en forma parcial
o total, se probó que la sangre era de Katya únicamente.
CONCLUSIÓN
Definitivamente hay muchos casos de personas divinamente estigmatizadas
y otras que a través de la ciencia se ha demostrado su falsedad.
Asimismo existen otros casos aún no confirmados en cuanto a su
autenticidad y que siguen en revisión, principalmente en aquellos casos
correspondientes al siglo XX. Como un ejemplo podemos citar los siguientes
casos de estigmatización:
Zlatko Sudac (Croacia)
Ethel Chapman (Inglaterra)
Heather Woods (Inglaterra)
Gladys Herminia Quiroga de la
Motta (Argentina)
Julia Kim (Corea)
Vincenzo Fullone (Italia)
Jane Hunt (Inglaterra)
(anglicana)
James Bruse (Usa)
Eleonora Zugum (Rumanía)
George Marasco (Usa)
Marta Rosemberg (Argentina)
Robinson (Usa) (bautista)
Marthe Robin (Francia)
Ida Peedeman (Holanda)
Agustín
Fabra
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