miércoles, 28 de enero de 2015

DEL PSICÓLOGO ITALIANO SANCIONADO POR AYUDAR A UN HOMOSEXUAL


Vds. conocen bien la noticia porque este mismo medio, Religión en Libertad, se ha hecho eco de ella hace apenas unos días (pinche aquí para conocerla en detalle). El Dr. Paolo Zucconi, italiano como su nombre indica, especializado en psicoterapia cognitiva del comportamiento, con siete especializaciones universitarias y tres masters, autor de varios ensayos, profesor de la materia a la que ha dedicado su vida, ha sido sancionado por el Colegio de Psicólogos de Lombardía a tres meses de inhabilitación por comentar en una web métodos para dejar de ser homosexual.

Vaya por delante que las líneas que me dispongo a escribir no suponen el menor juicio de valor sobre las conductas homosexuales ni sobre las personas que las practican, y por lo tanto, no pueden ser tachadas de homófobas. Sólo pretenden llamar la atención sobre el verdadero atentado que con dicha sanción comete un sistema, una sociedad, que dice tener la libertad, la democracia, la tolerancia y la convivencia entre sus objetivos fundamentales.

El Dr. Zucconi ha comentado y aportado su opinión sobre unos métodos para dejar de ser una cosa, homosexual, para pasar a ser otra, heterosexual, con lo que, según se sostiene, ha faltado el respeto a un determinado colectivo de personas. Siendo eso así, que un médico o cualquier otro profesional relacionado con el tema proponga métodos para, por ejemplo, dejar de ser gordo para pasar a ser delgado… ¿representa también una falta de respeto para los gordos? Y si el profesional en cuestión propusiera lo contrario, ¿estaría faltando a los delgados? En base a la sanción impuesta al Dr. Zucconi, ¿debemos imponer una sanción a quien pone un gimnasio y nos propone que engrosemos la lista de las personas que están en forma para dejar de ser personas que no lo están?

Continúo: ¿representa también una ofensa o un insulto para las mujeres o representa alguna forma de feminifobia, que algunos médicos del mundo realicen operaciones para convertir (en la medida en que hoy día es posible, bastante limitada por cierto) a las mujeres en hombres? O a sensu contrario, ¿representa una ofensa para los hombres que esos mismos médicos realicen operaciones para convertir a los hombres en mujeres? ¿Cómo se explica que “semejante insulto a hombres y mujeres” no sólo sea legal en muchos países del mundo, sino que en varios, entre los cuales el nuestro, sean financiados por la seguridad social?

A más, a más, y para terminar: si en vez de proponer o comentar un método destinado a dejar de ser homosexual para pasar a ser heterosexual, el Dr. Zucconi hubiera comentado un método para “conocer” la homosexualidad, e incluso, al límite, destinado a lo contrario, esto es, a dejar de ser heterosexual para pasar a ser homosexual… ¿se habría atrevido el Colegio de Lombardía a sancionarle, no ya de la misma manera, sino simplemente “de alguna manera”?

Pues bien, la explicación a todas estas preguntas existe: no se pretende en realidad, -no lo pretenden los que lo apoyan ni tampoco las leyes que se están aprobando-, la igualdad jurídica y social de homosexuales y heterosexuales: se pretende –pretenden- que la homosexualidad y los homosexuales estén por encima, en una especie de revancha histórica y en una manifestación más de ese concepto absolutamente tóxico del pensamiento actual y letal para la convivencia que representa el infumable oxímoron en que consiste la mal llamada “discriminación positiva”, la cual amenaza con acabar con los logros de siglos y siglos de lucha por la democracia y por la igualdad de todos los seres humanos, colocando, al albur de las modas pasajeras, del grado de organización alcanzado por determinados colectivos consagrados en poderosos lobbies, o de los intereses de los gobernantes de cada momento, a unos grupos de personas –en este caso los homosexuales, pero no sólo- por encima de otros.

De momento, ya tenemos castigado a quien propone métodos para dejar de ser homosexual y pasar a ser heterosexual. El siguiente paso consistirá en castigar no sólo a quien propone el método, sino también a quien lo lleva (o lo quiere llevar) a la práctica, a saber, el homosexual que, por la razón que sea, quiere dejar de serlo para ser (o volver a ser) heterosexual, convirtiendo así la homosexualidad en un camino de dirección única, y lo que es peor, sin retorno. A Vds. les puede parecer un ejercicio de historia ficción, pero más parecía hace apenas una década ¡apenas una década!, que un psicólogo pudiera ser sancionado por proveer caminos para abandonar la homosexualidad. ¡El homosexual tiene derecho a querer dejar de serlo! ¡por lo menos tanto como un heterosexual a querer ser homosexual! Y si alguien está en situación de ayudarle, no puede ser castigado por hacerlo.

Como les digo al principio, yo no alerto a Vds. sobre las bondades o peligros de ser homosexual o heterosexual: ¡allá cada cual con sus preferencias sexuales! Yo alerto a Vds. sobre el verdadero atentado que hechos como el presente representan para la tolerancia, para la libertad, para la democracia y, finalmente, para la convivencia (también la de los homosexuales). Y les voy a decir más: atentados como el presente no van a redundar en la causa que verdaderamente nos debería interesar y en la que dicen estar interesados algunos, la integración definitiva y completa de los homosexuales en la sociedad, sino más bien a lo contrario, esto es, a convertir el de los homosexuales en un colectivo temible y peligroso, y en consecuencia, extraño y lejano como en los peores tiempos de la homofobia. Aunque eso, probablemente, poco interese a los dirigentes del lobby que supuestamente defiende su causa, mucho más interesados en obtener cuotas de poder a corto plazo y notoriedad que en la causa que dicen defender.

Y sin más queridos amigos, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Mañana más, se lo prometo.

Luis Antequera

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