Durante la Misa matutina
celebrada en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco invitó a practicar en este
tiempo de Adviento una “teología de rodillas”, para con corazón sencillo poder
conocer a Jesús, quien no vino como un general del ejército o un gobernante
potente, sino “como un brote”, un vástago humilde y manso que “ha venido para
los humildes, para los mansos, a traer la salvación a los enfermos, a los
pobres, a los oprimidos”.
Los ojos de un pobre son más
aptos para ver a Cristo y, a través de Él, vislumbrar el perfil de Dios, afirmó
el Papa y señaló que quienes pretendan sondear este misterio con los recursos
de su propia inteligencia primero deben ponerse “de rodillas”, en actitud de
humildad, de lo contrario “no entenderán nada”.
Francisco reafirmó la verdad y la
paradoja del misterio de la Buena Nueva: el Reino de su Padre pertenece a los
“pobres de espíritu”. La reflexión del Papa siguió la huella del Evangelio de
Lucas propuesta por la liturgia, en el punto en el que Cristo alaba y da
gracias a su Padre porque ha decidido revelarse a quien para la sociedad no
cuenta nada y a quien, tal vez cuenta, pero sabe hacerse “pequeño” en el alma.
“Él nos hace conocer al Padre,
nos hace conocer esta vida interior que Él tiene. Y ¿a quién revela esto el
Padre? ¿A quién da esta gracia? ‘Te alabo, oh Padre, Señor del Cielo y de la
Tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los doctos y las has
revelado a los pequeños’. Sólo aquellos que tienen el corazón como los
pequeños, que son capaces de recibir esta revelación, el corazón humilde,
manso, que siente la necesidad de rezar, de abrirse a Dios, se siente pobre;
solamente aquel que va adelante con la primera Bienaventuranza: los pobres de
espíritu”, recordó.
Por tanto, aseguró que la pobreza
es la dote privilegiada para abrir la puerta del misterio de Dios, una dote que
a veces puede faltar precisamente en quien a este misterio dedica una vida de
estudios.
“Tantos pueden conocer la
ciencia, la teología también, ¡tantos! Pero si no hacen esta teología de
rodillas, o sea humildemente, como pequeños, no entenderán nada. Nos dirán
tantas cosas, pero no comprenderán nada. Sólo esta pobreza es capaz de recibir
la Revelación que el Padre da a través de Jesús, a través de Jesús. Y Jesús
viene, no como un capitán, un general de ejército, un gobernante potente, no,
no. Viene como un brote”.
“Así lo hemos escuchado en la
Primera Lectura: ‘En aquel día, un retoño brotará del tronco de Jesé. Él es un
vástago: es humilde, es manso, y ha venido para los humildes, para los mansos,
a traer la salvación a los enfermos, a los pobres, a los oprimidos”, afirmó.
El Santo Padre explicó que Jesús
es el primero de los marginados llegando incluso a considerar “un valor no
negociable ser igual a Dios”. “La grandeza del misterio de Dios”, repitió, se
conoce solamente “en el misterio de Jesús y el misterio de Jesús es
precisamente el misterio del abajarse, del aniquilarse, del humillarse” que
“trae la salvación a los pobres, a aquellos que son aniquilados por tantas
enfermedades, pecados y situaciones difíciles”. “Fuera de este marco no se
puede entender el misterio de Jesús”.
“Pidamos al Señor, en este tiempo
de Adviento, que nos acerquemos más, más, más a su misterio y que lo hagamos
por el camino que Él quiere que hagamos: el camino de la humildad, el camino de
la mansedumbre, el camino de la pobreza, el camino de sentirnos pecadores. Así
Él viene a salvarnos, a liberarnos. Que el Señor nos dé esta gracia”, concluyó.
- aciprensa.com
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