miércoles, 10 de diciembre de 2014

ORACIÓN A LA INMACULADA


Que ellos aprendan de Ti, modelo insuperable de contemplación y ejemplo admirable de interioridad fecunda, gozosa y enriquecedora, la enseñanza para no separar nunca la acción de la contemplación.

El pasado lunes, antes de ayer, celebramos la fiesta de María Inmaculada, Patrona de España: Ella es la figura anticipada y el retrato permanente de su Hijo, en Ella Dios ha grabado su imagen y nos ha mostrado cual es su proyecto para los hombres. En María, en la escuela de María, la que es siempre Virgen, toda santa, Inmaculada, fiel esclava del Señor aprendemos a ser cristianos, aprendemos a vivir el verdadero ser hombres. Los cristianos tenemos el gozoso deber de mostrar a María para que los demás vean y comprendan la grandeza, la belleza, la felicidad de ser cristianos. Responsabilidad y dicha de los cristianos es mostrar la singular belleza de María en una vida, la nuestra, que refl eje esta imagen que es maría. ¡Dios quiera que comprendamos esto, que lo vivamos, que lo ofrezcamos a las gentes de nuestra España actual que tan necesitada está, y que vive con frecuencia tan grandes desconciertos y zarandeos.

En esta colaboración semanal en LA RAZÓN, permítanme que me dirija a la Inmaculada, nuestra Patrona, presentándole las súplicas que seguidamente evoco. Virgen Inmaculada, Madre comprensiva y fuerte, venimos a Ti para que nos obtengas que los hombres, renunciando alodio, se abran al perdón recíproco, a la solidaridad constructiva y a la paz. Vela sobre la gran familia eclesial, purifícala, renuévala y fortalécela, para que todos los creyentes, como verdaderos discípulos de tu Hijo, caminen en la luz de su presencia. Fortalece la fe de los débiles, alimenta la fe de los que viven con vigor el seguimiento de tu Hijo, como fi eles discípulos suyos. Que esta amada Iglesia que peregrina en España, «reme mar adentro» hacia la santidad, que constituye la condición decisiva para todo apostolado fecundo. Estrella de la nueva evangelización, impúlsanos y acompáñanos tras los pasos de una pastoral incansablemente misionera, con un programa único y decisivo: anunciar a Cristo, Redentor del hombre. Que la misión se convierta en testimonio diario de cada sellado con el sacramento, que los hijos caminen por el camino de la fe, que reciban la fe de sus padres y la aprendan a vivir en el seno familiar como aprenden a hablar en ese seno, que caminen por los caminos del bien y de la libertad verdadera, que los ancianos se sientan rodeados de atenciones y afecto. Tú, María, Madre toda santa e inmaculada, llena de gracia y de verdad, muéstrate como res, cercana y comprensiva, y sé nuestra Maestra para llegar al conocimiento de la verdad a través de la escucha de la Palabra divina y de la contemplación del rostro de tu Hijo. Que los jóvenes, formen parte de tu escuela, «la escuela de María».

Que ellos aprendan de Ti, modelo insuperable de contemplación y ejemplo admirable de interioridad fecunda, gozosa y enriquecedora, la enseñanza para no separar nunca la acción de la contemplación, y que contribuyan así a hacer realidad un gran sueño: el nacimiento de la nueva sociedad española del espíritu, fi el a sus raíces cristianas, consciente de estar llamada a ser faro de civilización y estímulo de progreso para el mundo. Suscita en tantos corazones jóvenes respuestas radicales a la llamada a la misión. Madre Inmaculada, que haces de la Iglesia fecunda en hijos, apoya nuestra solicitud incesante por las vocaciones al sacerdocio, a la vida consagrada y a la acción misionera; que gracias a una intensa pastoral vocacional, la diócesis de Toledo, Toledo capital, sea rica, muy rica, surjan nuevas fuerzas juveniles, unos jóvenes nuevos con la novedad del Evangelio, entregados con entusiasmo al anuncio del Evangelio en nuestras tierras y en el mundo, entregados con esperanza y ardor a hacer surgir una nueva humanidad, hecha de hombres y mujeres nuevos, una nueva civilización del amor, constructora de paz, basada en la justicia y la verdad, manifestación de misericordia.

Santa María, Madre de Dios, inmaculada y toda santa, bendita entre todas las mujeres, ruega por nosotros, ruega por España en esta situación difícil que atraviesa y que encuentre su camino de verdad, de justicia, de unidad verdadera y sólida que trae paz y es garantía de progreso. Ruega por nosotros, concebida sin pecado, y ruega por la humanidad presa de tantos males, que sufre miseria e injusticia, violencia y odio, terrores y guerras. Concédenos días de paz, vela sobre nuestro camino. Haz que contemplemos a tu Hijo, llenos de alegría en el cielo.
© La Razón

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