Se ha celebrado en Roma un
coloquio internacional sobre la complementariedad del hombre y la mujer
organizado por la Congregación de la Doctrina de la Fe.
No es un asunto baladí. Supone
reflexionar sobre un tema clave de la realidad existencial de ser hombre y ser mujer. La admisión de
las dos palabras, sin acompañamientos adjetivos, representa una provocación
para ciertos progresismos. En el fondo de muchas propuestas educativas subyace
una concepción de que ser hombre y ser mujer es algo cultural. Yo puedo elegir
ser hombre o ser mujer. La educación para la ciudadanía tenía este soporte.
Admitir la complementariedad es
admitir la realidad del hombre y de la mujer como dos entidades valiosas aunque
necesitadas mutuamente. Por eso la define con acierto: <>:
es una palabra preciosa, con múltiples matices. Se puede referir a diversas
situaciones en las que un elemento completa al otro o lo suple en una de sus
carencias. Sin embargo, complementariedad es mucho más que esto. Los cristianos
encuentran su significado en la primera carta de san Pablo a los Corintios,
donde el apóstol dice que el Espíritu ha dado a cada uno dones diversos, de
modo que, como los miembros del cuerpo humano se complementan para el bien de
todo el organismo, los bienes de cada uno contribuyan al bien de todos.
Reflexionar sobre la complementariedad no es más que meditar sobre las armonías
dinámicas que están en el centro de toda la creación. Esta es la palabra clave:
armonía. El creador hizo todas las complementariedades para que el Espíritu
Santo, que es el autor de la armonía, construya esta armonía”.
Esta complementariedad se expresa
en la familia. Allí comenzamos a apreciar nuestros dones y los de los demás. Incluidas
las tensiones respectivas. La familia es también el ámbito donde se resuelven
las tensiones.
Sería necio que concibiéramos la
complementariedad como algo estático. Cada hombre y mujer tiene un cúmulo de
posibilidades que ejercita en cada circunstancia concreta. “Cuando hablamos
de complementariedad entre el hombre y la mujer en este contexto, no debemos
confundir tal término con la idea superficial de que todos los papeles y las
relaciones de ambos sexos están encerrados en un modelo único y estático. La
complementariedad asume muchas formas, porque cada hombre y cada mujer da su
propia aportación personal al matrimonio y a la educación de los hijos. La
propia riqueza personal, el propio carisma personal y la complementariedad se
convierte así en una gran riqueza. Y no solo es un bien, sino que es también
belleza”.
Habla el Papa de un aspecto
importante. Cuidar los ambientes También el de la familia. Hemos vivido
demasiado confiados. “La crisis de la familia dio origen a una crisis de la
ecología humana, porque los ambientes sociales naturales, necesitan ser
protegidos. Incluso si la humanidad ahora ha comprendido la necesidad de
afrontar lo que constituye una amenaza para nuestros ambientes naturales, somos
lentos –somos lentos en nuestra cultura, también en nuestra cultura católica-,
somos lentos en reconocer que también nuestros ambientes sociales están en
peligro. Es indispensable, por tanto, promover una nueva ecología humana y
hacerla ir hacia delante”.
Pocas veces el Papa ha hablado
directamente de la unión entre personas que tienen atracción hacia el mismo
sexo. Pero muchas veces ha dejado claro su pensamiento. También aquí.
“Hay que insistir en los pilares
fundamentales que rigen una nación: sus bienes inmateriales. La familia sigue
siendo la base de la convivencia y la garantía contra la desintegración social.
Los niños tienen derecho a crecer en una familia, con un papá y una mamá,
capaces de crear un ambiente idóneo para su desarrollo y su maduración
afectiva. Por esta razón, en la exhortación apostólica Evangelii gaudium, he
puesto el acento en la aportación <> del matrimonio
a la sociedad, aportación que <> (66) Es por ello por lo
que os agradezco el énfasis puesto por vuestro coloquio en los beneficios que
el matrimonio puede dar a los hijos, a los esposos mismos y a la sociedad”.
Termina el Papa con unas palabras
preciosas. El corazón humano es feliz en el matrimonio. Es una de las
vocaciones que responde a lo más profundo de su corazón.
“En estos
días, mientras reflexionáis sobre la complementariedad del hombre y la mujer,
os exhorto a poner de relieve otra verdad referida al matrimonio: que el
compromiso definitivo respecto a la solidaridad, la fidelidad y el amor fecundo
responde a los deseos más profundos del corazón humano. Pensemos, sobre todo,
en los jóvenes que representan el futuro: Es importante que ellos no se dejen
envolver por la mentalidad perjudicial de lo provisional y sean revolucionarios
por la valentía de buscar un amor fuerte y duradero, es decir, de ir a
contracorriente: se debe hacer esto… No se puede hablar hoy de familia
conservadora o familia progresista: la familia es familia. No os dejéis calificar
por este o por otros conceptos de naturaleza ideológica. La familia tiene
fuerza en sí misma”.
Julio Sáinz Torres
No hay comentarios:
Publicar un comentario