El
cardenal protodiácono, el esloveno Franc
Rodé, leyó las condiciones con las cuales puede ganarse la indulgencia
plenaria en una de las dos únicas ocasiones al año en las que el Papa, desde el
balcón principal de la basílica de San Pedro, imparte la bendición Urbi et Orbi. Así lo hizo
Francisco, con lo cual concluyeron las celebraciones de Navidad en el Vaticano.
HUMILDAD Y ESPERANZA
La Plaza de San Pedro y la Via Conciliazione estaban absolutamente abarrotadas para la solemne ocasión, que vino precedida por unas palabras del Sumo Pontífice en las cuales recordó que "Jesús, el Hijo de Dios y Salvador del mundo, nos ha nacido en Belén de una Virgen, cumpliendo las antiguas profecías".
Y recordó también quiénes fueron los primeros en adorarle, "personas humildes y llenas de esperanza en la bondad de Dios que acogen a Jesús y Le reconocen" como los pastores adorándole primero y los ancianos Simeón y Ana en el templo de Jerusalén viendo en Él al Mesías.
LA SITUACIÓN DEL MUNDO
Luego el Papa hizo un repaso de los lugares del mundo donde se padecen guerras y la población experimenta sufrimientos, empezando por Irak y Siria, donde "nuestros hermanos hermanas padecen una brutal persecución". A ellos deseo que la Navidad les traiga esperanza, y que "transforme la indiferencia en cercanía y el rechazo en acogida, para que quienes ahora están sumidos en la prueba reciban la ayuda humanitaria necesaria para sobrevivir a los rigores de invierno y puedan regresar a sus países y vivir con dignidad".
También deseó el Papa la paz a todo el Oriente Medio, en particular sosteniendo los esfuerzos de quienes se comprometen en el diálogo entre israelíes y palestinos. Pidió por Ucrania, para que se superen las tensiones de "odio y violencia".
También pensó en África: Nigeria, "donde se derrama sangre y las personas son retenidas como rehenes o masacradas", o países como Libia, Sudán del Sur, República Centroafricana o Congo. Y en los niños que son víctimas de la violencia y la explotación o forzados a convertirse en soldados, y citó a los niños asesinados la semana pasada en Pakistán. Y terminó su repaso citando a las víctimas de la epidemia de ébola en Sierra Leona, Liberia y Guinea, agradeciendo "de corazón" a quienes se esfuerzan por ayudar "a los enfermos y a sus familias" y haciendo un llamamiento para que se garantice a todos las terapias necesarias.
"LOS HERODES ACTUALES"
Concluido este repaso a la situación del mundo, el Papa continuó: "Jesús Niño, mi pensamiento se dirige a todos los niños hoy matados o maltratados, ya sea antes de ver la luz, privados del amor generoso de sus padres, sepultados por el egoísmo de una cultura queno ama la vida, ya sea los niños aislados por guerras y persecuciones, abusados y explotados bajo nuestros ojos y con nuestro silencio cómplice, que sufren bombardeos incluso allí donde nació el Niño Jesús. Todavía hoy su silencio impotente grita bajo la espada de tantos Herodes, bajo la sombra de los Herodes actuales. Muchas lágrimas están en esta Navidad junto con las lágrimas del Niño Jesús", dijo el Papa con contundencia, improvisando algunas de sus palabras.
"Que Él ilumine nuestros corazones", concluyó, "para que podamos reconocer en el Niño Jesús la salvación que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros, a todos los hombres y a todos los pueblos", y que "con su mansedumbre extirpe la dureza del corazón de muchos hombres y mujeres sumidos en la mundanidad y la indiferencia".
HUMILDAD Y ESPERANZA
La Plaza de San Pedro y la Via Conciliazione estaban absolutamente abarrotadas para la solemne ocasión, que vino precedida por unas palabras del Sumo Pontífice en las cuales recordó que "Jesús, el Hijo de Dios y Salvador del mundo, nos ha nacido en Belén de una Virgen, cumpliendo las antiguas profecías".
Y recordó también quiénes fueron los primeros en adorarle, "personas humildes y llenas de esperanza en la bondad de Dios que acogen a Jesús y Le reconocen" como los pastores adorándole primero y los ancianos Simeón y Ana en el templo de Jerusalén viendo en Él al Mesías.
LA SITUACIÓN DEL MUNDO
Luego el Papa hizo un repaso de los lugares del mundo donde se padecen guerras y la población experimenta sufrimientos, empezando por Irak y Siria, donde "nuestros hermanos hermanas padecen una brutal persecución". A ellos deseo que la Navidad les traiga esperanza, y que "transforme la indiferencia en cercanía y el rechazo en acogida, para que quienes ahora están sumidos en la prueba reciban la ayuda humanitaria necesaria para sobrevivir a los rigores de invierno y puedan regresar a sus países y vivir con dignidad".
También deseó el Papa la paz a todo el Oriente Medio, en particular sosteniendo los esfuerzos de quienes se comprometen en el diálogo entre israelíes y palestinos. Pidió por Ucrania, para que se superen las tensiones de "odio y violencia".
También pensó en África: Nigeria, "donde se derrama sangre y las personas son retenidas como rehenes o masacradas", o países como Libia, Sudán del Sur, República Centroafricana o Congo. Y en los niños que son víctimas de la violencia y la explotación o forzados a convertirse en soldados, y citó a los niños asesinados la semana pasada en Pakistán. Y terminó su repaso citando a las víctimas de la epidemia de ébola en Sierra Leona, Liberia y Guinea, agradeciendo "de corazón" a quienes se esfuerzan por ayudar "a los enfermos y a sus familias" y haciendo un llamamiento para que se garantice a todos las terapias necesarias.
"LOS HERODES ACTUALES"
Concluido este repaso a la situación del mundo, el Papa continuó: "Jesús Niño, mi pensamiento se dirige a todos los niños hoy matados o maltratados, ya sea antes de ver la luz, privados del amor generoso de sus padres, sepultados por el egoísmo de una cultura queno ama la vida, ya sea los niños aislados por guerras y persecuciones, abusados y explotados bajo nuestros ojos y con nuestro silencio cómplice, que sufren bombardeos incluso allí donde nació el Niño Jesús. Todavía hoy su silencio impotente grita bajo la espada de tantos Herodes, bajo la sombra de los Herodes actuales. Muchas lágrimas están en esta Navidad junto con las lágrimas del Niño Jesús", dijo el Papa con contundencia, improvisando algunas de sus palabras.
"Que Él ilumine nuestros corazones", concluyó, "para que podamos reconocer en el Niño Jesús la salvación que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros, a todos los hombres y a todos los pueblos", y que "con su mansedumbre extirpe la dureza del corazón de muchos hombres y mujeres sumidos en la mundanidad y la indiferencia".
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