Ni siquiera tener tres hijos la
había hecho reflexionar.
Jewels
Green se vio desarbolada con la actitud de sus contradictoras, y de ahí pasó a
sus argumentos.
La historia
que ha marcado la existencia de Jewels
Green comienza a los 17 años con su aborto y termina en 2011, con su
incorporación al movimiento provida, y en 2012, con su conversión al
catolicismo desde su formación luterana.
"Durante buena parte de mi vida, estaba tan empeñada en mi abortismo que incluso cortaba cualquier conversación que me invitase a examinar o cuestionar mi posición", explica en un reciente post del blog SecularProLife.
UN ABORTO NO QUERIDO, UN DRAMA POSTERIOR
Siendo todavía una adolescente quedó embarazada y la presionaron para que abortase: "Consumía drogas y había dejado el instituto, pero en cuanto la doctora me dijo que estaba embarazada me vi a mí misma como madre. Todo el mundo quería que abortase... salvo yo". De hecho, dejó de drogarse, acudió a una biblioteca, sacó un libro sobre madres adolescentes y pidió hora con la matrona para el primer chequeo". Sin embargo la "violencia y amenazas", sobre todo de su novio y padre de la criatura, la llevaron hasta el abortorio un 6 de enero de 1989, cuando ya estaba de nueve semanas y media de gestación.
Las consecuencias fueron devastadoras: se intentó suicidar tres veces y tuvieron que internarla un mes en una clínica psiquiátrica para adolescentes. Ella describió después con todo detalle las características del dolor que la hundió por completo: mientras se cortaba las venas con un cúter o se atiborraba de fármacos, "prefería el dolor físico al dolor emocional".
ABORTISTA BUSCANDO UN ALIVIO A LA CONCIENCIA
El vuelco que supuso ese hecho en su vida se tradujo en una espantosa opción laboral: durante cinco años a partir de entonces, desde los 18 a los 23, trabajó en un abortorio: primero al teléfono, luego en el mostrador inscribiendo clientes y recibiendo los pagos, luego como auxiliar de enfermería y, tras diplomarse en Psicología, como consejera para las madres que acudían al centro.
Durante todo el tiempo que trabajó allí, fue una firme defensora del derecho al aborto, y se manifestó en repetidas ocasiones por ello, a pesar de que sufrió pesadillas en cuanto llegó a ver los cuerpos troceados de los bebés: "Todo ese tiempo sabía en mi corazón que lo que había hecho estaba mal, que había perdido a mi hijo. Ahora comprendo que, rodeándome de personas que consideraban correcto abortar niños, buscaba que algún día me parecería a mí también correcto haber abortado al mío. Pero eso nunca sucedió".
Jewels cambió de trabajo a mediados de los 90, pero todavía en 2002 volvió durante un tiempo a ganarse la vida en un abortorio... a pesar de que estaba entonces embarazada de su primer hijo. Aún tendría dos hijos más, mientras seguía siendo partidaria del llamado "derecho a decidir".
UN CHAT SALVADOR
Todo empezó a cambiar en 2010, cuando una amiga alquiló su útero para concebir el hijo de otros. Durante una de las pruebas de ese embarazo, se detectó que el niño tenía síndrome de Down. Los padres de alquiler ofrecieron entonces a la mujer pagarle el contrato en su integridad (decenas de miles de dólares) si abortaba. Y ella abortó. Entonces algo se iluminó en la mente de Jewels: "Esto está mal", se dijo.
Empezó a investigar sobre la maternidad de alquiler y llegó a un foro donde se discutía del tema. Ella intervino defendiendo todavía la postura de que el embrión es un "amasijo de células" que no merecen la misma consideración que una persona adulta. Y se encontró con dos contradictoras provida, Lindsay y Lauren, que la deslumbraron.
"Hablaban clara, coherente y piadosamente ante una docena de oponentes apoyando el derecho de esos seres humanos microscópicos a llegar a la maduración", recuerda: "Nunca abroncaron, despreciaron o insultaron a quienes discrepaban de ellas, pero nunca se rindieron".
"Su firme creencia y su elocuente defensa del valor de toda vida humana hizo mella en la armadura que yo había construido cuidadosamente durante décadas. ¿Qué era la vida, sino un continuo desde la concepción a la muerte? ¿Acaso no fui yo también una vez un pequeño amasijo de células? Finalmente comencé a pensar de una forma distinta en estos asuntos sobre la vida, y a examinar a fondo mi posición, tan largamente sostenida y nunca cuestionada. Poco a poco empecé a considerar que el niño en el seno materno podía ser, en efecto, un niño", concluye.
EL CAMINO A LA FE
Meses después, Jewels se incorporó al movimiento provida. Acudió a su pastor luterano a confiarle su cambio, pero se encontró con que la ELCA (de las siglas en inglés de Iglesia Luterana Evangélica en América) sostiene una posición pro-choice [pro-elección]: "Comprendí que tendría que hacer alguna búsqueda espiritual más".
Y así llegó a leer el ya clásico Rome Sweet Home [Roma, dulce hogar, edición española en Rialp], de los esposos Scott y Kimberly Hahn, que sería su acompañamiento en el camino hasta la Iglesia católica. ¿Qué la convenció más? La Presencia Real de Jesucristo en la Eucaristía: "Además de recibirLe en la misa, lo que más me atrae es la adoración eucarística. Es lo que finalmente me decidió: la idea de que Dios pueda estar todos los días conmigo. Ir a misa alimenta tu alma".
"Nunca agradeceré lo bastante a Lindsay y Lauren su inquebrantable testimonio a favor de la santidad de la vida. Sin saberlo, me pusieron en el camino de descubrir y aceptar el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte, y dedicar mi vida a defenderlo": todo un respaldo a la callada labor de miles de provida en todo el mundo y a esos triunfos que logran aunque sólo Dios los conozca.
"Durante buena parte de mi vida, estaba tan empeñada en mi abortismo que incluso cortaba cualquier conversación que me invitase a examinar o cuestionar mi posición", explica en un reciente post del blog SecularProLife.
UN ABORTO NO QUERIDO, UN DRAMA POSTERIOR
Siendo todavía una adolescente quedó embarazada y la presionaron para que abortase: "Consumía drogas y había dejado el instituto, pero en cuanto la doctora me dijo que estaba embarazada me vi a mí misma como madre. Todo el mundo quería que abortase... salvo yo". De hecho, dejó de drogarse, acudió a una biblioteca, sacó un libro sobre madres adolescentes y pidió hora con la matrona para el primer chequeo". Sin embargo la "violencia y amenazas", sobre todo de su novio y padre de la criatura, la llevaron hasta el abortorio un 6 de enero de 1989, cuando ya estaba de nueve semanas y media de gestación.
Las consecuencias fueron devastadoras: se intentó suicidar tres veces y tuvieron que internarla un mes en una clínica psiquiátrica para adolescentes. Ella describió después con todo detalle las características del dolor que la hundió por completo: mientras se cortaba las venas con un cúter o se atiborraba de fármacos, "prefería el dolor físico al dolor emocional".
ABORTISTA BUSCANDO UN ALIVIO A LA CONCIENCIA
El vuelco que supuso ese hecho en su vida se tradujo en una espantosa opción laboral: durante cinco años a partir de entonces, desde los 18 a los 23, trabajó en un abortorio: primero al teléfono, luego en el mostrador inscribiendo clientes y recibiendo los pagos, luego como auxiliar de enfermería y, tras diplomarse en Psicología, como consejera para las madres que acudían al centro.
Durante todo el tiempo que trabajó allí, fue una firme defensora del derecho al aborto, y se manifestó en repetidas ocasiones por ello, a pesar de que sufrió pesadillas en cuanto llegó a ver los cuerpos troceados de los bebés: "Todo ese tiempo sabía en mi corazón que lo que había hecho estaba mal, que había perdido a mi hijo. Ahora comprendo que, rodeándome de personas que consideraban correcto abortar niños, buscaba que algún día me parecería a mí también correcto haber abortado al mío. Pero eso nunca sucedió".
Jewels cambió de trabajo a mediados de los 90, pero todavía en 2002 volvió durante un tiempo a ganarse la vida en un abortorio... a pesar de que estaba entonces embarazada de su primer hijo. Aún tendría dos hijos más, mientras seguía siendo partidaria del llamado "derecho a decidir".
UN CHAT SALVADOR
Todo empezó a cambiar en 2010, cuando una amiga alquiló su útero para concebir el hijo de otros. Durante una de las pruebas de ese embarazo, se detectó que el niño tenía síndrome de Down. Los padres de alquiler ofrecieron entonces a la mujer pagarle el contrato en su integridad (decenas de miles de dólares) si abortaba. Y ella abortó. Entonces algo se iluminó en la mente de Jewels: "Esto está mal", se dijo.
Empezó a investigar sobre la maternidad de alquiler y llegó a un foro donde se discutía del tema. Ella intervino defendiendo todavía la postura de que el embrión es un "amasijo de células" que no merecen la misma consideración que una persona adulta. Y se encontró con dos contradictoras provida, Lindsay y Lauren, que la deslumbraron.
"Hablaban clara, coherente y piadosamente ante una docena de oponentes apoyando el derecho de esos seres humanos microscópicos a llegar a la maduración", recuerda: "Nunca abroncaron, despreciaron o insultaron a quienes discrepaban de ellas, pero nunca se rindieron".
"Su firme creencia y su elocuente defensa del valor de toda vida humana hizo mella en la armadura que yo había construido cuidadosamente durante décadas. ¿Qué era la vida, sino un continuo desde la concepción a la muerte? ¿Acaso no fui yo también una vez un pequeño amasijo de células? Finalmente comencé a pensar de una forma distinta en estos asuntos sobre la vida, y a examinar a fondo mi posición, tan largamente sostenida y nunca cuestionada. Poco a poco empecé a considerar que el niño en el seno materno podía ser, en efecto, un niño", concluye.
EL CAMINO A LA FE
Meses después, Jewels se incorporó al movimiento provida. Acudió a su pastor luterano a confiarle su cambio, pero se encontró con que la ELCA (de las siglas en inglés de Iglesia Luterana Evangélica en América) sostiene una posición pro-choice [pro-elección]: "Comprendí que tendría que hacer alguna búsqueda espiritual más".
Y así llegó a leer el ya clásico Rome Sweet Home [Roma, dulce hogar, edición española en Rialp], de los esposos Scott y Kimberly Hahn, que sería su acompañamiento en el camino hasta la Iglesia católica. ¿Qué la convenció más? La Presencia Real de Jesucristo en la Eucaristía: "Además de recibirLe en la misa, lo que más me atrae es la adoración eucarística. Es lo que finalmente me decidió: la idea de que Dios pueda estar todos los días conmigo. Ir a misa alimenta tu alma".
"Nunca agradeceré lo bastante a Lindsay y Lauren su inquebrantable testimonio a favor de la santidad de la vida. Sin saberlo, me pusieron en el camino de descubrir y aceptar el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte, y dedicar mi vida a defenderlo": todo un respaldo a la callada labor de miles de provida en todo el mundo y a esos triunfos que logran aunque sólo Dios los conozca.
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