martes, 11 de noviembre de 2014

UKON TAKAYAMA, UN SAMURAI CATÓLICO QUE FUE ADMIRADO POR LOS ESPAÑOLES, SERÁ BEATIFICADO EN 2015


Es un ejemplo de militar y político, fiel ante todo a Dios.

Esta noticia refuerza la posibilidad de un viaje del pontífice a Japón. De hecho en el 2015, además de la beatificación del "samurái de cristo", la Iglesia japonesa festejará los 150 años del resurgir de los así llamados "cristianos escondidos": los "kakure krishitan", citados varias veces por Francisco como ejemplos de fe cristiana, sobrevivientes a la persecución, manteniendo firme la fe cristiana. El gobierno de Tokio y la Conferencia episcopal ya han invitado en manera formal al Papa a visitar el Sol Levante. dirigió ejércitos, pero siempre intentó limitar la pérdida de vidas.

Como político se trató con los más poderosos, pero se mantuvo siempre independiente a las presiones y fiel a su conciencia.

Fue un señor feudal... pero prefirió abandonar su feudo a abandonar a su Señor del Cielo.

Era japonés, pero al morir en Filipinas hace 400 años recibió un funeral español con honores militares.

Es la historia del samurai Ukon Takayama y la Congregación para la Causa de los Santos en el Vaticano ha confirmado que será beatificado en 2015. Incluso es posible que el Papa Francisco acuda a Japón para la ceremonia.

UN SAMURAI PARA CRISTO
En 2013 los obispos japoneses enviaron a Roma su informe de 400 páginas que presenta la figura del daimio (señor feudal) Takayama Ukon, bautizado a los 12 años, fiel servidor de los shogun Obunaga e Hideyoshi, que unificaron el Japón, y exiliado a los 62 años con otros 300 cristianos en Filipinas, durante la cruel persecución de Tokugawa.

El arzobispo de Osaka, Leo Jun Ikenaga, en 2012 escribió a Benedicto XVI presentando esta causa de canonización y asegura que en el Vaticano le prometieron una “consideración especial”. Y así ha sido. Los obispos querían beatificarlo en 2015... y Roma ha dicho ahora que así será.

El caso de Ukon Takayama (a quienes los españoles en Filipinas llamaban Don Justo) es especial porque aunque hay muchos santos japoneses (42 santos y 393 beatos, incluyendo misioneros europeos) son todos mártires que murieron en grupos en distintas persecuciones.

Takayama Ukon es distinto porque es un laico, un político, un militar, que llegaría a los altares por la vía de sus virtudes heroicas, no del martirio.

Murió en 1615 en Manila, de una enfermedad, 10 meses después de llevar a 300 compañeros cristianos perseguidos a la seguridad de Filipinas, que era territorio español.

El postulador de la causa, el padre Kawamura, siempre señaló que este daimio es un modelo para los políticos actuales, porque vivió en un entorno hostil, de políticas siempre cambiantes, pero “nunca se dejó extraviar por los que le rodeaban y vivió una vida según su conciencia, de forma persistente, una vida adecuada para un santo, que sigue dando ejemplo a muchos hoy”.

UN PADRE CON INQUIETUDES PROFUNDAS
Takayama tenía 12 años cuando trajo al castillo de Sawa a un sacerdote católico, por petición de su padre, el señor Tomoteru, un hombre con inquietudes religiosas, que quería debatir las virtudes del budismo con un sabio cristiano. Era 1564, y habían pasado ya 15 años desde que un barco portugués atracara por primera vez en Japón.

Tomoteru analizó en profundidad y con detenimiento la propuesta cristiana y le gustó, por lo que se bautizó él y su casa: su hijo, el joven Takayama (su nombre real era Hikogoro Shigetomo) recibió como nombre de bautismo el de “Justo”.

Eran tiempos muy turbulentos. Los Takayama fueron fieles a los que resultaron ser los triunfadores de esa época: Oda Nobunaga primero; y cuando éste fue asesinado, Toyotomi Hideyoshi, el gran unificador de Japón.

FUNERALES HONROSOS PARA VASALLOS
Al ganar nuevas tierras y vasallos, asombraban a éstos porque concedían elaborados funerales con ataúdes, banderas y procesiones a personas que no eran nobles.

En 1576, con el sacerdote italiano Gnecchi Soldo, Ukon Takayama hizo construir la primera iglesia de Kyoto, que durante 11 años sería un centro misionero de Japón. De ella hoy sólo queda la campana.



SE ENTREGÓ COMO REHÉN Y SALVÓ VIDAS
En 1578, con 26 años, siendo señor del castillo Takasuki, el joven samurai cristiano dio ejemplo de su temple al encontrarse en una complicada encrucijada. Su hermana era rehén del señor Murashige, que había disgustado al poderoso Nobunaga. Murashige era invitado de Ukon Takayama, pero un ejército de Nobunaga acudió al castillo pidiendo que le entregasen a Murashige. Hiciese lo que hiciese, mucha gente podía morir.

El joven samurai se afeitó la cabeza, se vistió de monje budista –rituales para expresar humildad y rechazo a la violencia- y se entregó como rehén a Nobunaga. Así evitó el derramamiento de sangre. A éste le impresionó la salida del joven y le premió con su confianza y con títulos.

Tres años después, Nobunaga era asesinado, y los Takayama apoyaron a su general y heredero, Hideyoshi, con gran valor en combate. Éste premió a Ukon con el feudo de Akashi, donde en poco tiempo 2.000 personas se convirtieron al cristianismo, la fe de su nuevo daimio.

EL TIRANO Y LA CONCUBINA CRISTIANA
Pero en 1587 acabó la tolerancia para el cristianismo en Japón. Hideyoshi no sólo quería un Japón unido, sino absolutamente dominado bajo su poder. Al parecer, una noble chica cristiana se negó a ser una más de sus concubinas, debido a su fe, y eso le enfadó mucho.

Por esas mismas fechas, un comerciante portugués cuyo barco había sido apresado por los japoneses habló con palabras altaneras a Hideyoshi, asegurando que la flota de guerra portuguesa algún día llegaría a Japón, lo que acabó de enfurecerlo.

El nuevo señor de las islas no quería resistencia alguna, ordenó la expulsión de los misioneros y de todos los extranjeros y presionó a los señores japoneses para que renunciasen a la fe cristiana. Algunos nobles, como Ukon Takayama, podían maniobrar, más o menos, para demorar o esquivar las presiones y proteger a sus vasallos cristianos.

PROHIBICIÓN TOTAL, PACIENCIA Y FE
Pero menos de 30 años después, en 1614, el nuevo shogun Ieyasu Tokugawa lanzó la prohibición total del cristianismo. A los cristianos se les pedía pisotear o escupir a un crucifijo como signo de su abandono de la fe.

Ukon, con más de 60 años, respondió al shogun: “No voy a luchar con armas o espadas, sólo tendré paciencia y fe de acuerdo con las enseñanzas de mi Señor y Salvador, Jesucristo”.

Ese año 3 barcos dejaron Japón con cristianos japoneses. Dos iban a la portuguesa Macao. Otro, en el que viajaban Ukon Takayama, su esposa, hija y nietos, y unos 100 laicos japoneses, fue a Manila.

Dios dice que quien toma la espada se arruina con ella. Formad familias en Filipinas y regresad a Japón como enviados para la paz”, dijo el daimio en el puerto de Nagasaki a su pueblo que se exiliaba con él.

Su esperanza es que aquellos cristianos volverían a Japón, más numerosos, como un puente entre culturas. Ya no pensaba en ejércitos, sino en algo más poderoso, que vive de generación en generación: pensaba en familias.

No podía saber que Japón se iba a cerrar a toda influencia extranjera durante más de 250 años, un fenómeno cultural y político realmente singular en la historia.

UN SAMURAI ENTRE ESPAÑOLES
En Manila le recibió una multitud de curiosos y los españoles le trataron con todo respeto. Incluso se habló de preparar una expedición militar española a Japón bajo su mando o consejo, pero él se negó.

Murió el 3 de febrero, 40 días después de su llegada a Filipinas, por una enfermedad. Los españoles le honraron con una gran funeral lleno de honores militares. Aquellos exiliados japoneses se fundieron con la población católica filipina rápidamente.

UN LEGADO VIVO
En una plaza de Manila se levanta una escultura que recuerda a Ukon Takayama, el “samurai de Dios”, con la cruz en sus manos.

En Japón los católicos celebran peregrinaciones a los lugares en los que vivió, luchó y rezó.
Como sucedió con Cristo y suele suceder con los santos cristianos, su mayores victorias las cosechará después de muerto.

Como señala la agencia AsiaNews, la beatificación refuerza la posibilidad de un viaje del Papa Francisco a Japón, país por el que los jesuitas -como él- siempre han sentido afinidad por razones históricas. Ya hay invitación oficial de los obispos japoneses y del gobierno nipón.

De hecho, en 2015, además de la beatificación del "samurái de cristo", la Iglesia japonesa festeja también los 150 años del resurgir de los así llamados "cristianos escondidos": los "kakure krishitan", citados varias veces por Francisco como ejemplos de fe cristiana, que mantuvieron la fe sin sacerdotes ni clero durante dos siglos de persecución (en muchas comunidades, por su aislamiento, la doctrina se deformó de forma que ya no era cristianismo, pero en otras menos aisladas se conservó bien).

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