4.000 niños sin padres por el
ébola; los salesianos actúan.
Jorge
Crisafulli, misionero salesiano en Sierra Leona, explica la necesidad de
responder a una nueva realidad - huérfanos estigmatizados en sus clanes y
familias.
El misionero
salesiano padre Jorge Crisafulli ha pasado por Madrid para recordar a los
españoles que hay 4.000 niños huérfanos
de ébola en Sierra Leona, Liberia y Guinea.
Unos mueren en la calle, otros son arrojados a los vertederos, y algunos más continúan en la puerta del hospital esperando a que su madre muerta vuelva a recogerlos. Son los hijos del ébola que los salesianos se encargan de recoger.
EL CASO DE LA JOVEN PROMISE
Promise tiene 16 años. Hace unos meses, su madre empezó a quejarse de un fuerte dolor de cabeza. Tenía fiebre muy alta. Hasta varios días después, no decidió ir a un hospital. Pero el centro estaba demasiado lejos. La madre de Promise falleció por el camino. No había pasado un mes, cuando su padre comenzó a quejarse de un fuerte dolor de cabeza. Tenía fiebre muy alta. Fue en ese momento cuando la joven liberiana supo que lo que aquejaba a su familia no era malaria.
Había escuchado hablar del ébola por la radio. Así que, cuando ayudó a su padre a meterse en la cama, o a cambiarse de ropa, o tras darle de comer..., se lavaba rápidamente las manos.
Pidió a sus tres hermanos pequeños que jugasen fuera de casa y que entrasen a la choza, de un solo cuarto, lo menos posible. Pero era David contra Goliat. Y esta vez, el más pequeño perdió la batalla.
El padre de Promise falleció y su hermanita recién nacida también. Emmanuel, uno de los hermanos, de 11 años, cayó enfermo y fue trasladado a un centro de aislamiento.
No fue suficiente con estas pérdidas. La adolescente, que se quedó en la casa con sus otros dos hermanos, tiene ahora que luchar contra el estigma de sus vecinos, que han aislado a los huérfanos.
Ni siquiera se acercan sus abuelos, que lanzan algo de comida desde fuera de la choza, como si alimentasen a fieras de zoológico. En el mercado, se niegan a atenderlos. Y las mujeres del poblado dan auténticos rodeos para no pasar cerca de la casa.
LOS HUÉRFANOS DEL ÉBOLA
Como ellos, hay alrededor de 4.000 niños en Liberia, Sierra Leona y Guinea Conakry. Se los puede encontrar vagando por las calles. Algunos mueren de inanición. A otros, se les ve en las puertas de los hospitales, esperando a su madre, que entró días antes. Pero su mamá nunca baja.
Incluso hay niños que son arrojados a los vertederos, como se veía el viernes en una foto en el Liberian Observer, en la que un recién nacido aparecía muerto entre mantas en medio de la basura.
Esta inhumanidad es un daño colateral de la crisis del ébola, porque en muchos centros de salud se niegan a tratar a mujeres embarazadas por miedo a entrar en contacto con la sangre. Lo que provoca que mueran. Madres e hijos.
LA RESPUESTA SALESIANA
Es urgente poner fin a esta epidemia, que ha pasado, de ser una crisis sanitaria, a ser una crisis humanitaria. Por eso, el padre Jorge Crisafulli, misionero salesiano argentino y responsable de los países de habla inglesa de África Occidental, está de paso por España y Europa.
Para contar que los que permanecen en Sierra Leona o Liberia no tienen miedo, pero sí mucha necesidad de ayuda: «Estamos muy preocupados. No hay signos de que la enfermedad se detenga, sino que sigue aumentando. Sólo en Sierra Leona, hay 80 nuevas infecciones al día», afirma el misionero, que señala que «estos países no están preparados para afrontar la situación. Ya no hay camas en los hospitales, así que la gente está muriendo en sus casas. Las familias, durante la noche, arrojan los cadáveres -altamente infecciosos- a la calle. Algo muy peligroso, ya que hasta dos o tres días después no pasan los dispositivos del Gobierno a recogerlos».
El Gobierno sierraleonés pidió a la congregación, conocida por su trabajo con los niños y jóvenes, que se encargase de estos pequeños desahuciados.
«Como el Gobierno ha decretado el cierre de los colegios, uno de nuestros centros lo hemos habilitado para resguardar a estos pequeños. Hemos puesto camas, un salón comedor, y la capilla», señala. En estos momentos, cuidan de 68. Y otros 50 están en una casa cercana, aislados.
«Todos los niños que se acercan pasan primero por 21 días de cuarentena. Y quienes tratan con ellos son personas que han superado el virus», explica el padre Crisafulli.
Por cierto, que son ellos mismos, los niños, los que llaman a la misión: «Muchos vienen a través del Ministerio del Bienestar Social, pero otros contactan con nosotros por una línea telefónica que tenemos habilitada ex profeso. Nos dicen que están solos y hambrientos».
ORAR, APRENDER, JUGAR, DEJAR LA TRISTEZA
Esa tristeza que cargan, va desapareciendo poquito a poco, cuando llegan al centro salesiano. «Aquí rezamos juntos, jugamos, aprendemos Matemáticas y Ciencias... y, sobre todo, llegan a un ambiente donde no se sienten juzgados, sino queridos, acogidos y amados. Esto es lo único que transforma la vida de estos chicos», añade Crisafulli.
El ébola, si Dios quiere, tendrá fin. Pero los niños huérfanos no desaparecen.
«Intentaremos reunificarlos con familiares, o con familias sustitutas..., pero, si esto continúa creciendo, va a ser un problema grande. El ébola nos está ganando la batalla», reconoce. Aun así, recalca, «no perdemos la esperanza».
De hecho, están llegando a la zona médicos desde España, China, Cuba, Alemania y Estados Unidos. Y «la ayuda internacional va llegando, aunque a mi juicio, un poco tarde».
"Cuando se apaguen las luces, cuando los medios dejen de hablar de Sierra Leona, de Guinea, de Liberia, de África y nadie piense ya en el ébola, los niños se quedarán con nosotros y tendremos que cuidar de ellos".
"Nos vamos a quedar hasta el final. No importan los riesgos, nos vamos a quedar con nuestra gente. Vamos a vivir con ellos y vamos a salir de este pozo luchando todos juntos", aseguró el religioso.
(Es posible apoyar las misiones a través de Obras Misionales Pontificias)
Unos mueren en la calle, otros son arrojados a los vertederos, y algunos más continúan en la puerta del hospital esperando a que su madre muerta vuelva a recogerlos. Son los hijos del ébola que los salesianos se encargan de recoger.
EL CASO DE LA JOVEN PROMISE
Promise tiene 16 años. Hace unos meses, su madre empezó a quejarse de un fuerte dolor de cabeza. Tenía fiebre muy alta. Hasta varios días después, no decidió ir a un hospital. Pero el centro estaba demasiado lejos. La madre de Promise falleció por el camino. No había pasado un mes, cuando su padre comenzó a quejarse de un fuerte dolor de cabeza. Tenía fiebre muy alta. Fue en ese momento cuando la joven liberiana supo que lo que aquejaba a su familia no era malaria.
Había escuchado hablar del ébola por la radio. Así que, cuando ayudó a su padre a meterse en la cama, o a cambiarse de ropa, o tras darle de comer..., se lavaba rápidamente las manos.
Pidió a sus tres hermanos pequeños que jugasen fuera de casa y que entrasen a la choza, de un solo cuarto, lo menos posible. Pero era David contra Goliat. Y esta vez, el más pequeño perdió la batalla.
El padre de Promise falleció y su hermanita recién nacida también. Emmanuel, uno de los hermanos, de 11 años, cayó enfermo y fue trasladado a un centro de aislamiento.
No fue suficiente con estas pérdidas. La adolescente, que se quedó en la casa con sus otros dos hermanos, tiene ahora que luchar contra el estigma de sus vecinos, que han aislado a los huérfanos.
Ni siquiera se acercan sus abuelos, que lanzan algo de comida desde fuera de la choza, como si alimentasen a fieras de zoológico. En el mercado, se niegan a atenderlos. Y las mujeres del poblado dan auténticos rodeos para no pasar cerca de la casa.
LOS HUÉRFANOS DEL ÉBOLA
Como ellos, hay alrededor de 4.000 niños en Liberia, Sierra Leona y Guinea Conakry. Se los puede encontrar vagando por las calles. Algunos mueren de inanición. A otros, se les ve en las puertas de los hospitales, esperando a su madre, que entró días antes. Pero su mamá nunca baja.
Incluso hay niños que son arrojados a los vertederos, como se veía el viernes en una foto en el Liberian Observer, en la que un recién nacido aparecía muerto entre mantas en medio de la basura.
Esta inhumanidad es un daño colateral de la crisis del ébola, porque en muchos centros de salud se niegan a tratar a mujeres embarazadas por miedo a entrar en contacto con la sangre. Lo que provoca que mueran. Madres e hijos.
LA RESPUESTA SALESIANA
Es urgente poner fin a esta epidemia, que ha pasado, de ser una crisis sanitaria, a ser una crisis humanitaria. Por eso, el padre Jorge Crisafulli, misionero salesiano argentino y responsable de los países de habla inglesa de África Occidental, está de paso por España y Europa.
Para contar que los que permanecen en Sierra Leona o Liberia no tienen miedo, pero sí mucha necesidad de ayuda: «Estamos muy preocupados. No hay signos de que la enfermedad se detenga, sino que sigue aumentando. Sólo en Sierra Leona, hay 80 nuevas infecciones al día», afirma el misionero, que señala que «estos países no están preparados para afrontar la situación. Ya no hay camas en los hospitales, así que la gente está muriendo en sus casas. Las familias, durante la noche, arrojan los cadáveres -altamente infecciosos- a la calle. Algo muy peligroso, ya que hasta dos o tres días después no pasan los dispositivos del Gobierno a recogerlos».
El Gobierno sierraleonés pidió a la congregación, conocida por su trabajo con los niños y jóvenes, que se encargase de estos pequeños desahuciados.
«Como el Gobierno ha decretado el cierre de los colegios, uno de nuestros centros lo hemos habilitado para resguardar a estos pequeños. Hemos puesto camas, un salón comedor, y la capilla», señala. En estos momentos, cuidan de 68. Y otros 50 están en una casa cercana, aislados.
«Todos los niños que se acercan pasan primero por 21 días de cuarentena. Y quienes tratan con ellos son personas que han superado el virus», explica el padre Crisafulli.
Por cierto, que son ellos mismos, los niños, los que llaman a la misión: «Muchos vienen a través del Ministerio del Bienestar Social, pero otros contactan con nosotros por una línea telefónica que tenemos habilitada ex profeso. Nos dicen que están solos y hambrientos».
ORAR, APRENDER, JUGAR, DEJAR LA TRISTEZA
Esa tristeza que cargan, va desapareciendo poquito a poco, cuando llegan al centro salesiano. «Aquí rezamos juntos, jugamos, aprendemos Matemáticas y Ciencias... y, sobre todo, llegan a un ambiente donde no se sienten juzgados, sino queridos, acogidos y amados. Esto es lo único que transforma la vida de estos chicos», añade Crisafulli.
El ébola, si Dios quiere, tendrá fin. Pero los niños huérfanos no desaparecen.
«Intentaremos reunificarlos con familiares, o con familias sustitutas..., pero, si esto continúa creciendo, va a ser un problema grande. El ébola nos está ganando la batalla», reconoce. Aun así, recalca, «no perdemos la esperanza».
De hecho, están llegando a la zona médicos desde España, China, Cuba, Alemania y Estados Unidos. Y «la ayuda internacional va llegando, aunque a mi juicio, un poco tarde».
"Cuando se apaguen las luces, cuando los medios dejen de hablar de Sierra Leona, de Guinea, de Liberia, de África y nadie piense ya en el ébola, los niños se quedarán con nosotros y tendremos que cuidar de ellos".
"Nos vamos a quedar hasta el final. No importan los riesgos, nos vamos a quedar con nuestra gente. Vamos a vivir con ellos y vamos a salir de este pozo luchando todos juntos", aseguró el religioso.
(Es posible apoyar las misiones a través de Obras Misionales Pontificias)
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